Mi
amigo llamó temprano, excesivamente, deseaba preguntarme sobre la
veracidad de los refranes respecto al tiempo y el clima. Empezó
citándome aquel famoso del grajo y su vuelo rastrero cuando hace
mucho frío. Le contesté ─intentando acabar de despertar─ y
tratando de hacerme con el tema. Continué comentándole que está
comprobado que cuando llegan a una zona masas de aire frío, estas se
pueden acumular en las llanuras y en las partes bajas de los valles,
donde ejercen una presión hacia el suelo; esto se debe al fenómeno
de “estabilidad atmosférica” consistente en la presencia de una
gran resistencia a que se desarrollen movimientos verticales. Esta
estabilidad atmosférica obliga a los pájaros a volar a pocos metros
por encima del suelo en un airé frío con mayor densidad. Es un
fenómeno que también ilustra otro refrán conocido: «Si la
corneja va rasante, saca bufanda y guante».
Quedamos
en vernos para tomar café en media hora y seguí pensando que los
refranes sobre el tiempo son muy abundantes, la mayoría están
relacionados con una determinada zona y con una orografía
particular; es decir, pueden ser relativamente válidos en un lugar
y, por el contrario, no tener ningún valor de verdad en otro sitio,
incluso, bastante próximo geográficamente.
─¿Conoces
algún refrán que sea falso? ─preguntó en cuanto nos vimos.
─No
soy experto en refranes, y supongo que habrá muchos de dudoso valor.
Uno, que ahora recuerdo a bote pronto, es: «Cuando
marzo mayea, mayo marcea», que
alude a un pretendido intercambio de las características climáticas
entre ambos meses. En realidad por cada refrán que asevera algo
siempre hay otro que afirma lo contrario.
─¿Ese
no vale? ─preguntó con algún asombro.
─Creo
que no. Se trata de un aforismo que, a pesar de su popularidad, tiene
poco fundamento científico. Ten en cuenta que no hay relación entre
los patrones atmosféricos de los meses de marzo y mayo. La inversión
climática a la que se refiere ese dicho no pasa de ser una simple
coincidencia que puede, eso sí, producirse algún año que otro.
─Dime
otro refrán poco fiable ─dijo insistiendo en el asunto.
Tardé
unos segundos en contestar:
─Tampoco
me fío nada del que dice: «Por
San Valentín, los almendros floridos».
La floración de los almendros está en función de cómo sea el
clima en las primeras semanas del año. Si hay masas de aire
templado, se adelanta el proceso y entonces, incluso, a mediados de
enero se pueden ver ya almendros en flor; pero en otros años, esos
con un enero muy frío, la floración se puede retrasar hasta finales
de febrero o hasta bien entrado el mes de marzo.
Mi
amigo es de esas personas que muestran un interés enorme por un
determinado asunto y al cabo de un rato ─mediante no se sabe qué
mecanismo mental─ cambia su enfoque y se manifiesta totalmente
apasionado por otra cosa bien diferente a la inicial.
─Oye,
¿qué me dices de los incendios en Grecia? ¡Qué terrible! Cerca de
cien personas muertas, centenares de heridos y una devastación
considerable. Parece que ha habido una especie de guerra rápida que
lo ha asolado todo.
Le
miré un poco extrañado por el repentino cambio de tema, pero le
respondí:
─Es
cierto lo que dices, algunos incendios de este tipo generan tanta
energía como una bomba atómica, o varias. Claro que, sin
radioactividad, ¡menos mal…! Pueden destruir muchísimas hectáreas
de masa forestal a una velocidad increíble.
─¡Es
que con estas temperaturas tan altas! ─exclamó.
─No
creas, la temperatura por sí misma no es tan determinante como pueda
parecernos. Una cosa realmente decisiva es la muy baja, humedad
ambiental. Cuando está por debajo del 35% hay en el bosque un
peligro potencial de incendio. Y hay que sumar a esto la llamada
“evotranspiración”
que
es la pérdida de agua de la masa vegetal como consecuencia de la
alta temperatura y de la poca humedad.
─Aquí
también puede intervenir la Meteorología, ¿no? ─intervino mi
amigo con un atisbo de satisfacción.
─Sí,
tienes razón; una red bien distribuida de estaciones en una zona
forestal podría permitir algo así como una detección preventiva y
una buena distribución y organización de los recursos de extinción.
Debemos tener en cuenta, también, que un incendio genera su propia
‘atmósfera’ y tiene la capacidad de engendrar un viento de gran
velocidad que acelera la expansión del fuego.
Con
cierta ironía en sus ojos me lanzó la siguiente pregunta:
─¿Falta
de voluntad política?
─Posiblemente
─respondí─. Conocemos el origen, las causas, y el desarrollo, lo
que falta es la voluntad política para tomar las medidas preventivas
adecuadas. Hace años la explotación de un bosque era sostenible y
eso, de alguna manera, era una garantía porque la disminución de su
masa forestal estaba controlada y el bosque estaba poblado por gente
que lo conocían bien y era su medio de vida. Lamentablemente, desde
hace bastantes años, eso ya no es así. Ahora hay mucha cantidad de
vegetación y ramajes a pie de suelo, también las copas de los
árboles están demasiado cerca, hay mucho sotobosque y mucha
cantidad de material seco. Como podrás comprender todo eso es fuente
de mucho peligro.
─En
esto todavía hay un largo camino por recorrer, ¿no?
─Sí,
es verdad, hay una abundancia de uso de la naturaleza por parte de
gente que no la conoce y la usa mal, abusando de ella sin respetarla
lo más mínimo.
─¿Y
de las nubes?, ¿cuándo me hablarás de las nubes?
Me
reí soltándole este refrán: «Por
Santa Teresa, la lluvia trae agua a las presas».
Ignacio
Pérez Blanquer
Académico
de Santa Cecilia
No hay comentarios:
Publicar un comentario