jueves, 9 de julio de 2020

Cuando el grajo vuela bajo


     Mi amigo llamó temprano, excesivamente, deseaba preguntarme sobre la veracidad de los refranes respecto al tiempo y el clima. Empezó citándome aquel famoso del grajo y su vuelo rastrero cuando hace mucho frío. Le contesté ─intentando acabar de despertar─ y tratando de hacerme con el tema. Continué comentándole que está comprobado que cuando llegan a una zona masas de aire frío, estas se pueden acumular en las llanuras y en las partes bajas de los valles, donde ejercen una presión hacia el suelo; esto se debe al fenómeno de “estabilidad atmosférica” consistente en la presencia de una gran resistencia a que se desarrollen movimientos verticales. Esta estabilidad atmosférica obliga a los pájaros a volar a pocos metros por encima del suelo en un airé frío con mayor densidad. Es un fenómeno que también ilustra otro refrán conocido: «Si la corneja va rasante, saca bufanda y guante».
     Quedamos en vernos para tomar café en media hora y seguí pensando que los refranes sobre el tiempo son muy abundantes, la mayoría están relacionados con una determinada zona y con una orografía particular; es decir, pueden ser relativamente válidos en un lugar y, por el contrario, no tener ningún valor de verdad en otro sitio, incluso, bastante próximo geográficamente.
     ─¿Conoces algún refrán que sea falso? ─preguntó en cuanto nos vimos.
     ─No soy experto en refranes, y supongo que habrá muchos de dudoso valor. Uno, que ahora recuerdo a bote pronto, es: «Cuando marzo mayea, mayo marcea», que alude a un pretendido intercambio de las características climáticas entre ambos meses. En realidad por cada refrán que asevera algo siempre hay otro que afirma lo contrario.
     ─¿Ese no vale? ─preguntó con algún asombro.
     ─Creo que no. Se trata de un aforismo que, a pesar de su popularidad, tiene poco fundamento científico. Ten en cuenta que no hay relación entre los patrones atmosféricos de los meses de marzo y mayo. La inversión climática a la que se refiere ese dicho no pasa de ser una simple coincidencia que puede, eso sí, producirse algún año que otro.
     ─Dime otro refrán poco fiable ─dijo insistiendo en el asunto.
     Tardé unos segundos en contestar:
     ─Tampoco me fío nada del que dice: «Por San Valentín, los almendros floridos». La floración de los almendros está en función de cómo sea el clima en las primeras semanas del año. Si hay masas de aire templado, se adelanta el proceso y entonces, incluso, a mediados de enero se pueden ver ya almendros en flor; pero en otros años, esos con un enero muy frío, la floración se puede retrasar hasta finales de febrero o hasta bien entrado el mes de marzo.
     Mi amigo es de esas personas que muestran un interés enorme por un determinado asunto y al cabo de un rato ─mediante no se sabe qué mecanismo mental─ cambia su enfoque y se manifiesta totalmente apasionado por otra cosa bien diferente a la inicial.
     ─Oye, ¿qué me dices de los incendios en Grecia? ¡Qué terrible! Cerca de cien personas muertas, centenares de heridos y una devastación considerable. Parece que ha habido una especie de guerra rápida que lo ha asolado todo.
     Le miré un poco extrañado por el repentino cambio de tema, pero le respondí:
     ─Es cierto lo que dices, algunos incendios de este tipo generan tanta energía como una bomba atómica, o varias. Claro que, sin radioactividad, ¡menos mal…! Pueden destruir muchísimas hectáreas de masa forestal a una velocidad increíble.
     ─¡Es que con estas temperaturas tan altas! ─exclamó.
     ─No creas, la temperatura por sí misma no es tan determinante como pueda parecernos. Una cosa realmente decisiva es la muy baja, humedad ambiental. Cuando está por debajo del 35% hay en el bosque un peligro potencial de incendio. Y hay que sumar a esto la llamada evotranspiración” que es la pérdida de agua de la masa vegetal como consecuencia de la alta temperatura y de la poca humedad.


     ─Aquí también puede intervenir la Meteorología, ¿no? ─intervino mi amigo con un atisbo de satisfacción.
     ─Sí, tienes razón; una red bien distribuida de estaciones en una zona forestal podría permitir algo así como una detección preventiva y una buena distribución y organización de los recursos de extinción. Debemos tener en cuenta, también, que un incendio genera su propia ‘atmósfera’ y tiene la capacidad de engendrar un viento de gran velocidad que acelera la expansión del fuego.
     Con cierta ironía en sus ojos me lanzó la siguiente pregunta:
     ─¿Falta de voluntad política?
     ─Posiblemente ─respondí─. Conocemos el origen, las causas, y el desarrollo, lo que falta es la voluntad política para tomar las medidas preventivas adecuadas. Hace años la explotación de un bosque era sostenible y eso, de alguna manera, era una garantía porque la disminución de su masa forestal estaba controlada y el bosque estaba poblado por gente que lo conocían bien y era su medio de vida. Lamentablemente, desde hace bastantes años, eso ya no es así. Ahora hay mucha cantidad de vegetación y ramajes a pie de suelo, también las copas de los árboles están demasiado cerca, hay mucho sotobosque y mucha cantidad de material seco. Como podrás comprender todo eso es fuente de mucho peligro.
     ─En esto todavía hay un largo camino por recorrer, ¿no?
     ─Sí, es verdad, hay una abundancia de uso de la naturaleza por parte de gente que no la conoce y la usa mal, abusando de ella sin respetarla lo más mínimo.
     ─¿Y de las nubes?, ¿cuándo me hablarás de las nubes?
     Me reí soltándole este refrán: «Por Santa Teresa, la lluvia trae agua a las presas».
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia

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