miércoles, 15 de julio de 2020

Racionalidad técnica


     Publica un diario de difusión nacional que una empresa española trabaja en el desarrollo de terapias para el tratamiento de enfermedades neurológicas y neurodegenerativas. La metodología es muy novedosa y está basada en la interrelación entre dos disciplinas: la electro-estimulación cerebral y el machine learning. También vemos estos días que desde algunos estamentos se está difundiendo la idea de que los robots deben pagar impuestos. Es como si este artefacto fuese un invento tóxico, que viene a suplantar a miles de trabajadores. Nuestros políticos, tanto aquí como en Bruselas, en vez de preocuparse de cómo solucionar la pérdida de empleos, se agitan por algo fundamental para ellos: la disminución de los ingresos en las arcas públicas. Su pensamiento se circunscribe al hecho de que, si una persona deja de trabajar y es sustituida por un humanoide, se pierden los impuestos que paga y también su cotización a la seguridad social; que no es más que otro impuesto.
     Estas noticias, y muchas más de corte parecido, vuelven a poner sobre el tapete el planteamiento de cuestiones ─nos parece que poco debatidas─ sobre la interacción entre la sociedad actual y tecnología, así como de las fuerzas que controlan dicha interacción.
     La aplicación del conocimiento científico a través de la tecnología es fundamental para el avance de la civilización y para el bienestar de sus miembros, pero al mismo tiempo surgen dudas sobre la necesaria y continua intromisión (no sé si intromisión es la palabra correcta) en la naturaleza (o de lo entendido como "natural") por la tecnología y la ciencia. ¿Asegurará este camino la supervivencia a largo plazo y el bienestar de la especie humana? ¿Está controlado el uso de las tecnologías en la sociedad?, ¿debería estarlo en el futuro?
     Toda la sociedad moderna está vinculada a la “tecnología” de una u otra manera, aunque, por regla general, el individuo solo es consciente, en parte, de la correlación que existe entre la sociedad y la tecnología. No obstante, es cierto que la gente experimenta la mayor parte de los aspectos de esta conexión, pero no necesariamente es consciente de ella.
     Hasta hace poco más de cien años una gran parte de la humanidad se desarrollaba en un medio ambiente repleto de contenidos naturales, sin embargo, en esta época es muy difícil encontrarse en un ámbito “natural” que no haya sido transformado por la tecnología. Vivimos en un mundo que sólo parcialmente ha sido hecho por el hombre, y este medio ambiente forzosamente tiene que afectar a toda nuestra forma de pensar. Todo el sistema social y económico, cultural y político, está impregnado de tecnología. Es obvio también que los valores sociales derivan en cierta medida de nuestra dependencia ─y preocupación─ por la ciencia y la tecnología. Y no es solo un asunto de hardware o de sistemas físicos; también es asunto de ‘racionalidad técnica’ como forma de pensamiento.
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia

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