jueves, 28 de noviembre de 2019

La pregunta acerca del Taichí mental



     A mí me encantan las salidas para todo que tiene mi amigo Kimura, su imaginación, sus conocimientos y su memoria no tienen parangón. Ayer le pregunté algo sobre el Taichí mientras saboreábamos una taza de té verde que él mismo preparó. No sé ahora cuál era la pregunta en concreto, creo que se trataba de algo relacionado con un Taichí mental o algo así. Sí, era eso, lo recuerdo porque él me había comentado sobre una modalidad del Taichí que se puede hacer sentado.
     Me miró con esa incipiente sonrisa oriental indicadora inequívoca de que se va a burlar de mí.
     Muy despacio y asegurándose de que mi mirada seguía sus acciones empezó a verter más té en mi taza, llenándola y, no conforme con eso, prosiguió vertiendo té derramándolo por la mesa poniéndolo todo perdido.
     Muy perplejo y sin poder contenerme exclamé:
     ─¡Ya no cabe ni una gota más! ¡¿No ves que está totalmente llena?!
     ─Pues esto es lo que os sucede a vosotros los occidentales ─me contestó. Siempre estáis repletos de vuestros prejuicios, opiniones y especulaciones.
     Yo no salía de mi asombro, y él añadió preguntando:
     ─¿Cómo puedo mostrarte lo que es el Taichí a menos que primero vacíes tu taza?
     Comencé a reír buscando, a la vez, algo para reparar el desaguisado que me había montado en la mesa.
     Después me contó que aquella anécdota estaba inspirada en un hecho similar que protagonizó un monje japonés llamado Nan`hin de la época Meiji (1868-1912), cuando recibió a un profesor europeo que acudió a preguntarle sobre el budismo zen.


martes, 26 de noviembre de 2019

¿Un repaso al "Pop Art"?

     Sigo, de manera impenitente, recuperando pequeños textos escritos hace tiempo, muchos son de arte moderno. Hoy traigo uno que nos permite de forma rápida dar un repaso a aquella ola de creaciones que se agrupo bajo el nombre de «Pop Art» y que dio lugar a obras muy interesantes. Este estilo surgió como reacción al “expresionismo abstracto”. El nacimiento del «Pop Art» tuvo, además, mucho que ver con la cultura inglesa y norteamericana de después de la II Guerra Mundial: dio sus primeros pasos en Gran Bretaña y creció a raíz de los debates planteados en el «Independent Group» en el Institute of Contemporary Arts (ICA) sobre la nueva cultura urbana norteamericana, en la que se cuestionaba el rigor y la solemnidad romántica del arte británico de los años cuarenta.


     La expresión «Pop Art» designa un movimiento artístico que se desarrolló desde finales de la década de 1950 hasta comienzos de la de 1970, sobre todo en Gran Bretaña y los EE. UU., y que se apoyaba en la imaginería del mundo del consumo y de la cultura popular. Historietas ilustradas, anuncios, envases e imágenes de televisión y del cine formaban parte de la iconografía de ese movimiento; un rasgo distintivo del «Pop Art», fue el rechazo de cualquier diferenciación entre el buen gusto y el malo. En los EE. UU., el «Pop Art» se consideró al principio como una reacción frente al «Expresionismo Abstracto», porque sus exponentes volvían a exhibir la imaginería figurativa y empleaban técnicas muy precisas, casi fotográficas. Su inspiración más inmediata fue la obra de JasperJohns y Robert Rauschenberg, que abrió paso a una amplia gama temática. Sin embargo, aunque se servían de temas similares, los artistas "Pop" preferían emplear técnicas comerciales en lugar de la manera pictórica de Johns y Rauschenberg. Ejemplos de ello son las serigrafías de Andy Warhol representando latas de sopa y las pinturas basadas en viñetas de cómics de RoyLichtenstein

     El escultor más relevante del grupo (cuyos temas incluyen cucuruchos de helado y hamburguesas) ha sido Claes Oldenburg. En Inglaterra, el «Pop Art», en manos de autores como Peter Blake y Richard Hamilton, ha sido en general menos agresivo, expresando un punto de vista que podría definirse como más «romántico», que ahora puede sugerir una nota de nostalgia. Hamilton definía el «Pop Art» como "popular, pasajero, perecedero, barato, producido en serie, joven, ingenioso, erótico, artero, encantador y un negocio a gran escala".


jueves, 21 de noviembre de 2019

Un tango perfecto

     El pequeño texto que sigue a estas palabras, "EL TANGO EN LA PINTURA", lo escribí en agosto de 2.011, época en la que solo leía a Borges (aún hoy sigue siendo de mis principales lecturas). El gran escritor decía ─probablemente con mucha sorna─ que: “Gardel tomó la letra de tango y la convirtió en una breve escena dramática, una escena en la cual un hombre abandonado por una mujer, por ejemplo, se queja”. Borges era un gran irreverente.




EL TANGO EN LA PINTURA      
     En inigualable síntesis Jorge Luis Borges decía que «el tango es un modo de caminar». La escritora argentina Alicia Dujovne Ortiz lo definía con más pasión y lo describía así: «Un monstruo de dos cabezas, una bestia de cuatro patas, lánguida o vivaz, que vive lo que dura una canción y muere asesinada por el último compás». Nosotros creemos que el tango es un arte complejo y seductor que emana de la danza y se construye sobre ella.

     El pintor bonaerense Cristian Mac Entyre hace del tango un importante núcleo de sus creaciones pictóricas. Os invito a contemplar algunas de sus obras en el siguiente vídeo:





(“Celos”, un precioso tango que fue compuesto por el violinista Jacob Gade (1879-1963) nacido en Viejle, población cerca de la capital de Dinamarca, Copenhague. El tango “Celos” ha sido incluido en más de cien películas y ha sido interpretado por muchísimas de orquestas, violinistas y pianistas célebres.)

miércoles, 20 de noviembre de 2019

La historia no acabada de los gorriones


     Estoy leyendo el libro de Nick Brostrom titulado “Superinteligencia, caminos, peligros, estrategias”. Nick Brostrom es uno de los pensadores transhumanistas más destacados. Ustedes saben que el transhumanismo es un movimiento intelectual y cultural que afirma la posibilidad y el deseo de mejorar la condición humana especialmente por medio del desarrollo y la larga puesta a disposición de tecnologías para eliminar el envejecimiento y potenciar grandemente las capacidades humanas intelectuales, físicas y psicológicas. A modo de inicio, Brostom pone la estupenda fábula de los gorriones y la lechuza.
  
La inacabada fábula de los gorriones
     Era la temporada de construcción de nidos, pero después de días de largo y duro trabajo, los gorriones se sentaron a la luz del atardecer, relajándose y trinando.
     ─Somos todos tan pequeños y débiles. ¡Imaginad lo fácil que sería la vida si tuviéramos una lechuza que nos ayudara a construir nuestros nidos!
     ─¡Sí!, dijo otro.
     ─Y podría ayudarnos a cuidar de nuestros ancianos e hijos.
     ─Podría darnos consejo y vigilar a los gatos que merodean cerca de aquí ─añadió un tercero.
     Entonces Pastus, el pájaro anciano y sabio, habló:
     ─Enviemos exploradores en todas las direcciones e intentemos encontrar una lechuza joven abandonada en alguna parte, o quizás un huevo. Una cría de cuervo también serviría, o una comadreja muy joven. Podría ser lo mejor que jamás nos hubiera sucedido, al menos desde la apertura del «pabellón de grano ilimitado» del patio trasero.
     La multitud estaba entusiasmada, y por todas partes los gorriones comenzaron a trinar con toda la fuerza de sus pulmones. Sólo Scronkfinkle, un gorrión con un solo ojo y de temperamento inquisitivo, no estaba convencido de la sensatez de la empresa. Y dijo:
     ─Eso seguramente sea nuestra perdición. ¿No deberíamos pensar antes en la labor de domesticar y controlar a la lechuza, antes de meter una criatura así entre nosotros?
     Pastus contestó:
     ─Domesticar una lechuza parece una cosa muy difícil. Ya será bastante complicado encontrar un huevo de lechuza. Así que empecemos con eso. Cuando logremos criar a una lechuza, nos pondremos a pensar en emprender esa otra tarea.
     ─¡El plan tiene un defecto! ─pió Scronkfinkle; pero sus protestas fueron en vano, pues la multitud ya había alzado el vuelo para empezar a llevar a cabo el plan ideado por Pastus.
     Sólo dos o tres gorriones se quedaron rezagados. Juntos empezaron a intentar adivinar cómo se podría domesticar y controlar a una lechuza. Pronto se dieron cuenta de que Pastus tenía razón: era un reto extremadamente difícil, sobre todo por carecer de una lechuza real con la que practicar. No obstante, continuaron haciéndolo lo mejor que pudieron, con el temor constante a que la multitud regresara con un huevo de lechuza antes de encontrar una solución al problema de cómo controlar esa criatura.
     No se sabe cómo termina la historia, pero merece la pena dedicar este relato a Scronfinkle y a sus seguidores.


lunes, 18 de noviembre de 2019

¿Habrá pronto robots profesores?


     Quería preguntarle a Kimura algo sobre este asunto y de cómo lo llevan en Japón. Las nuevas tecnologías abren un campo nuevo en la enseñanza y están entrando en ella a marchas forzadas. En la actualidad existen ya muchos proyectos que tienen relación con la irrupción de la Inteligencia Artificial (AI) y los nuevos dispositivos de uso en las aulas.
     Kimura me explicó que la cosa marcha de modo paralelo al mundo occidental, quizás donde es más patente la transformación sea en la isla de Singapur que es es el país que se encuentra en el primer lugar en el Informe PISA. Japón es ahora una balsa que se mueve con dificultades en estas aguas de la enseñanza moderna y tampoco sabe muy bien hacia adónde.
     ─¿Cómo es eso? ─le pregunté sorprendido.
     ─Creo que hay una cuestión básica, fundamental diría. Se trata de que en Singapur casi toda la enseñanza es en inglés. Esto hace que beba desde muchas fuentes diferentes en todos los terrenos, profesores, técnicas, pedagogías... ─dijo Kimura.
     ─Para mí resulta claro —le indiqué— que hay dos puntos esenciales en los cambios y son: el rol del profesorado y en el de los centros escolares en sí mismos. Y hay una pregunta de enorme importancia que es necesario hacer: El profesor, el sistema, ¿se trata únicamente de transmitir información? Si se trata de eso entonces, no me cabe duda, el docente puede ser sustituido perfectamente, y cada día más, por una máquina. Incluso los centros escolares podrían ser sobrantes ya que sería posible tener esos artefactos en casa, ¿no te parece?

     Kimura hizo una señal de asentimiento y añadió:
     ─Todo lo que dices es verdad, entonces la mayoría de los profesores sobrarían pues sólo serían precisos para controlar los procesos de aprendizaje. Pero tú sabes muy bien que el profesor no es un simple “transmitidor” de información. El profesor también desarrolla, o debe desarrollar, una labor educadora y enseñar en sentido amplio. Es necesario que inculque hábitos, principios, valores... Esto hace imprescindibles a los maestros y a las escuelas. Al menos eso creo yo.
     Perdí la mirada a través de la ventana, quizás recordando ─sin ninguna nostalgia─ aquellos tiempos delante de la pizarra negra y con manos pringadas del polvo de la tiza. Creo que el profesor ya no será alguien que da su perorata encima de una tarima sino un auxiliar, una especie de capataz, que deambula por un recinto tecnificado para supervisar el trabajo que realizan los robots y los sistemas de IA.

viernes, 15 de noviembre de 2019

Hacia lo transhumano

     En el año 2.013 ─y ya ha llovido desde entonces─ publiqué el siguiente artículo. Entonces aún se sabía poco del “Proyecto 2.045” del millonario ruso Dimitri Istkov, que pretende lograr la “inmortalidad”, al menos, la cerebral, en el año 45 de este siglo presente.
     Según su programa de acción, dentro de unos meses, Itskov pretende presentar una copia robótica de un ser humano que pueda ser controlado directamente mediante un interfaz conocido por la sigla BCI (Brain Computer Interface).

El hombre más allá del hombre


     En el último mes del invierno hemos tenido ocasión de asistir a dos conferencias, ambas diferentes pero las dos rozaron cuestiones que tenían que ver con el posthumanismo. Las ideas de lo post-humano se han generado principalmente a partir de la ciencia ficción, la filosofía y el arte contemporáneo. Probablemente esta multiplicidad de orígenes ha contribuido a cierta confusión terminológica. Prestando atención a los conferenciantes pudimos observar que realmente se referían más al transhumanismo que al posthumanismo, entendiendo el transhumanismo como un movimiento intelectual reciente que intenta impulsar la utilización de las ciencias, y de las nuevas tecnologías, para mejorar las capacidades físicas y mentales de los seres humanos, con el propósito de modificar aquellos aspectos de la condición humana que pueden ser considerados indeseables para el hombre, como el envejecimiento, la enfermedad o el sufrimiento.
     En la lógica del transhumanismo existen dos procesos concomitantes, uno, la deshumanización del hombre, y otro, la humanización de la máquina. Estas dos rutas desembocan en la posibilidad de pensar el hombre más allá del hombre. Es decir, el transhumanismo se refiere a una sociedad emergente en la que el hombre no aparece como cima de la creación sino como un rey destronado por las máquinas, que se alzan con el poder.

     Sería fácil caer en las exageraciones de la ficción si no fuese porque se plantean algunos interrogantes importantes: ¿Cómo cambiará el hombre por el avance de la ciencia y la tecnología? O esta otra: ¿Cómo convivirá el ser humano con la tecnología?
     Desde ciertos puntos de vista, las máquinas van consolidando un avance que pasa por varios estadios diferentes; el primero de ellos es el relativo a su “inteligencia”. Creemos que lo que mejor ilustra está idea es la victoria del computador “Deep Blue” en 1997, sobre el campeón ajedrecista Kasparov. La máquina vence al hombre. Algunos pensadores nos hablan, incluso, de un proceso de liberación edípica: la muerte del padre y como consecuencia de ella la liberación del control.

     Otra etapa ─estamos en ella─ de la humanización de la máquina es el desarrollo de emociones o de pulsiones afectivas. Han pasado casi treinta años desde que Marvin Minsky en su libro The Society of Mind escribió: «No se trata de si las máquinas inteligentes pueden tener emociones, sino de si las máquinas pueden ser inteligentes sin ellas». Los ordenadores emocionales serán el principio de la adquisición de una conciencia individual por parte de las máquinas, y de una posterior conciencia colectiva. El momento culminante del proceso de humanización se alcanzará cuando las máquinas logren su multiplicación sin intervención humana.
     ¿Vamos por este camino?: el presidente de los Estados Unidos, B. Obama, ha anunciado que asignará 100 millones de dólares del presupuesto de 2014 al proyecto BRAIN, de investigación del cerebro a través del avance de neurotecnologías innovadoras.
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia

jueves, 14 de noviembre de 2019

Para mirar las pinturas


     Probablemente os haya sucedido en la vida varias veces, igual que a mí, y os hayáis planteado los siguientes interrogantes: ¿Cómo hay que mirar esa pintura? ¿Qué debo ver en ella? ¿Cómo la puedo disfrutar mejor?
     En el siguiente pequeño artículo que escribí en 2.017 señalo algunas pautas que creo que siguen siendo útiles. 

     Muchas veces surgen las preguntas: ¿Cómo mirar la pintura? ¿Cómo se deben mirar las pinturas para gozar de ellas? Se han escrito bastantes libros intentando contestarlas pero lo cierto es que las personas ─partiendo de sus conocimientos y experiencias personales─ interpretan libremente una obra de arte. Indudablemente el conocimiento de ciertos parámetros, como estilo artísticos, técnicas pictóricas, etc. ayudan y enriquecen la apreciación y hacen que un objeto con valor artístico pueda ser mejor evaluado. Pero, ¿hay alguna metodología especial comprensible y asequible? El que esto escribe es de intensa formación científica, y ya se sabe que los científicos somos dados a los algoritmos, que no son más que peculiares recetas  “paso a paso”, pues bien, a tenor de eso les voy a indicar un algoritmo sencillo (y seguro que mejorable, como todo algoritmo) para mirar la pintura:
1.    Intente percibir que sensaciones y emociones provoca una determinada pintura en usted.
2.    Trate de describir para sí mismo la atmósfera, el ambiente, del cuadro.
3.    Capte el lugar, el sitio, en donde se desenvuelve el cuadro, ¿es importante o es sólo un decorado de relleno?
4.    Si hay personajes en el cuadro procure reconocerlos, ver cómo van vestidos e incluso debe intentar percibir qué sentimientos muestran.
5.    Observe detenidamente los colores, ¿cómo son esos colores? ¿Cuáles son las tonalidades predominantes?
6.    El talento de un pintor está muy ligado a su capacidad para el manejo de espacios, luces y sombras, ¿qué puede decir usted de la luz en el cuadro? ¿Qué le parece la composición del cuadro?
7.    El último paso de este singular algoritmo es que responda a la pregunta: ¿Le gusta el cuadro?

     Quizás os agrade practicar este método con el siguiente famoso cuadro de Vincent Van Gogh:




martes, 12 de noviembre de 2019

Alrededor de la idea del ARTE


"Teléfono tierra" (1968). Obra del artista alemán Joseph Beuys
adscrita  al movimiento denominado "arte conceptual"
.

LAS BELLAS ARTES HOY

     Hoy día, EL ARTE es un concepto abierto e interpretable, donde caben muchas fórmulas y concepciones, si bien se suele aceptar un mínimo denominador común basado en cualidades estéticas, cualidades expresivas, así como una componente de creatividad. La clasificación actual más generalmente admitida para las Bellas Artes es:


1. La arquitectura.
2. La danza.
3. La escultura.
4. La música.
5. La pintura.
6. La poesía (y literatura en general).
7. La cinematografía.
8. La fotografía.
9. La historieta.

     Ciertos críticos e historiadores consideran otras artes en la lista, como la televisión, el teatro, la moda, la publicidad, la animación y los videojuegos. En la actualidad existen aún ciertas discrepancias sobre cuál sería el "décimo arte".

"Teléfono langosta" (1936). Obra surrealista de Salvador Dalí.

sábado, 9 de noviembre de 2019

Pequeño apunte sobre el arte asiático

     Kimura es un ávido lector de mis escritos y, quizás, el crítico más ecuánime, no sé sí por educación y amabilidad o por simple discreción. Me enseñó ayer el siguiente artículo ─muy breve─ que publiqué en el 2.011, y dijo que sí, que era verdad lo poco que digo en él, pero que los occidentales tenemos la manía de querer sintetizarlo todo, de simplificar demasiado, de esquematizar... Y que así solemos perdernos la esencia nuclear de las cosas.
     Ya me aclarará...

ARTE ASIÁTICO
     Reflexionaba, en amable conversación con un amigo extranjero, sobre algunas cuestiones relativas al arte asiático, él es un reputado especialista en arte oriental y sobre todo en el japonés. Coincidimos en que en las últimas décadas del pasado siglo XX en Occidente ha habido un replanteamiento radical de la cultura visual, y que esto nos ha permitido suprimir actitudes inadecuadas para contemplar con racionalidad e imparcial criterio las creaciones artísticas de otras culturas: la sudamericana, la africana y, por supuesto, la asiática. Concluimos nuestra distendida charla en el acuerdo de que si queremos comprender por completo nuestra cultura occidental, entonces es necesario redescubrir las esencias culturales de otras civilizaciones que complementan la que hemos heredado; las de civilizaciones totalmente diferentes a la nuestra basada en la terna Biblia-Grecia-Roma, pero no menos importantes.


     Durante muchos años, en Occidente, se subestimaron las culturas del Lejano Oriente, por considerarlas diferentes y extrañas, asumiendo que las convenciones de la cultura occidental eran las únicas válidas. El arte oriental no fue rebajado a la categoría de «primitivo» o despectivamente considerado, tal como sucedió con otras tradiciones exóticas, pero se mira aún como a través de un mecanismo reductor de su verdadera y real calidad.


     Realmente nos cuesta evitar aplicar nuestros valores culturales a la hora de evaluar las obras de arte de otras civilizaciones. Es necesario conocer y asumir que existen otras tradiciones culturales, con sus propias creencias y su propia integridad.

Ignacio Pérez Blanquer


miércoles, 6 de noviembre de 2019

¿Puede una idea elevarse al rango de arte?

     Este artículo lo publiqué en septiembre de 2.013, en el ‘blog’ de la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia con el mismo título que tiene esta entrada: ¿Puede una idea elevarse al rango de arte? Todas estas polémicas ideas sobre el “Arte Conceptual” siguen vigentes, y quizás aún sigan de actualidad durante mucho tiempo. 


     ¿Puede una idea elevarse al rango de arte? O quizás la pregunta deba invertir sus términos y hacerse así: ¿Puede el arte ser transformado en una ideaEl «Arte Conceptual» trató de acercarnos a estos dos interrogantes. Este movimiento surgió a finales de la década de los 60 y asumía que las "ideas" podían ser obras de arte al igual que lo podían ser algunos objetos. Pero, ¿cómo exhibir las ideas? Parecía una paradoja, pues para exponer una idea los artistas las tenían que transformar antes en objetos, y en esa trasmutación ─de idea a objeto─ existe un proceso inevitable de abstracción, y decimos abstracción en el sentido estricto de despojar lo no esencial de algo para quedarnos con sólo la desnudez de lo que queremos mostrar.
     Así el objeto mostrado no podrá constituir la totalidad de lo que el artista quiere explicitar, será únicamente una aproximación que dependerá de los recursos y cualidades del artista. El objeto podrá aproximarnos a la "idea" pero no será la idea; entender la obra-objeto exigirá aprehender  los conceptos que hay detrás de ella. Este novedoso enfoque llevó a los artistas, en muchas ocasiones, a la utilización del lenguaje junto al objeto expuesto o a ejecutar procesos artísticos extendidos para evitar situar el objeto como centro de la obra del artista.
     La sistematización teórica del «Arte Conceptual» es más bien escasa, aunque sus raíces más relevantes se hallan en los escritos y manifiestos de Sol LeWitt, que en 1967 publicó el artículo titulado «Párrafos sobre el Arte Conceptual», en él definía este arte como «creado para seducir la mente del espectador, en lugar de su mirada o emociones». En función de sus diversas orientaciones dentro del conceptualismo se contemplan líneas de trabajo muy diferentes:  «Body Art», «Land Art», «Process Art», «Performance Art», «Arte Povera» y otros. Entre sus más destacados representantes se encuentran artistas como: Joseph Kosuth, Walter de Maria, Richard Long, George Passmore, el grupo "Art & Language", Joseph Beuys o Dennis Oppenheim.
     El «Arte Conceptual», aunque terminó su trayecto en el siglo anterior hacia principios de la década de los 80, nos dejó un influjo indeleble en la gran mayoría de los movimientos artísticos actualmente vigentes, lo que nos da una idea de su auténtica profundidad e importancia.
Ignacio Pérez Blanquer





Quizas este vídeo pueda ayudarnos a comprender esta compleja propuesta artística

lunes, 4 de noviembre de 2019

Recopilando


     Hay un buen puñado de escritos míos que pululan por ahí un tanto perdidos, u olvidados, y que deseo recopilar e ir trayéndolos hasta aquí, al fin y al cabo se trata de MIS COSAS, ¿no os parece? Hay muchos pequeños comentarios sobre pintura, siempre me ha fascinado la pintura, desde muy niño.
     El gran pintor francés del siglo XIX Gustave Courbet (1819-1877) formuló una de las grandes definiciones de la pintura figurativa, decía que: "la pintura no puede consistir más que en la representación de las cosas reales y existentes: un objeto abstracto, no visible ni existente, no pertenece al campo de la pintura".
Autoretrato de G. Courbet

     Probablemente el radicalismo de Courbet estaba justificado pues desde hacía siglos la tradición artística de Occidente era profunda y exclusivamente figurativa. Es posible también que Courbet pensase en aspectos muy parciales de la realidad.
     Por ejemplo, ¿qué habría comentado el pintor francés sobre la siguiente ilustración?


     ¿Quizás le hubiese parecido algo ajeno a la pintura por irreal?
     Realmente lo que sucede es que los humanos solo conocemos, o vemos, aspectos muy parciales de eso que insistimos en llamar realidad.  La ilustración de arriba es una fotografía 'macro' realizada con una cámara digital corriente de un recipiente de cristal que contiene una emulsión en agua de unas gotas de aceite de girasol, unas de aceite de oliva y otras gotas de aceite para automóviles. Real, ¿no?

sábado, 2 de noviembre de 2019

¿Tirar el reloj?

     Los orientales son muy amigos de decir frases crípticas, de significados extraños, simbólicos; frases llenas de metáforas o de ambigüedades. Ayer, de una conversación con Kimura, se me quedó pegada a la mente la siguiente: «El tiempo es memoria, por tanto la memoria es tiempo. No existe el tiempo sin memoria».
     Tratando de evadirme un poco de la confusión que me creaba le dije:
     ─El presente es lo que importa.
     No me hizo demasiado caso y siguió con sus frases enigmáticas o, al menos, eso me parecían a mí:
     ─¿No sabes que la memoria es la que crea los pensamientos? Observa que sin pensamientos no hay memoria ni tiempo.
     Despistado y casi balbuceante conseguí decirle:
     ─Necesito tiempo para poner en claro estas cosas. Puedo entender que el tiempo conduce a llegar a ser, uno es esto ahora y después será aquello otro. O hoy tengo esto y mañana lo otro. Y creo entender eso que dices de que la memoria es la creadora de los pensamientos. Quizás mañana tenga la mente más clara y te pueda responder mejor.
     Creo que no me oyó y añadió:
     ─Sí, es así, sin pensamientos no hay memoria ni tiempo. El pensamiento da continuidad en el tiempo. El pensamiento es tiempo y este es su continuidad.
     Me quedé callado, no sabía qué decir. Él, al cabo de unos largos segundos, siguió hablando:
     ─Cuando se comprende que el principio es el fin y el fin es el principio, entonces todo se vive como eterno e infinito.
     Me puse de pie, fui al frigorífico a coger una cerveza...


    Nunca he sabido mucho de eso que es la serenidad. Dicen que debe tener relación con la soltura, la aceptación, la permisividad...
    Quizás sea dejar sentimientos, pensamientos y sensaciones en stand by, tal como están. Reflexiono sobre eso mientras la arena blanca y caliente deambula por mis dedos. Me acerco a la orilla.
    Una gaviota grazna cerca, huelo el mar.
    Unas olas, ¿serenas?, rodean mis pies. Miro el reloj, pero no veo la hora. Da igual. ¿No será mejor tirarlo al agua? Lo desenredo de mi muñeca y doy unos pasos con él en la mano. No puedo evitar una sonrisa. ¿Seré capaz de arrojar el reloj al agua? Río, ahora abiertamente. No sé si alguien se da cuenta, hay poca gente en la playa y no creo ser objetivo interesante para ninguna mirada.
    La serenidad nos permite discernir entre lo importante y lo accesorio. Es la calma para abandonar miedos innecesarios y guarecernos ante cualquier amenaza real.
    Entraré un poco más en el agua, hasta que alcance las rodillas. Desde allí tiraré el reloj lejos, con fuerza. Llevo el móvil en el bolsillo trasero. ¿Se mojará? ¿Lo tiro también?
    Siento una sensación cálida y suave; el contacto con el agua. El sol deslumbra y percibo la intensidad del olor a mar. Empujo el agua con las piernas; solo el ruido de unas pequeñas olas sirve de grata compañía.
    Las experiencias intensas de la naturaleza trasmiten serenidad, inducen a la contemplación de la belleza del entorno.
    Empuño el reloj con la derecha y lo aprieto. Otra vez río. Alzo la mano lo suficiente para coger impulso y lo arrojo hacia adelante, entre diez y quince metros. Pronto lo engulle el agua.
    Ver conscientemente es una excelente posibilidad de obtener serenidad. Eso es abrir los ojos a lo que, efectivamente, está presente sin mezclarlo con las fantasías e imaginaciones propias.
    Permanezco parado. Creo saber el lugar exacto en el que se ha sumergido el reloj.
    En realidad ver conscientemente implica también percibir ese cristal con el que miramos la vida, un cristal que en su interior acumula nuestras imaginaciones, prejuicios, creencias y escalas de valores.
    Miro a la línea del horizonte y hago una especie de gesto de adiós. Giro; doy la vuelta hacia la orilla.
    Camino muy lentamente para salir del agua.
    Me toco en el bolsillo de atrás... Ahí, aún, está el móvil.
Ignacio Pérez Blanquer