En el año 2.013 ─y ya ha llovido desde
entonces─ publiqué el siguiente artículo. Entonces aún se sabía poco del “Proyecto
2.045” del millonario ruso Dimitri Istkov, que pretende lograr la “inmortalidad”,
al menos, la cerebral, en el año 45 de este siglo presente.
Según su programa de acción, dentro de unos
meses, Itskov pretende presentar una copia robótica de un ser humano que pueda
ser controlado directamente mediante un interfaz conocido por la sigla BCI (Brain Computer Interface).
El hombre más allá del hombre
En el último mes del invierno hemos tenido
ocasión de asistir a dos conferencias, ambas diferentes pero las dos rozaron
cuestiones que tenían que ver con el posthumanismo. Las ideas de lo post-humano
se han generado principalmente a partir de la ciencia ficción, la filosofía y
el arte contemporáneo. Probablemente esta multiplicidad de orígenes ha
contribuido a cierta confusión terminológica. Prestando atención a los
conferenciantes pudimos observar que realmente se referían más al
transhumanismo que al posthumanismo, entendiendo el transhumanismo como un
movimiento intelectual reciente que intenta impulsar la utilización de las
ciencias, y de las nuevas tecnologías, para mejorar las capacidades físicas y
mentales de los seres humanos, con el propósito de modificar aquellos aspectos
de la condición humana que pueden ser considerados indeseables para el hombre,
como el envejecimiento, la enfermedad o el sufrimiento.
En la lógica del transhumanismo existen dos
procesos concomitantes, uno, la deshumanización del hombre, y otro, la
humanización de la máquina. Estas dos rutas desembocan en la posibilidad de
pensar el hombre más allá del hombre. Es decir, el transhumanismo se refiere a
una sociedad emergente en la que el hombre no aparece como cima de la creación
sino como un rey destronado por las máquinas, que se alzan con el poder.
Desde ciertos puntos de vista, las máquinas
van consolidando un avance que pasa por varios estadios diferentes; el primero
de ellos es el relativo a su “inteligencia”. Creemos que lo que mejor ilustra
está idea es la victoria del computador “Deep Blue” en 1997, sobre el campeón
ajedrecista Kasparov. La máquina vence al hombre. Algunos pensadores nos
hablan, incluso, de un proceso de liberación edípica: la muerte del padre y
como consecuencia de ella la liberación del control.
¿Vamos por este camino?: el presidente de los
Estados Unidos, B. Obama, ha anunciado que asignará 100 millones de dólares del
presupuesto de 2014 al proyecto BRAIN, de investigación del cerebro a través
del avance de neurotecnologías innovadoras.
Ignacio
Pérez Blanquer
Académico de Santa
Cecilia
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