viernes, 15 de noviembre de 2019

Hacia lo transhumano

     En el año 2.013 ─y ya ha llovido desde entonces─ publiqué el siguiente artículo. Entonces aún se sabía poco del “Proyecto 2.045” del millonario ruso Dimitri Istkov, que pretende lograr la “inmortalidad”, al menos, la cerebral, en el año 45 de este siglo presente.
     Según su programa de acción, dentro de unos meses, Itskov pretende presentar una copia robótica de un ser humano que pueda ser controlado directamente mediante un interfaz conocido por la sigla BCI (Brain Computer Interface).

El hombre más allá del hombre


     En el último mes del invierno hemos tenido ocasión de asistir a dos conferencias, ambas diferentes pero las dos rozaron cuestiones que tenían que ver con el posthumanismo. Las ideas de lo post-humano se han generado principalmente a partir de la ciencia ficción, la filosofía y el arte contemporáneo. Probablemente esta multiplicidad de orígenes ha contribuido a cierta confusión terminológica. Prestando atención a los conferenciantes pudimos observar que realmente se referían más al transhumanismo que al posthumanismo, entendiendo el transhumanismo como un movimiento intelectual reciente que intenta impulsar la utilización de las ciencias, y de las nuevas tecnologías, para mejorar las capacidades físicas y mentales de los seres humanos, con el propósito de modificar aquellos aspectos de la condición humana que pueden ser considerados indeseables para el hombre, como el envejecimiento, la enfermedad o el sufrimiento.
     En la lógica del transhumanismo existen dos procesos concomitantes, uno, la deshumanización del hombre, y otro, la humanización de la máquina. Estas dos rutas desembocan en la posibilidad de pensar el hombre más allá del hombre. Es decir, el transhumanismo se refiere a una sociedad emergente en la que el hombre no aparece como cima de la creación sino como un rey destronado por las máquinas, que se alzan con el poder.

     Sería fácil caer en las exageraciones de la ficción si no fuese porque se plantean algunos interrogantes importantes: ¿Cómo cambiará el hombre por el avance de la ciencia y la tecnología? O esta otra: ¿Cómo convivirá el ser humano con la tecnología?
     Desde ciertos puntos de vista, las máquinas van consolidando un avance que pasa por varios estadios diferentes; el primero de ellos es el relativo a su “inteligencia”. Creemos que lo que mejor ilustra está idea es la victoria del computador “Deep Blue” en 1997, sobre el campeón ajedrecista Kasparov. La máquina vence al hombre. Algunos pensadores nos hablan, incluso, de un proceso de liberación edípica: la muerte del padre y como consecuencia de ella la liberación del control.

     Otra etapa ─estamos en ella─ de la humanización de la máquina es el desarrollo de emociones o de pulsiones afectivas. Han pasado casi treinta años desde que Marvin Minsky en su libro The Society of Mind escribió: «No se trata de si las máquinas inteligentes pueden tener emociones, sino de si las máquinas pueden ser inteligentes sin ellas». Los ordenadores emocionales serán el principio de la adquisición de una conciencia individual por parte de las máquinas, y de una posterior conciencia colectiva. El momento culminante del proceso de humanización se alcanzará cuando las máquinas logren su multiplicación sin intervención humana.
     ¿Vamos por este camino?: el presidente de los Estados Unidos, B. Obama, ha anunciado que asignará 100 millones de dólares del presupuesto de 2014 al proyecto BRAIN, de investigación del cerebro a través del avance de neurotecnologías innovadoras.
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia

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