domingo, 31 de mayo de 2020

Aún, siempre, hay esperanzas


     No me cabe duda de que se trata de una hermosa combinación, la música de W.A. Mozart y la pintura de Vincent Van Gogh. Internet hace que tengamos todas estas cosas muy a mano y que podamos compartirlas y disfrutarlas.
     Es curioso observar como nuestras costumbres, nuestras comidas, nuestras lecturas y, por supuesto, nuestra cultura se va globalizando gracias a la red mundial, a Internet. Quizás con los principios y valores no sucede un fenómeno paralelo, no obstante, pensamos que es algo maravilloso ─desde nuestro punto de vista─ que lo meramente local pueda establecer un dialogo amplio y enriquecedor con lo global.
     Posiblemente haya quienes se lamenten de que todo esto pueda llevar a una pérdida de identidad cultural pero esa es una batalla perdida y aunque se repite mucho la pregunta: ¿qué va a pasar con las identidades culturales?  Creemos que, a estas alturas, únicamente es posible una actitud de colaboración y cooperación. 
     Desde luego que existe una resistencia a la invasión, que viene de los que son muy celosos de sus tradiciones, oposición que incluso podríamos calificar de heroica, pero el signo de los tiempos es, irremediablemente, otro. 
     Es la ola, aquella de la que hablaba Alvin Toffler, ola en la que navegamos o nos hundimos. Toffler decía: "... el [mundo] no se ha extraviado en la insania y de hecho bajo el tumulto y el estrépito de acontecimientos aparentemente desprovistos de sentido, yace una sorprendente pauta, potencialmente llena de esperanza." 
     Por eso estamos aquí... porque aún hay grandes esperanzas.


sábado, 30 de mayo de 2020

Considerar el ARTE


     Tendemos, muchas veces, a perdernos en entretenidas disquisiciones respecto a la definición del ARTE, parece que encontrar una noción del mismo a nuestra medida es lo relevante. Sin embargo ─según nuestro juicio─ antes de decantarnos por la definición que más nos plazca, o que se aproxime a la concepción que del arte tengamos, debemos reflexionar respecto a la existencia de dos formas de considerar el arte, dos maneras antagónicas e irreconciliables; una, es aquella que considera el arte dentro del ámbito de «la razón», y la opuesta, para la cual el arte no está en ese territorio que marca el raciocinio.
     Mientras reflexionamos un poco sobre lo anterior, me encantaría que viesen la galería de Jan Oliehoek en "Facebook", que es, posiblemente, el más creativo de todos los manipuladores de fotografías mediante la utilización de programas de ordenador.

     También es muy interesante en siguiente vídeo:


viernes, 29 de mayo de 2020

Aquel cálido atardecer


      Quizás aún, en alguna tarde de la primavera; en aquella acera de enfrente al portalón del castillo, alguien pueda oír sus pasos ─leves, paseantes─ con un libro entre las manos o un diminuto tablero de ajedrez con agujeritos para fijar las piezas.
      Pensando ─es posible─ que la poesía es ese impulso continuado para expresar la esencia y el alma de las cosas... que la poesía es ir más allá de lo material bruto y buscar la vida y las causas de todo lo que existe.
      «La poesía es algo que anda en la calle»que decía Federico.
      A veces paraba en uno de los bancos, se sentaba un rato, repitiendo el gesto de ajustar bien sus gafas. Depositaba, cuidadosamente, el ajedrez sobre la gran plancha de piedra y arrugaba un poco el ceño sin percibir el pequeño mundo de gritos, de niños que jugaban con pelotas, cuerdas y palos, que corrían bajo la atenta mirada del jardinero, al que José Luis siempre saludaba, llamándole, con un punto de broma confiada y amable: señor Prats.
      Concentrado; otra vez en la partida contra sí mismo... O recordando la estrofa de Borges:
      "Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito."
      El señor Prats arrastraba una larga manguera chorreante y manoteaba lejanas amenazas. Unos pequeñuelos habían osado pisar su arriate. José Luis sonreía; siempre sonrisa limpia, de cordialidad y sosiego. Ajustaba, incesante, sus gafas de casi invisible montura y aprovechaba su mano para tapar el agresivo sol en su declive vespertino.
     Volvió la vista hacia la iluminada fachada de su casa; chirriante de cal.


      Recogió las piezas de la partida sin terminar, en voz baja, como recitando, comentó: "Sí, este juego apasionante desarrolla la inteligencia...", hizo una pausa considerable mientras se levantaba del banco y añadió ─ya de pie─ con un pellizco de sorna: "... para jugar al ajedrez".
      No mucho más de treinta metros le separaban de la puerta; unos hombres cruzaban la plaza en diagonal con unos cestos de mimbre negro repletos de trozos hielo y peces de la Bahía. En la parte de arriba de la calle unos arrieros empujaban con sus gritos a la fila de borriquillos con serones repletos de arena.
      Miró otra vez a la Plaza antes de entrar en la casa, como saboreando sonidos y colores. Quizás, estos ─sus versos─ le pasaron por la cabeza:
Van nuestros tiempos paralelos dando 
tumbos que los acercan, los distancian, 
los emparejan a un celeste ritmo 
en que nos vamos trascendiendo vivos.

Nuestro ayer era idéntico y no era 
el mismo, sin embargo. 
Cada uno envejece lo suyo a su manera 
y hay tardes en que acaban más lejos nuestras vidas.

Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia

martes, 26 de mayo de 2020

El nudo y las almendras


        Sabía quien me enviaba aquella carta, claro. En ella el remitente me pedía que le explicara, con palabras pero sin imágenes, cómo se hacía un buen nudo pero que fuese fácil de realizar. Me quedé un poco perplejo al leer aquella extraña petición, pero tampoco me sorprendía excesivamente sabiendo de las excentricidades del peticionario, aunque por ser buen amigo no dudé en que debería complacerle.
        Después de pensarlo bien decidí elegir el nudo que me pareció más apropiado para lo que me pedía, e intenté darle la explicación que demandaba. Le dije ─por escrito─ que tomara un cordel por uno de sus extremos y que hiciera un bucle, un lazo que estuviese un poco alejado de dicha punta para poder manejar bien el proceso. Después le indicaba que cogiese la punta cercana al bucle y que la metiera por dentro del mismo y una vez introducida en él, tenía, con ella, que rodear el firme, es decir la parte que se alejaba de la punta y una vez hecho eso debía cambiar la dirección de esa punta ─o sea, darle la vuelta─ e introducirla otra vez por el lazo pero desde arriba; puse buen cuidado en indicarle que una vez que había hecho todo esto ya estaba el nudo básicamente confeccionado y que ─únicamente─ bastaba tirar ─con algún de cuidado─ desde la punta y desde el firme (parte que se aleja de la punta sobre la que trabajamos) para que nos quedase un nudo excelente. Le señalé que, sin duda, se trataba de uno de los nudos más importantes por sus múltiples ventajas, no se afloja, no se escurre, se deshace sin mucho esfuerzo, lo que le hace muy apropiado y útil para multitud de funciones, como atar objetos, realizar aparejos móviles y muchas otras aplicaciones.
        Releí varias veces las instrucciones que le había redactado e hice algunas correcciones en cada relectura. Aunque no conforme del todo con la exposición, le envié la carta. No me entretuve en contarle nada ni en pedirle explicaciones de ningún tipo respecto a su insólita petición.
        Pasaron varios días,  y casi había olvidado el curioso episodio de la historia del nudo, cuando recibo un sobre grande con una cartulina amarillenta en su interior que en letras grandes decía:

domingo, 24 de mayo de 2020

Y si sale, sale

        Érase una vez... Bajaban abuelo y nieto la cuesta del castillo en dirección al muelle, entonces había una acera. Ambos con la manos a la espalda como era la costumbre y caminado sin ninguna prisa.  Aún quedaban unos metros para llegar al portón del castillo, el niño levantó la cabeza doblando mucho el cuello hacía atrás pues el abuelo era muy alto para la época y preguntó:
        ─Abuelo, ¿qué es "feyconstancia"? ─y añadió─, es lo que le dijiste antes a la abuela.
        El hombre levantó la cabeza riendo con ganas, cosa que no era frecuente pues él solía sonreír mucho sin llegar nunca a la carcajada. Sin mirar al niño le dijo:
        ─Son dos cosas, "fe" es una, y "constancia" la otra, son dos palabras distintas ─le aclaró.
        Con rapidez el pequeño le interpeló:
        ─Pues dime qué es "constancia".


        Siguieron caminando hacia abajo dejando atrás el taller de reparación de motores y piezas de barcos. Pasados los pertinentes segundos, que el abuelo tardaba en contestar habitualmente, le respondió mirando adelante:
        ─Si sale, sale ─y lo repitió─, si sale, sale. Y si no sale hay que empezar de nuevo.
        El niño calló, no supo qué decir durante unos segundos y cuando esos transcurrieron exclamó sin mucha convicción:
        ─¡Ah!...
        ─Si sale, sale. Y si no sale hay que volver a comenzar. Lo demás son fantasías.
        ─¿Y que son fantasías, abuelo?  ─replicó rápido.
        Estaban en la puerta de un sitio que se llamaba "El Resbaladero", el abuelo saludó a alguien que estaba en la puerta y unos pasos más allá le contestó:
        ─La fantasía es cosa que puede resultar ser un buen amigo pero también un gran enemigo ─dió la impresión de haberse deleitado al pronunciar frase.
        El pequeño tomó de la mano a su abuelo y con voz seria le dijo:
        ─¿Es como el gato negro de la abuela?...
        Colorín, colorado...


* Este relato está basado en la frase anterior atribuida al pintor francés, padre del Impresionismo, Édouart Manet (1832-1883).

jueves, 21 de mayo de 2020

Hablando con el lavabo roto

     Una niña de pocos años que estaba sentada en el escalón de una acera, jugaba con algunas piedras muy redondeadas y de colores distintos. Pasaban pocos automóviles y la puerta abierta de su casa se alcanzaba en pocos metros. A la derecha tenía un montón de escombros y sobre él había un lavabo roto que lanzaba los reflejos del sol que le incidían.
     Esas reflexiones de luz le daban en la cara y agitaba su mano tratando de espantar los rayos como si fuesen moscas.  Se acercó unos palmos a los cascotes sin levantarse, arrastrando sus pequeñas posaderas por la acera. Al llegar cerca del lavabo oyó una voz extraña que salía de allí y que exclamaba: «¡Sé muchas cosas, más de treinta años de experiencia!», la niña no se inmutó, mirando al lavabo con cara seria y labios apretados. «¿Experiencia en qué? ¿En lavar manos?, creo que eres un lavabo muy bobo», le contestó impávida. «No puedo reírme porque estoy muy roto, pero en tantos años hay mucho que ver, fíjate nada más en los cientos y cientos de pastillas de jabón que he tenido aquí, en la parte derecha», respondió el lavabo tratando de ser convincente. 


     La pequeña no se dejó amilanar: «No quiero saber nada de tus jabones ni de las manos que se han lavado en ti, no me interesa nada», levantó la voz al pronunciar las últimas palabras.
     Su mamá la llamó desde la puerta. Obediente, pero con lentitud, se dispuso a separarse de la pila de escombros. Oyó como le decía: «¡Estás hecha un asco llena de polvo! ¡Vete para el baño que ahora voy para allá!». Tomó carrera y entró en la casa.
     Cuando llegó arriba se puso delante del espejo y, desafiante, le espetó: «Tú eres el que de verdad sabes cosas, espejito, espejito». Y con autoridad impropia le ordenó: «¡Venga, empieza a contar!...»


domingo, 17 de mayo de 2020

La tensa espera día a día


     Comenzamos otra semana de encierro diabólico, no nos queda otro remedio que esperar, pero ¿esperar qué? Todos aquellos que entramos en esa clasificación de población de riesgo lo tenemos complicado. Las medidas de atenuación de la reclusión sólo nos rozan e incluso parece que a menos riesgo para los demás más peligro para nosotros.
     Me hago muchas preguntas: ¿A qué tenemos que esperar? ¿A qué tengamos una vacuna y podamos conseguir alguna inmunidad?, ¿a que todo se acomode y celebremos estar vivos?
     Cabe otra posibilidad, la de que estemos aguardando a que el virus nos coja desprevenidos ─en la larga espera─ y nos lleve a todos por delante.
     Esta mañana se me ocurría pensar en que si la felicidad ─o un moderado bienestar─ está determinada por la alegría que encontramos en nuestras tareas diarias, no hay más remedio que considerar que la situación es espinosa. Comenzar el día con un horizonte de demora y prorroga no es nada alentador.
     Pero no hay que maldecir a toda la creación por esto, no es necesario renegar de esta situación, quizás debamos reanimarla y tonificarla. Debemos mirar mucho más lejos, más allá.
     En estos momentos ─y más que nunca─ estamos enlazados con muchas otras personas con las que podemos colaborar en la lucha por conseguir mayor bienestar y edificar un mundo más sólido y mejor para todos.
     ¡Hagamos que la espera no sea inútil, hagamos que sea generosa y fructífera!

martes, 12 de mayo de 2020

El «globalismo» y el NOM


     Me sorprende como determinadas palabras ─de una manera más o menos soterrada─ nos van invadiendo y van ocupando espacio en nuestras mentes. Y lo más asombroso aún, es que las vamos interiorizando sin tener una idea clara de su significado. Una de estas palabras es «Globalismo». Del globalismo comenzó a hablarse en términos de mercado, el globalismo era un perfecto sinónimo de un mercado mundial y para todos. Después ─y en poco tiempo─ ha ido evolucionando su semántica y se distinguen varios tipos de globalismo, por ejemplo, el "globalismo de la justicia" y muchos otros e, incluso, está instalado también el denominado “globalismo del terror”.
     El vocablo se ha ido difuminando ya de tal manera que nadie sabe, a ciencia cierta, qué es esto del «globalismo». Cuando escucho esta palabra suelo vincularla a un fascismo de corte moderno y creo que no me equivoco mucho. Esta es la ideología que va a unida a ese otro concepto que es el del “Nuevo Orden Mundial”, que ahora ─debido al impacto mundial del ‘coronavirus’─ se quiere disimular tras la expresión “Nueva normalidad”.
     Es indudable que para que aparezca y exista este “Nuevo Orden Mundial” hay que eliminar el Capitalismo como modelo económico y social, que da ─según el pensamiento globalista─ demasiada independencia y libertad al individuo y no favorece el intervencionismo y el control total del Estado sobre nuestras vidas.
     Cada día podemos estar más seguros que lo que busca, y pretende, este “Nuevo Orden Mundial” ─global─ es el poder omnímodo en un planeta de esclavos felices (?).



domingo, 10 de mayo de 2020

Mi día de la marmota


     Todos los días despertamos con algún mensaje afectuoso que nos interroga sobre nuestro estado de ánimo y nuestra salud. Todo esto ha ido evolucionando. Desde los primeros días, en los que esperábamos que el confinamiento fuese una cuestión de poco tiempo, hasta la indefinición de estos momentos. Mi cuenta va por 59 amaneceres, ¿y cómo estoy ahora?
     Seguramente muchos de vosotros, mis lectores, habéis visto la película "Atrapados en el tiempo"; la han repetido mil veces en la televisión. En ella, un meteorólogo de una cadena televisiva americana, viaja ─un año más─ al pueblito de Punxstawnwey, en Pensilvania, para hacer un reportaje del famoso festival que allí se monta cada año en el llamado "Día de la Marmota". Esta es una tradición que se celebra en muchas poblaciones de los Estados Unidos y la más famosa es la de Punxstawnwey, que viene desde 1887. Allí, todos los años, cada 2 de febrero se hace una predicción de la duración del invierno basada en el comportamiento de Phil, una marmota. Dicen que si al salir el bicho de la madriguera no ve su sombra por estar nublado, se alejará de su guarida, eso significará que la primavera llegará pronto. Pero, si la marmota «ve su sombra» porque hay sol y se mete de nuevo en su boquete querrá decir que el invierno durará otro mes o más.
     En la citada película ocurre que acabado el festival, cuando el hombre del tiempo ─con su equipo─ viaja de regreso, se ven sorprendidos en el camino por un fuerte temporal que les empuja a retornar al pueblo de nuevo. Al día siguiente, al despertar, comprueba estupefacto que empieza, otra vez, el “Día de la Marmota”, ¿lo recuerdan?
     Así estoy yo, de vuelta continua al “Día de la Marmota”...


sábado, 9 de mayo de 2020

¿Eso de la "desescalada"?


     Esta mañana, en el desayuno, hablábamos sobre la “desescalada” (¡qué poco me gusta esta palabra!) por fases. El próximo lunes entramos, en algunos lugares, en la primera (¿o es la segunda?). Nos tuvimos que reír al constatar que muy pocos son los que saben qué significa estar en la fase "cero" o "uno" y qué es lo que hay qué hacer ahora. Comentamos, preocupados, la incertidumbre que tienen las personas que poseen un negocio y que no saben por dónde tirar; no tienen ni idea si los clientes volverán a acudir y tampoco saben si sus empresas tendrán la rentabilidad suficiente para seguir operando.
     Repasamos un poco los números; verdaderamente son de susto y no sabemos cuáles son las cifras verdaderas. Las reales, consideramos, que están muy por encima de las que se publican diariamente. Nos pusimos las manos en la cabeza al ver el desmesurado número de los sanitarios afectados por el 'coronavirus'.
     Desde luego lo sucedido en España es peliagudo y tiene que haber, necesariamente, unos responsables que carguen con la pena correspondiente, sería fatal que escaparan sin pagar sus cuentas; si se van de rositas sería algo terrible. También estuvimos dando un repaso a que hay muchos juristas que niegan razonadamente que esto sea un ‘estado de alarma’ y que hablan de que es, más bien, un ‘estado de excepción’, eso sí, encubierto por la propaganda manipulada.
     Vimos la catástrofe de las muertes de personas ancianas en las residencias, nos parece una especie de exterminio, ¿geronticidio? De horror, y sobre el que nadie da explicaciones convincentes. Y tampoco hay claridad respecto de la gran escasez de elementos de protección o de la mala calidad de los materiales que se compraron a toda prisa, a dudosos proveedores y con, aún más dudosos, intermediarios. Mediadores que más bien parecen una banda incontrolada de sinvergüenzas y timadores.
     También dimos un vistazo a la lista de esos asesores que ha salido ─¡por fin!─ aunque no se sabe si es oficial o no. Esos son los que han tomado ─y toman─ las decisiones; han estado ocultos, dictando decisiones trascendentes para todos. ¡Ni en China ha ocurrido esto!
     Hemos puesto también el foco en la gran cantidad de políticos ─y partidos─ que pululan por ahí buscando la oportunidad de medrar, sacar beneficios o rentabilizar el destrozo de España.
     Terminamos el desayuno (y casi nos atragantamos) comentado algunas cosas sobre el denominado “comité de reconstrucción” que es como de un chiste negro, de terroristas...

viernes, 8 de mayo de 2020

El "yo esencial" de Kimura


     Hoy Takumi Kimura estaba muy filosófico, está ─como todos estamos─ un poco harto de la situación. Él no suele hablar de política española, dice que hablar de la política de un país extranjero es una falta de respeto, pues no se tienen conocimientos suficientes para juzgar todo aquello que ocurre. Comenta que ya le es muy complicado hablar de la política del Japón y que hablar de España sería inadecuado por su parte. Llegados a ese punto le pregunté:
     ─¿Hablamos de la libertad?
     ─Sí, aunque a veces el hablar de la libertad supone fricciones con la política. Podríamos hablar de la vida y la libertad, ¿no te parece?
     Hoy tomaba una infusión muy oscura, no era su té verde habitual. Y le interrogué antes a ese respecto:
     ─¿Qué tomas hoy? Veo el vaso muy oscuro, ¿no es té verde?
     ─No. Hoy no es té, es una infusión de “cola de caballo”, así decís por aquí. En Japón comemos los brotes de esta planta en primavera como cualquier otro vegetal, el resto del año la tomamos, a menudo, como infusión. Tiene muchas minerales y vitaminas.
     ─¿Y la tomas para algo en particular?
     ─Sí, ya sabes que a nuestras edades hay que cuidar los asuntos de la próstata y de la vejiga. En mi país está recomendada para eso, aunque en realidad sus aplicaciones son múltiples y se conocen desde la más remota antigüedad.
     Cambié de tercio y dejé caer la pregunta así:
     ─¿Vivir y ser más libre?
     Me respondió con su laconismo oriental:
     ─Eso es vivir sin muchas complicaciones ─hizo una pausa larga y añadió─: ¿Sabes qué es el “yo esencial”? También le llamo “yo nuclear”
     ─He escuchado y leído esa expresión del “yo esencial” pero no llego a comprenderla del todo. Esos conceptos orientales ya sabes que son bastante complejos para nosotros.
     ─En mi país, y otros del Extremo Oriente, se nos repite mucho que no nos pongamos etiquetas y digamos cosas como: “Soy así” o “soy de aquella otra forma”. No cabe duda que cada uno de nosotros desempeña roles diferentes en la sociedad en la que vivimos. Uno persona es militar, otro es maestro y, otra, ama de casa. Y, claro, estos distintos papeles que jugamos también son nuestro «yo». Pero en nuestro interior existe otro “yo”, ese es el “yo esencial”.
     ─Entiendo pero, ¿cómo es ese otro yo, ese “yo esencial”?
     Se paró a pensar un poquito como siempre suele hacer, después siguió hablando:
     ─Todos tenemos otro yo en nuestro interior, es como otra versión de nosotros mismos, una versión más íntima, más libre, más despejada y con un mayor potencial. Se trata del verdadero protagonista de nuestra vida, es el “yo” real y auténtico que habita en nuestro interior.
     Quise que me aclarará más la idea y le pregunté:
     ─¿Y siempre somos conscientes de la existencia de ese “yo” interno?
     Miró al vacío, tardó unos segundos en responder:
     ─No. Me temo que muchas veces no somos conscientes de él... Está ahí, pero debemos despertarlo...

miércoles, 6 de mayo de 2020

Abuelos y nietos

     A veces se me entrecruzan las historias, no sé si son situaciones que viví yo con mi abuelo o se trata de momentos de que he vivido, en días recientes, con mi nieto; en realidad no importa, todos es lo mismo, se trata ─únicamente─ de esos momentos esenciales... 

LAS HORMIGAS DEL OLIVO   
     Un niño paseaba con su abuelo, ambos serios y con las manos atrás, mirando todo en derredor. Habían subido a los bancales de la abuela en donde estaban los viejos olivos. El abuelo siempre hablaba de los campos de la abuela, pues ella era la que los había heredado. 
     Contemplaban el mar ─bellísimo─ allá abajo y a lo lejos.  Al entrar en el bancal el terreno se hizo pedregoso, y el abuelo cogió de la mano al niño para evitar que tropezara y cayese.  Llegaron delante del olivo más viejo, y se pararon allí. Había un gran silencio, seco silencio de verano mediterráneo en el campo.  El niño esperaba paciente alguna indicación o palabra, pasaron más segundos y el abuelo susurró: «Retorcido... retorcido... retorcido... retorcido...», lo decía como hablando consigo mismo.  El pequeño lo miró extrañado y también miró al olivo. El árbol era enrevesado como una gárgola del maligno; torturado. «Nuestro país es retorcido, se ve muy bien desde el aire», dijo eso mirando y señalando al cielo.

     Ahora dirigieron los ojos al mar que parecía pequeño y lejano: «Me gusta más el mar, me gusta más el mar...», repitió con voz ensoñada. «¿Por qué abuelo? ¿Por qué?» le preguntó el niño.
     Nunca contestaba pronto, hacía pausas a las que el nieto ya estaba acostumbrado.
     «El mar es un gran espacio para los sueños», dijo. El niño no supo qué responder y se encogió de hombros.
     Otra vez el olivo. Miles y miles de hormigas surcaban sus hendiduras e infinitos canales, se movían rápidas, cada una sabía su fila y su camino. Había varios hormigueros al pie del árbol y rodeaban su tronco.
    «Abuelo, ¿por qué hay tantas hormigas en el olivo?», preguntó otra vez el niño. Su abuelo devolvió la mirada al mar, le daba el sol en la cara y su pelo ─muy blanco─ plateado le brillaba. Tardó un poco, como siempre, en contestar: «Este invierno lloverá mucho... lloverá mucho... lloverá».


viernes, 1 de mayo de 2020

Unas notas sobre economía


     Muchos de mis amigos me preguntan sobre economía, sobre qué puede ocurrir. Suelo comentarles que ser doctor en economía (y hay, quizás, demasiados) no es poseer ninguna bola de cristal y adivinar el porvenir. En realidad saber un poco de economía significa tener un ramillete de datos y elementos que después conjugamos según los propios criterios y conocimientos, pero no se puede asegurar nada. Ya saben ustedes la frase sardónica que dice que un economista es un especialista que predice una cosa y después sabe explicar ─con enorme convicción─ por qué no sucedió aquello predijo.
     Voy a intentar, con toda la frecuencia que pueda, escribir algunas notas sobre economía para mis amigos, pero ─como Pilatos─ me voy a lavar mucho las manos; no hay más remedio.

PRIMERA NOTA ECONÓMICA:
     Hoy un amigo me hacía una pregunta interesante, me interrogaba respecto a cómo será la recuperación de nuestra economía. Una pregunta peligrosa que vengo haciéndome desde hace bastantes días: ¿Cómo será la recuperación?
     Le dije, como pronta respuesta, que esa recuperación va a depender de muchos factores ─eso siempre, no existe un único factor cuando hablamos de temas económicos complejos─ pero le respondí que, quizás, el parámetro más relevante en esta situación sea el del tiempo que se tarde en tener una vacuna o un tratamiento fiable para erradicar el Covid19. Le comenté que creo que mientras no haya una solución a la pandemia poco se puede esperar. Cuando estemos ubicados en eso que se ha dado en llamar "nueva normalidad" (expresión que me aterra), no os quepa duda de que esa anómala normalidad será un mundo de confusión y conflicto que impedirá que los motores económicos funcionen a tope de rendimiento. Y claro, cuanto más persista esta situación, más paro y más destrucción de riqueza habrá. Eso traerá una consecuencia clara y será la de que el PIB tardará mucho más en desahogarse y poder subir. Lamentablemente esa desgracia ocurrirá aunque se logre el control de la pandemia.
     Hay también un parámetro de enorme importancia que tiene una influencia especial en esto que he dicho y es el de nuestra atroz deuda.