martes, 26 de mayo de 2020

El nudo y las almendras


        Sabía quien me enviaba aquella carta, claro. En ella el remitente me pedía que le explicara, con palabras pero sin imágenes, cómo se hacía un buen nudo pero que fuese fácil de realizar. Me quedé un poco perplejo al leer aquella extraña petición, pero tampoco me sorprendía excesivamente sabiendo de las excentricidades del peticionario, aunque por ser buen amigo no dudé en que debería complacerle.
        Después de pensarlo bien decidí elegir el nudo que me pareció más apropiado para lo que me pedía, e intenté darle la explicación que demandaba. Le dije ─por escrito─ que tomara un cordel por uno de sus extremos y que hiciera un bucle, un lazo que estuviese un poco alejado de dicha punta para poder manejar bien el proceso. Después le indicaba que cogiese la punta cercana al bucle y que la metiera por dentro del mismo y una vez introducida en él, tenía, con ella, que rodear el firme, es decir la parte que se alejaba de la punta y una vez hecho eso debía cambiar la dirección de esa punta ─o sea, darle la vuelta─ e introducirla otra vez por el lazo pero desde arriba; puse buen cuidado en indicarle que una vez que había hecho todo esto ya estaba el nudo básicamente confeccionado y que ─únicamente─ bastaba tirar ─con algún de cuidado─ desde la punta y desde el firme (parte que se aleja de la punta sobre la que trabajamos) para que nos quedase un nudo excelente. Le señalé que, sin duda, se trataba de uno de los nudos más importantes por sus múltiples ventajas, no se afloja, no se escurre, se deshace sin mucho esfuerzo, lo que le hace muy apropiado y útil para multitud de funciones, como atar objetos, realizar aparejos móviles y muchas otras aplicaciones.
        Releí varias veces las instrucciones que le había redactado e hice algunas correcciones en cada relectura. Aunque no conforme del todo con la exposición, le envié la carta. No me entretuve en contarle nada ni en pedirle explicaciones de ningún tipo respecto a su insólita petición.
        Pasaron varios días,  y casi había olvidado el curioso episodio de la historia del nudo, cuando recibo un sobre grande con una cartulina amarillenta en su interior que en letras grandes decía:

2 comentarios:

  1. Ahhhh. No hay nada más útil al hombre que el arte de las cosas inútiles... Me ha encantado el broche final...

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