Mi
amiga Briseida se debe de levantar muy temprano, esta mañana me
llamó unos minutos después de las siete. Aún somnoliento escuché
sus disculpas porque ayer se tuvo que marchar con prisas y no pudo
seguir charlando conmigo. Le contesté ─como pude─ que el tema
que estábamos tratando me parecía apasionante y que estaba deseando
seguir hablando de todo eso. Y no sé cómo me salió, pero le
pregunté si todavía seguía esquiando. Escuché sus risas y me
respondió que ya no estaban sus huesos en condiciones de resistir
una caída; que la nieve le encantaba y desde sus ventanas veía las
montañas cuando se volvían blancas, pero que ya no esquiaba. Me
dijo que algunas veces siente una necesidad perentoria ─e
irresistible─ de subir a la montaña y se marcha allá con algunos
amigos, pero que ya no se puede poner los esquís.
Luego
comentó que estaba aterrada con lo que sucedía en España, que aquí
sólo se hablaba del coronavirus y poco más. Me explicó que había
visto algo una televisión y escuchado algunas emisoras de radio y
todo era coronavirus. Entonces me preguntó:
─¿Tú
sabes quién es Jon Rappoport?
─¡Ni
idea! ─contesté rápido.
─Jon
Rappoport, es un periodista de investigación norteamericano, fue
nominado hace años al premio Pulitzer.
─¿Tiene
algo que ver con el “globalismo”, el “NOM” y todo eso? ─le
pregunté poniendo cara de sorpresa.
No
tardó en su respuesta ni un segundo, diciéndome:
─Rappopot
ha sido amenazado de muerte en varias ocasiones por sus
investigaciones sobre un presunto fraude en la industria farmacéutica
norteamericana. Sus dudas comenzaron cuando leyó un trabajo,
publicado en el año 2000 en el Boletín de la “American Medical Association”
por la Dra. Barbara Starfield. El artículo se
titulaba: “¿Es la salud de los Estados Unidos realmente la
mejor del mundo?”. La doctora Starfield afirmaba que el sistema
sanitario de los Estados Unidos mataba a 225.000 personas al año, de
las que 106.000 morían por la acción de medicamentos que estaban
homologados por la FDA (“Food and Drug Administration”).
─¡Eso
es muy fuerte! ─exclamé.
─Sí,
sin duda ─afirmó Briseida─. Los resultados de las indagaciones
de Rappoport, daban que la FDA había aprobado la utilización de
medicamentos a las empresas farmacéuticas, sabiendo que eran
tóxicos. Es muy relevante el caso de los laboratorios Merck, único
fabricante autorizado por la FDA para vender la vacuna contra la
parotiditis (paperas) en los EE.UU. En el 2010 dos virólogos que
habían trabajado para los laboratorios de Merk presentaron una
demanda contra empresa.
─¿Entonces
falseaban datos para que pareciese eficaz su vacuna contra la
parotiditis?
─Sí,
eso mismo. Las ventas totales de ese medicamentos supusieron más de
27.000 millones de dólares de beneficios. Ten en cuenta que esa
vacuna fue aprobada hace casi 60 años.
─Bueno,
¿y eso que tiene qué ver con el “globalismo”?
Briseida
sonrió con la certeza de que me estaba sorprendiendo mucho con sus
planteamientos:
─Mira,
desde la visión “globalista”, esto tiene un significado claro:
para que estas maniobras malvadas salgan adelante, la población de
un país, o la del mundo, debe ser sometida a un estado incondicional
de obediencia. Jon Rappoport está seguro de que hay lazos de unión
entre esta obediencia sumisa y los objetivos generales de la Agenda
Globalista en conexión con una especie de mafia, un cártel,
médico-farmacéutico a nivel mundial. ¿Tan difícil lo ves?
─No
lo veo difícil, creo que es así. Pero es duro ver la realidad. Te
contaré una pequeña historia. Yo tenía un colega y amigo ─un
tipo tremendamente racional y lógico─ que había visto levitar a
una persona varias veces. Él juraba y perjuraba que era verdad, que
había visto al individuo levitar y estaba totalmente convencido de
ello. Entonces le pregunté, “¿esto no cambia en nada tus
creencias?” Y él me contestó: “Prefiero no creer en lo que, sin
ninguna duda, he visto. Así no tengo que replantearme mis creencias
y cambiar mi vida”. ¿No nos pasa un poco eso a todos?
Mi
amiga se quedó pensativa sin perder la sonrisa. Luego añadió:
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