domingo, 23 de agosto de 2020

Dotada para el color

     Según mis cálculos este artículo lo escribí en 2010, ¡ya hace diez años! ¡Qué barbaridad! ¡Es asombroso ver cómo pasa el tiempo! Paloma Albarrán es ya una pintora muy hecha, pero siempre ─y constantemente─ en evolución. Día a día nos enriquece con nuevas creaciones y dominio de técnicas. Sus pinceles y colores han madurado mucho desde entonces. Aunque hay algo que permanece como un invariante en su arte y es una enorme ─y apabullante─ pasión, incluso pintando unos inocentes pollitos.



«Bendita sea la paleta por el
placer que ofrece; […] es en
sí misma una “obra”, más hermosa,
en realidad que muchas obras.»

Vasili Kandinsky

Dotada para el color
     El color es puro misterio que se rebela en contra de su definición, es pura experiencia personal, subjetiva, que en la intimidad de la mente juega con la luz y el objeto que recibe. No es región de fácil conquista, territorio ilimitado de fronteras rotas, quizás situado en algún lugar en donde las ciencias y las artes confluyen. Las formas no existen por sí mismas ─ni para sí mismas─ y sólo expresan su existencia mediante brillos, ambiente, tonos... y por la luz que las inunda. En la obra de Paloma Albarrán no se pinta la forma, ella cubre el lienzo de luces y sombras, más luces que sombras, con ellas genera una acción creativa y las formas aparecen y se manifiestan; emergen, como actores de un escenario, que trasmiten al publico que las contempla, todo un cúmulo de sensaciones.
     La luz y el color son herramientas que utiliza con soltura aunque, a nuestro juicio, debe avanzar más en el estudio de la obra para crear más interdependencia entre las formas, los objetos y las figuras y evitar la falta de relación del conjunto en su integridad. Quizás también ─nos atrevemos a adivinar─ que en la obra de Paloma Albarrán existen algunas añoranzas no asumidas de las maneras representativas clásicas con lo cual se produce una peculiar hibridación entre esas añoranzas representativas y las exigencias de un arte formal volcado en los propios problemas estéticos, color, composición, etc.
     Su pintura ─aunque se trate del “Cristo de los Estudiantes” como en este caso─ está fuera de contenidos doctrinales, su intencionalidad se expresa en el deseo de abarcar la luz y no la forma, de “impresionar” en la forma más pura. Paloma ama el impresionismo, en todos sus trabajos se desenvuelve en él, pero no rehuye, y pone su atenta mirada, en el arte puramente conceptivo.
     Paloma A., probablemente, nos irá sorprendiendo cada vez más con su gran capacidad para observar, analizar y pintar lo que ella “ve” y no lo que cree ─o sabe─ que es, aquello en lo que posa su escrutadora mirada de artista.
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia



No hay comentarios:

Publicar un comentario