Paseaba cabizbajo por un sendero estrecho del parque, escuchaba una emisora de radio con los auriculares puestos, todo son noticias desagradables, es difícil atisbar alguna que sea esperanzadora. Iba a paso lento; quise dejar de oír dramas y miserias y comencé a quitarme el auricular derecho, en tal instante me rozó la mano algo como una hoja de papel o un trozo de bolsa de plástico que caía, voló un poco más con el tenue viento y se posó a poco más de tres metros por delante.
No era ni plástico ni papel, era una hoja otoñal. La miré y me agaché a cogerla; grande como la palma de mi mano, quizás más. Seca, con mil agradables tonalidades de naranja y marrón. Su forma enseguida me recordó a la figura que hay en bandera de Canadá (qué casualmente había visto días antes). Una hoja de arce. Giré el cuerpo intentando ver un árbol con aquellas hojas por alrededor; seguí escudriñando árboles por allí durante un buen rato. No vi ningún arce ni nada parecido. Había palmeras de dos o tres tipos, algunos eucaliptos agrupados a unos veinte o treinta metros de distancia y, por supuesto, pinos, bastantes pinos, pero ningún arce ni nada que se le pareciese. Nada, ni uno...
¿De dónde venía aquella hoja perdida? ¿Quizás algún pájaro la llevaba en su pico y la dejó caer?
Me encantou seu relato...a natureza se manifesta de muitas formas e nos chama atenção.
ResponderEliminarObrigada! Um grande abraço.
228 palabras, bien.
ResponderEliminarMe encanta, el otoño es una estación que me encanta, y tu escrito es otoño total.
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