Un poco es así, escribir es jugar a hacer malabarismos con las palabras. Las tenemos encima dando vueltas y vueltas, agitadas y violentas, hasta que en cierto instante, por cualquier accidente fortuito, caen sobre el papel. En la superficie blanca del folio pueden yacer ordenadas, a veces, hermosas y sensatas. En otras ocasiones ─las más─ prensamos el papel, lo apretujamos y lo arrojamos a la papelera con algo de desolación en nuestra mirada.
¿Y con impotencia? Sí, con impotencia también.
Pensaba en las palabras que me gustan, y en esas otras que no me agradan y que evito utilizar. ¿Sabéis una que me encanta? 'Inefable'. Con ella puedo expresar lo indecible, lo impronunciable o lo inenarrable. Es todo eso que no puede ser explicado con palabras. Y, observad, también tiene un sesgo de genial o divino.
De algunas no me gusta su constructo pero sí, y mucho, su significado. Cito 'nefelibata', ¡me parece horrible! Sin embargo nos define a un soñador, a uno de esos seres necesarios y fascinantes que escapan de la realidad con su mochila de sueños a la espalda.
Hace unos días descubrí ─y apunté─ el término 'petricor' (¡horrendo también!) que pretende condensar una expresión tan bella y sugerente como “olor a tierra mojada”. ¿Quién será capaz de hacerlo?
(Afortunadamente aún no la han metido en el diccionario: petricor.)
Me gusta, original y un poco extraño. La última palabra ni la conocía.
ResponderEliminar¡Qué bonita comparación de malabarismos con las palabras, para definir el arte de escribir!
ResponderEliminarAsí aprendo también alguna palabra nueva!!!
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