Os juro que es verdad. Hace poco tiempo salí a pasear al parque muy temprano, cosa que suelo hacer con frecuencia. Aún era de noche. Antes de llegar al final me senté en uno de sus bancos al lado del río; iba absorto en múltiples pensamientos que cruzaban mi cabeza. Entonces ─y no habían pasado muchos minutos─ observé que una mujer se acercaba hacia dónde yo estaba, pensé que quizás me había estado siguiendo. Aunque se movía con cierta dificultad, su porte era imponente, de gran estatura.
Con las primeras claridades del amanecer vi su cabello largo, aunque grisáceo, creo que bien cuidado y el balanceo suave con cada paso que daba. Se paró a un metro de mí. Su rostro mostraba arrugas que no eran demasiado pronunciadas, lo suficiente para contar historias y experiencias vividas. Era una mujer mayor, con ojos claros rasgados. Mostraba una tenue sonrisa difícil de definir, pero que transmitía una mezcla de sabiduría y melancolía; no sé exactamente qué.
Le dije inquieto:
─¡Buenos días!
La mujer vestía de manera peculiar, con prendas que combinaban diferentes estilos y épocas. Su atuendo era una amalgama de colores y texturas, con capas superpuestas y accesorios que parecían tener una historia propia. Pero, a pesar de la extravagancia, todo en su vestimenta se unía de manera armoniosa, como si cada pieza fuera cuidadosamente elegida para transmitir un mensaje oculto.
Creo que notó cierto desasosiego en mí y me preguntó:
─¿Juegas o no?
Sobre su cabeza reposaba una gorra tipo francés, agregando un toque final a su aspecto enigmático. La gorra, desgastada por el tiempo, mostraba señales de aventuras pasadas y mundos recorridos.
Un poco confundido y divertido a la vez, miré a alrededor como buscando un tablero de ajedrez cercano, pero no había ningún tablero a la vista.
No obstante, e intrigado por la pregunta, le respondí con algo de humor y sorpresa:
─¡Ah! ¿Pero me toca a mí?
La extraña mujer sonrió y asintió.
─Exactamente, amigo. A veces, en la vida, nos encontramos inmersos en situaciones complicadas o tensas, pero olvidamos que siempre tenemos alguna pieza poderosa que podemos mover.
Reflexioné unos instantes, cerrando los ojos, sobre aquellas palabras.
A menudo todos nos encontramos atrapados en una situación conflictiva. La tensión se nos acumula día tras día, y eso comienza a afectar a nuestro bienestar emocional y a nuestra salud. Posiblemente, al mover esa pieza pendiente, se podrían encauzar las situaciones de tensión y restablecer la normalidad.
Abrí los ojos y me dispuse a responderle, pero la mujer ya se alejaba hacia la parte del puente. Respiré profundamente y pensé que nuestras vidas están llenas de situaciones en las que podemos tomar la iniciativa y mover una pieza para encontrar la armonía y la paz. No se trataba de competir contra otros ni de luchas extremas, sino de buscar soluciones para resolver los conflictos internos y externos que nos rodean.
Me levanté lentamente del duro asiento.
Posiblemente debemos asimilar bien que cada movimiento importa y que ese movimiento tiene el poder de influir en el resultado.
Vamos a mover la pieza de hoy.
Me gusta tu escrito, porque es una realidad, durante la vida, cada vez que tomamos una decisión (movemos una pieza) condiciona todo lo que vendrá después. 😘😘👏👏👏
ResponderEliminarMe ha venido muy bien tu escrito. Me siento reflejada.
ResponderEliminarÚltimamente la vida me ha puesto ante varias encrucijadas difíciles. Intentaré mover bien mis piezas.
Muchas gracias.
Casi todos hemos tenido que afrontar un dilema moral en nuestras vidas y, tu amigo Ignacio, lo describes tan bien que, nos lo ha hecho presente. Fantástico.
ResponderEliminarPero es tan difícil escoger la pieza que vas a mover!!!
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