lunes, 26 de octubre de 2020

«Desde 1850»: Lino Enea Spilimbergo

     Llegué un poco tarde aunque me habían avisado con tiempo. En la amplia sala de estar de la casa de Gustavo y Elisa estaban, además, Lina y Aurora. Aurora es una joven de espléndido criterio artístico y de gran formación intelectual. En el momento de mi llegada estaban riendo por algo que les había contado el anfitrión. Después de aceptar mis disculpas por mi involuntaria tardanza fui informado de que las risas procedían de las respuestas que Gustavo había dado a una pregunta de Aurora. Le había interrogado sobre esa clase peculiar de público que entra en un museo o en una galería de arte pretendiendo hacerse pasar por un experto o entendido.  Gustavo les había contado que para los profesionales del mundo del arte era fácil conocerlos pero que los había con tal despliegue de habilidades que eran casi de admirar.  Dijo que aquellos que intentaban pasar como entendidos, y cierto éxito en la impostura, tenían dos virtudes básicas, una de ellas era su capacidad de lanzar faroles ─como un buen jugador de poker─ y la otra, que eran conscientes de que la tarea era delicada y exigía una buena memoria e inversión de tiempo. Las risas surgieron cuando Gustavo les había realizado una pequeña dramatización de las posturas que adoptaban cuando se situaban frente a una obra; se paraban a una cierta distancia, fruncían los labios como en actitud de profunda reflexión, se alejaban un poco otra vez, para después acercarse entrecerrando los ojos y comentar algo en bullshit y aprendido de memoria la noche anterior:  "Creo que en esta pieza confluyen influencias tan diversas como de Roy Lichtenstein y Francis Bacon, aunque con  nuevas variaciones que se sintetizan a partir de significados opuestos".

     Elisa también añadió que un verdadero simulador debe esforzarse en pronunciar muy bien los nombres de los artistas extranjeros pues si lo hacen mal eso les delataría inmediatamente. Nos dijo que la capacidad de engaño de esta gente estaba muy en relación a la cantidad de frases-tipo que tenían almacenadas en su memoria y, claro, también en la capacidad de colocarlas en el momento más adecuado y oportuno.

     Gustavo nos dijo que en los museos tradicionales a él le hacían sospechar aquellos individuos que sin venir muy a cuento decían algo así como: "Me encanta la Italia del Renacimiento; los artistas: Brunelleschi, Masaccio, Tiziano, Donatello... ¡realmente me conmueven!".

     Aurora hizo la siguiente observación:

     ─Imagino que actualmente con Internet estos impostores tendrán más fácil su tarea, ¿no?

     ─Cierto ─afirmo Gustavo─ ahora suelen buscar algún hecho poco conocido sobre el artista de que se trate y cuando lo sueltan suelen impresionar a su público, y claro nadie sabe que eso es lo único que saben de ese artista. ¡Ah! También son muy buenos en dar una larga cambiada cuando la conversación se hace oscura y compleja para ellos, entonces maniobran en la conversación para cambiar el tema y dicen algo así: "Sí, por supuesto... que me recuerda a ..." y desvían el asunto.

     Le dije que había sido muy de mi agrado la tertulia que dedicamos hace unos días a Cándido Portinari y que me gustaría conocer a algún otro gran pintor iberoamericano.

     ─¡Vale! ─exclamo Lina─ Vamos a ver a otro, así dejamos un poco de lado a tanto alemán y a tanto anglosajón.

     ─Yo apuesto por Lino Enea Spilimbergo ─propuso Elisa.

     Gustavo hizo un gesto aprobatorio y dijo:

     ─Spilimbergo, sí, interesante. Pintor importante, también muralista, grabador, litógrafo. Gran dibujante, de trazo suave, sutil, de fina sensibilidad. Su obra es todo un trayecto por lo humano. Rostros, figuras, que a veces discurren por paisajes arquitectónicos. Creo que nació en Buenos Aires hacia finales del siglo XIX.


     Aurora intervino y comentó lo siguiente:
     ─Conozco algo de Spilimbergo (1896-1964), me gusta. Sus primeras obras respondían al típico lenguaje naturalista y se inclinaba por representar áridos y desolados paisajes y personajes humildes de las tierras interiores de Argentina. Efectivamente ─miró a Gustavo─ se dedicó mucho a la figura humana, a los retratos, a la naturaleza muerta y al paisaje. Sin olvidar las escenas de crítica social.
     ─Recuerdo que se le citaba mucho como pintor que siempre desconcertó a la crítica ─añadió Elisa─ y se le adjudicaba una especie de doble personalidad. Una que era en su obra arrebatada, lírica, sensual y espontánea y otra personalidad rígida, académica, deliberada y mental.

     En ese momento Lina exclamó:
     ─¡Cuánto sabéis! ¡Me tenéis agobiada! Es la primera vez que escucho hablar de este pintor y resulta que vosotros lo conocéis todo, ¡que barbaridad!
     Nos reímos de su cómica intervención y traté de animarla diciéndole que yo tampoco sabía nada de este artista al que tanto parecían ellos conocer.
     Gustavo observó:
     ─Lo extraordinario de este artista es que su obra no era extrema; ni abstracta ni clásica y también estaba exenta de sensibilidades barrocas, todo coexistía en él, era una hermosa combinación de todo. 
     A mí me parecía que además de lo que expresaba Gustavo, en sus obras se veía algo patético, algún drama oculto, de sentimientos encontrados.
     Regresé a casa, la luna era enorme y parecía sonreír; se me ocurrió una pregunta inoportuna: ¿sabía sonreír Spilimbergo?
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia

Vídeo de YouTube con algunas obras de Spilimbergo: 

domingo, 25 de octubre de 2020

«Desde 1850»: Cándido Portinari

     Ayer estuve cenando con Gustavo y Elisa, resultó una velada estupenda, ellos son unos excelentes conversadores y la charla fue muy fluida. Hablamos de tantas y tantas cosas que ahora sería muy difícil para mí recordarlas todas, por supuesto que el tema central era el arte contemporáneo, su mundo y sus peculiaridades. Además Gustavo estaba de un socarrón subido y con sus exageraciones (¿o no?) reímos con placer.

    Me impactaron muchos de los asuntos sobre los que nos habló, ahora recuerdo algo referente a las subastas, vino a decir que una subasta era el lugar en donde el arte abandona su virginidad, el sitio en el cual ─finalmente─ el arte pierde toda la pretensión de ser algo con un valor abstracto y se desvela, con meridiana claridad, que el objetivo final del arte es comprar y vender. Señaló también un objetivo secundario ─pero muy significativo─ que es el de incrementar el valor de la obra de un artista. Dijo que si una obra no se vendiese, el prestigio de un artista se vendría abajo, esta posibilidad lleva a negociaciones y arreglos para que la obra sea comprada, incluso con el propio capital del artista, si ello fuese necesario.
    Le pregunté sobre qué artistas de los que había conocido a lo largo de su vida le habían impresionado más, y me respondió que le impresionaban más antes de conocerlos, y que una vez que los conocía todos perdían su "capelo cardenalicio". Así lo dijo. Después añadió que a los artistas que realmente admiraba no había tenido ocasión propicia para conocerlos. Comentó que a uno que le habría encantado conocer fue el primer pintor suramericano que expuso en el MoMA de Nueva York  en 1940.
    ─¿Quién fue ese? ─le pregunté rápidamente.
    Elisa no dejó escapar la ocasión y me replicó:
    ─El brasileño Cándido Portinari.

    ─Sí, cierto ─añadió Gustavo─. Portinari es de los artistas que me hubiese gustado conocer, nació en 1903 en Brodowsky un pueblo brasileño al noroeste de Sao Paulo. Se le clasifica como del movimiento "realismo social". En cierta manera es un pintor con amplias resonancias españolas, al inicio de su carrera recibió una gran influencia del español Ignacio Zuloaga, y también del escultor y grabador sueco Anders Zorn. Los estudiosos de su obra coinciden en declarar que en algunos de sus retratos se manifiesta el influjo de Amedeo Modigliani. Portinari también conoció muy bien la obra de Pablo Picasso; el Guernica fue la obra que más le marcó.
    Me sentí conmovido cuando me mostraron algunas láminas de sus cuadros. Elisa intervino para decir que procedía de una familia de inmigrantes italianos, y que con su obra se había convertido en cronista de la cruda y dura realidad que se vivía en las explotaciones cafeteras, él decía que en aquellos campos "los pies grandes y deformes de los labradores, semejantes a mapas, son siempre capaces de contar historias".


    Su pintura es muchas veces descarnada en la denuncia de la injusticia social, aunque siempre resulta cálida y emotiva, de gran riqueza de colorido y con composiciones muy atractivas. Portinari supo recoger de forma magistral la vida y los padecimientos de aquellos personajes que solía representar en movimiento.
     Les dije que en su obra me parecía palpar algo de sentimiento religioso y Elisa respondió:   

     ─Es cierto, no te equivocas, en muchas de sus obras y junto a todo el paisaje humano que nos muestra, hay un fervor religioso al que supo revestir de matices de protesta. En realidad esto conformó toda la temática de su obra, proyectada, principalmente, a través de murales y basada en un dominio asombroso de la composición y del dibujo.
     Gustavo añadió el siguiente e interesante comentario:
     ─A pesar de esas acentuadas características religiosas, a las que alude Eloisa, tuvo enormes dificultades para que algunas de sus obras más importantes fueran aceptadas por las clases más conservadoras del Brasil. Eso es lo que sucedió con el mural dedicado a San Francisco de Asís en la iglesia de Pampulha, diseñada por el famoso  arquitecto Oscar Niemeyer; la estética de Portinari fue tachada de demasiado impía y las autoridades eclesiásticas impidieron la consagración del templo durante cerca de veinte años.
    ─Sí ─afirmo Elisa─ al artista debemos la decoración de varios edificios religiosos, recuerdo la obra Vía Crucis en la catedral de Belo Horizonte, y las magníficas pinturas de la iglesia de Minas Gerais realizadas en 1944. Añadiría ─siguió diciendo Elisa─ que su estilo pictórico en sus principios era bastante tranquilo y sosegado, después evolucionó hacía momentos de un intenso expresionismo dramático para pasar, al final, a efectos mucho más sobrios.

     Cándido Portinari murió, enfermo, intoxicado por el plomo de las pinturas con las que trabajaba, con 59 años en 1962. Abandonó el mundo como uno de los más grandes pintores del siglo XX. Sus obras están presentes en lo principales museos del mundo, habiendo recibido reconocimientos tan importantes como la Legión de Honor en Francia o el Premio Guggenheim en los Estados Unidos. Ningún otro artista de Brasil había gozado antes de tanta admiración ─y tan generalizada─ en el extranjero.
    Me marché tarde a casa, iba cansado como mal noctámbulo que soy. Recordé a Nena y a Lina, pero... ¿les habría gustado Portinari?
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia


viernes, 23 de octubre de 2020

Si me coge un día malpensado...

     

     Si me coge malpensado entonces creo que hay una premeditada política de exterminio de los viejos por parte de un gobierno criminal, y si es un día que estoy en plan biempensante creo que estamos gobernados ─a todos los niveles─ por una partida de inútiles irredentos.

     Llevamos, mi esposa y yo, desde el miércoles día 14 de octubre intentando vacunarnos contra la gripe y aún no lo hemos conseguido y esto comienza a ser desesperante. Pertenecemos, como funcionarios jubilados a Muface, el día citado me dijeron ─en el centro de vacunación que nos tocaba─ que no habían llegado las vacunas y que debíamos esperar hasta el viernes 16 o hasta el lunes 19. El horario previsto era de de 11:30 a las 13:00 h, en la mañana y de 18:00 a 21:00 por la tarde. Acudimos por la mañana antes de la hora de apertura y había algo de caos organizativo y mucha gente esperando, eso sí, con mucha mascarilla y poca distancia de seguridad. Al poco informaron que las vacunas para los de Muface-Adeslas no estaban disponibles y que volviésemos al siguiente viernes de 23, hoy. Nos pusimos en una enorme cola dispuestos a lo que hiciera falta, después de una hora y dieciséis minutos de espera entre sol y sombra, estábamos casi en la puerta y a punto de hacernos con el ansiado número, entonces nos sale una señorita menuda diciéndonos que sólo queda una vacuna para mayores de 65 años y que todos los que allí estábamos teníamos que volver a la tarde (con incertidumbre de si había o no había vacunas) o, en último caso, el lunes 26 si es que estas llegaban, cosa de la cual no daban ninguna certeza.

     Regresamos a casa indignados pensado en un gobierno criminal que se había apoderado de las vacunas y que por eso escaseaban tanto. Con lo fácil que hubiese sido, como se hacía en años anteriores, poder comprarla en la farmacia. Pero estos “genios” de la política han decidido más intervencionismo y así fastidiar más a la gente.

     Comentamos que si este desastre organizativo se produce con la vacuna antigripal, que se la pone mucha menos cantidad de gente que la que, presumiblemente, se tiene que vacunar (claro, cuando haya vacuna) contra el Covid19, podemos presagiar ─con bastante antelación─ un desastre de considerables dimensiones.

     Aunque no sé si llegaremos a verlo...

miércoles, 21 de octubre de 2020

«Desde 1850»: Edward Hooper

     Aquella mañana quise dar un paseo por el parque cercano a casa, había una muestra de esculturas de un autor local desconocido. Eran piezas parecidas a erizos, construidas con barras de hierro ─unas de sección cuadrada y otras redondas─ de algo más de un centímetro de espesor que salían de un amasijo de tuberías retorcidas de un diámetro un poco mayor, todo ello sobre un soporte de piedras amontonadas. Ya me iba cuando me encontré a Nena y Gustavo que también habían estado conversando, paseando y viendo aquellas obras. Le pregunté a Gustavo qué le había parecido y el gesto de Nena fue más rápido; me quedó muy claro que no les había gustado la exposición.

    Siempre me gusta interrogar a Gustavo sobre conceptos artísticos, es curioso, tiene gran habilidad para dar respuestas sorprendentes y simples, a interrogantes que pueden parecer complejos. Saliendo del parque le dije:
    ─¿Qué es para ti una obra de arte?
    Seguía mirando hacia adelante y tardó unos segundos en contestar. Nena se quedó también expectante a la espera de su respuesta.
    ─Sí se trata de pintura o de escultura, una obra de arte es la que puedo estar mirando más de un cuarto de hora, varias veces, y que siempre me enriquece y me hace pasar un rato cautivador. Cuando paso de soslayo ante alguna creación artística está claro que no significa nada para mí. Posiblemente es sólo mi intuición lo que cuenta en este asunto.
    ─A mí me pasa igual, estoy totalmente de acuerdo ─añadió Nena con un ligero toque de vehemencia.
    Comentó también que se iba al día siguiente después de esos días con Elisa y Gustavo y que trataría de preparar su temporada de verano en Sancti Petri.
     ─¿No pasaréis por el Thyssen-Bornemisza para ver la muestra de Hooper─indudablementeme refería a la exposición del célebre pintor norteamericano Edward Hooper que tendrá lugar en el citado museo desde el 12 de julio hasta mediados de septiembre.
    ─Sí, la visitaré. Hooper me entusiasma aunque conozco casi toda su obra, en ellas puedo consumir muchos períodos de más de un cuarto de hora ─dijo aludiendo a lo que había declarado antes─. A Elisa también le encanta ─añadió.
    ─Yo no lo conozco pero intentaré visitar la exposición, es posible que entre julio y septiembre deba ir a Madrid al menos dos veces, buscaré un hueco ─dijo Nena.

     Gustavo nos describió con mucha precisión el cuadro de Edward Hooper(1882-1967)  titulado "Faro en Two Lights", situado en un promontorio y con perspectiva vista desde abajo, ya que así se percibe con una sensación de grandeza. Decía que el artista eligió un momento del día preciso, con la luz especial de las primeras horas de la mañana cuando el sol bajo proyectaba largas sombras ─decía Gustavo que ese efecto le recordaba mucho a Giorgio de Chirico.
     Nos contó que para Hooper era esencial buscar esos instantes en los que se generaban alargadas sombras provocando sensaciones de serenidad pero también de melancolía y aislamiento. 

    Otra de las obras preferidas de Gustavo era "Los halcones de la noche", pintada en 1942 mientras EE.UU. estaba en guerra; están representadas cuatro personas ─el empleado de una cafetería y tres clientes─ en la noche. Nos indicaba que el contemplador del cuadro siente como si fuese un voyeur, un mirador furtivo, rodeándose todo de un cierto misterio. Quizás esta sea también la obra más famosa del artista.
    Nena preguntó:
    ─¿En qué movimiento o estilo podría encuadrarse?
    ─Difícil asunto ─respondió Gustavo─. Yo le he llamado siempre "Realismo de época". En América a su estilo lo denominaban "Regionalismo" o incluso lo enmarcaban en un estilo genérico al que le decían de "Escenas estadounidenses".  Prefiero el mío: "Realismo de época".
    ─¿Una especie de costumbrismo quizás? ─pregunté con cierta indecisión.
    ─Pues no creas que estás muy desviado. El costumbrismo es una tendencia o movimiento artístico que pretende que la obra de arte sea una exposición de los usos y costumbres de la sociedad en un tiempo o época determinados. En este sentido podíamos denominarla obra costumbrista también, ¿no os parece? Pero eso pertenece a la Historia del Arte.
    Gustavo hizo una pequeña pausa y nos sorprendió preguntándonos:
    ─¿Sabéis qué es la "Historia del Arte"?
    Nena y yo nos miramos con cara de desconcierto, y él siguió diciendo:
    ─La «Historia del Arte» es un mercado dominado por no más de cinco universidades estadounidenses plagadas de novelistas, que residen en ellas, y para los cuales sólo existen protagonistas anglosajones y germanos.
    Empezó a reír a carcajadas y se adelantó varios metros a Nena y a mí.
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia

lunes, 19 de octubre de 2020

«Desde 1850»: John Singer Sargent

 

    Habíamos quedado citados ─Lina y yo─ en casa de Gustavo para hablar un rato sobre los pintores rebeldes, sobre aquellos que se independizaban de las tendencias imperantes de su época y adoptaban el estilo que más les complacía. Cuando llegamos tuvimos la agradable sorpresa de encontrar allí a Nena, una amiga que iba a pasar con ellos unos días.

    Gustavo, haciendo honor a su habitual mala memoria, dijo no acordarse de que íbamos a ir y que no había preparado nada sobre el tema, pero nos comentó que eso no era nada extraño y que en todas las épocas había habido buenos y malos pintores reaccionarios a las movimientos dominantes. Él lo achacaba ─entre otras cosas─ al cambiante concepto de belleza y añadió que, al menos, eso sucedía porque la belleza era un valor menos absoluto y que su cotización en el arte actual había bajado muchos enteros.
    Inmediatamente, Nena, Lina y yo pusimos cara rara, y pedí que nos aclarara eso un poco. Expuso su opinión diciendo que la palabra "belleza" se había convertido en una palabra tabú, en un término vetado en el mundo del arte contemporáneo e incluso con connotaciones peyorativas. Dijo que hablar de que una obra es bella está como mal visto y se considera al que lo dice como alguien carente de criterio artístico.
    Nena partió el silencio y con una sonrisa teñida de sarcasmo dijo:
    ─¿Qué pasa? ¿Hablar de belleza es un sacrilegio? ¿Ves? Esas son las cosas del arte moderno que yo no entiendo ni entenderé jamás.
    Gustavo, también sonriendo, añadió:
    ─Bueno, incluso hay quienes la utilizan para provocar un gran impacto haciendo alusiones metafóricas con la belleza cuando ven una obra enteramente abominable. Sí ─afirmó─ son cosas del arte actual.
    Lina intervino para pedirle que nos citara a algún pintor que fuese contra la corriente dominante en alguna época del arte contemporáneo. Y Gustavo contestó:
    ─Ahora recuerdo a John Singer Sargent (1856-1925), un pintor que en los tiempos en los que en el arte dominaban los estilos como el Impresionismo, el Fauvismo y el Cubismo, Singer Sargent practicaba el Realismo, tomando de referencia a pintores clásicos tales como Velázquez y Anton Van Dyck.
    Elisa se acercó a la gran estantería del salón y mientras decía:
    ─Nació en Florencia, Italia, pero era hijo de norteamericanos de clase acomodada, se educó artísticamente en Europa: Roma, Florencia, París. También estuvo en España, y aquí, en el Museo del Prado estudió y copió obras de Velázquez, uno de los pintores que más influyó en él. Ese influjo se percibe con claridad en su cuadro "Las hijas de la familia Boit"

    Gustavo señaló que el pintor había tratado de plasmar sobre el lienzo ese ambiente tan singular de los cuadros de Velázquez, el de las grandes estancias interiores de las casas.
    Mirábamos las atractivas láminas que nos mostraba Elisa y Nena se sorprendió mucho al ver la palidez de una mujer retratada en un cuadro y exclamó:
    ─¡Qué blancura! ¡Qué mujer tan blanca!
    ─Se trata del célebre cuadro de Madame X o de Madame Gautreau. Polémico cuadro ─respondió Elisa.

    ─¡Ah! Creo que sé algo de esa extraña mujer ─intervino Lina─. Leí algo sobre ella hace poco. Dicen que un día en una playa de Cannes escuchó a alguien decir que ya era una belleza en declive y de repente se fue al hotel en un coche cerrado, de allí a París al día siguiente, escondida, y se retiró de la vida social para el resto de su vida, quitando todos los espejos de sus casas. Por lo que sé, únicamente salía en el verano, a medianoche, a pasear por una playa cercana a su residencia estival, ¿no es así? ─preguntó mirando a Gustavo.
    ─Sí, esa es la leyenda que aún circula de Madame Gautreau ─aseveró Gustavo─. Lo cierto es que cuando ese cuadro se presentó en París, en 1884, fue un verdadero escándalo, tanto que Singer Sargent se trasladó a vivir a Londres con el cuadro, al que le tenía un gran aprecio.
    ─¿Y por qué se armó tanto jaleo? ─preguntó Nena enarcando mucho las cejas.
    ─Cosas de la época ─añadió Elisa─. No se sabe muy bien, creo que el gran escote, la blancura de su maquillaje, la pose altiva... bueno, todo eso era demasiado sensual y provocador para aquellos tiempos, y más tratándose de una dama de la alta sociedad.
   Lina quiso saber:
   ─¿Dónde se halla ahora ese retrato?
   ─Quizás lo vimos ─intervino Gustavo mirando a Elisa─ en el Museo Metropolitano de Nueva York aunque ahora no estoy seguro. Por lo visto llegó a tener una impresionante demanda de retratos. Creo que retrató a dos presidentes de los EE.UU.
   Elisa nos contó que se le conocen más de novecientos retratos, más de dos mil  acuarelas y una enorme cantidad de dibujos al carbón.
   ─¿Cómo se le aprecia ahora? ─preguntó Nena.
   ─Ahora muy bien, está muy cotizado. En 2004, en una subasta en un casino de Las Vegas, un famoso cuadro suyo se vendió por casi nueve millones de dólares.  Hacia 1906 empezó a pintar paisajes y cambió el óleo por la acuarela.
   Quizás harto ya de los retratos... y de sus personajes.
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia


   

sábado, 17 de octubre de 2020

«Desde 1850»: Lucian Freud

 

     Estuve muy atento a todas las palabras que Gustavo pronunciaba en su conferencia, la sala estaba abarrotada de público interesado y él es un orador experto, el tema sobre el que trataba era la llamada "Escuela de Londres" en general y el pintor Lucian Freud (1922-2011) en particular.  Este artista lleva adosada a su apellido la fama de su egregio abuelo Sigmund Freud, el fundador del psicoanálisis. Pero no lo decimos en su demérito pues Lucien Freud es por derecho propio uno de los grandes pintores del siglo XX.

     Un poco de pasada Gustavo habló sobre la plaga de ismos que poblaban el panorama del arte en el siglo anterior e hizo una referencia al que él señaló como el último ismo: el oportunismo.  Dejó caer la palabra y me extrañó mucho que en el coloquio nadie sacase a colación este asunto. Cuando íbamos de regreso, Lina, Elisa, él y yo, no tardé en preguntarle:
    ─¿Qué es eso del nuevo ismo que te has inventado?
    ─¿Te refieres a la mención al oportunismo que he hecho en la conferencia? ─dijo con un suave toque de sorna en sus palabras.
    Lina saltó con rapidez y acompañó mi interrogante con las siguientes palabras:
    ─¡Claro, claro! ¿Qué es eso? ─preguntó casi exaltada.
    Elisa intervino diciendo:
    ─Bueno, no le atosiguemos, ya sabéis cómo es, ahora querrá tenernos en la intriga durante un buen rato ─Elisa hizo una discreta pausa─. Os invitamos a tomar café en casa y nos explicará lo que ha querido decir ─así interrumpimos la conversación sobre el oportunismo como movimiento artístico actual.
    Seguimos comentando algunos aspectos de la vida del pintor Freud, sus primeros años de vida en su Berlín natal y después, a la edad de diez años, su traslado a Londres. El padre de Lucian, Ernst, emigró a Inglaterra con toda su familia en el año 1932, como consecuencia de la corriente antisemita que se apoderaba de su país de origen. Debido a la corta edad con que llegó a Inglaterra, es fácil entender que su formación artística y su posterior desarrollo como pintor fuesen auténticamente británicos.
 "Muchacha con un perro blanco" (1952)
     Le gustaba tratar temas sobre las personas y sus vidas, y sólo en muy contadas ocasiones aceptaba encargos de retratos.
     Recordamos también que su obra "Benefits supervisor sleeping" ─en 2005─ fue el cuadro más cotizado de un pintor aún vivo. 

    Gustavo nos aclaró que Freud en sus obras de juventud tenía indiscutibles influencias del Surrealismo, y que después evolucionó hacía planteamientos de carácter figurativo emparentados a los de Otto Dix y Oscar Kokoschka, aunque la plenitud de su propio estilo no la alcanzó hasta que fortaleció su relación con el que sería su gran amigo, el pintor expresionista figurativo Francis Bacon y también con Frank Auerbach, pintores con los que integra la denominada «Escuela de Londres». Fue a partir de la mitad del siglo XX cuando empezó a pintar retratos con colores neutros, frecuentemente desnudos, utilizando la técnica del empasto (o impasto).  
    Lina, que tiene gran facilidad para recordar todos los aspectos anecdóticos que tienen conexión con el arte, nos comentó:
    ─Ha sido muy interesante lo que has contado de la polémica que se alzó en el Reino Unido por el retrato que le hizo a la reina Isabel, a la que deliberadamente, supongo, le puso unos cuantos años encima.

    ─Sí ─afirmó Gustavo─. Creo que lo he citado en la charla, se trata de un cuadro de pequeño formato, del tamaño de un folio aproximadamente, que pintó posando Isabel II para él. Lo realizó en diecinueve meses de mayo del 2000 a diciembre del 2001. Hubo mucha controversia en la prensa durante varias semanas. En ese tiempo se repitió mucho esta frase del artista: “yo no pinto lo que veo sino lo que es”Otra cosa anecdótica es que sentía pasión por los caballos y eso le llevó a pintar ejemplares de la escuela de Darlington; se dice que incluso dormía en los establos.
    Cuando llegamos, y ya con el café por delante, le volví a preguntar a Gustavo:
    ─¿Y del oportunismo como movimiento artístico en la actualidad?
    ─Bueno ─me replicó Gustavo─, el oportunismo le digo yo a esa tendencia de los últimos veinte o veinticinco años, que se ha extendido enormemente, y que ha venido a sustituir a todos los ismos del arte. Este oportunismo toma muchas formas pero está basado en que el arte que se realice debe adoptar la forma que exija la 'oportunidad' del instante. Los artistas del oportunismo son gente flexible que hacen lo que se pide o exige la tendencia en un momento dado. A esos artistas se les suele denominar impostores porque sus esfuerzos en la realización de una obra no están en línea con sus verdaderos intereses artísticos sino que van más bien en la dirección de las exigencias del mercado.
    Lina preguntó:
    ─¿Y hay mucho de esto ahora?
    ─Como setas en invierno ─respondió Elisa.
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia


jueves, 15 de octubre de 2020

«Desde 1850»: Giorgio de Chirico

 

     A veces me complico bastante con las notas que me dio Gustavo para que las fuera publicando. Ya les comenté que sus escritos eran un poco dispersos y algunos también algo confusos y decidí ─hace unos días─ pedirle permiso para escribirlos de otra manera y hacerlos un poco más cómodos para mí, por supuesto respetando el contenido en su totalidad. A Gustavo le pareció muy bien y no puso el más mínimo inconveniente, me dijo que podía hacer lo que me viniera en gana. Se lo agradecí infinitamente pues eso me permitía más flexibilidad descriptiva y podía ─quizás─ expresar de modo más certero sus ideas y sus criterios. Así que ahora me convertiré en el narrador de sus historias. Ruego que perdonen esta intromisión pero trataré de no defraudarles.
     A Gustavo le encanta exasperar a su esposa hablándole en bullshity eso lo hace a menudo cuando él está concentrado en algo y Elisa le interrumpe con alguna materia doméstica. Cuando me mencionó esto enseguida hube de preguntarle qué era eso del bullshit y me respondió:
     ─Todo el que está en el mundo del arte debe aprender este lenguaje, que de eso se trata, y que es ampliamente utilizado con la función de ocupar un espacio verbal, o textual, de una sección en la que no hay contenido ninguno. El bullshit es de lo más eficaz ─me decía con una semisonrisa─ cuando se trata de distraer al público cuando en una exposición, en una obra artística o en un artista no hay ni contenidos ni sustancia.
     Después añadió que antes era una cosa mal vista, pero que de un tiempo a esta parte la consideración sobre el bullshit ha cambiado y es una de las cosas que deben ser aprendidas con rigor por todos los que transitan por el ámbito del arte. No pude sustraerme a la curiosidad de que me dijese algo en ese, que se me antojaba muy peculiar, lenguaje. Parece que me leyó el pensamiento y sonriendo dijo:
     ─Se observan influencias tan diversas como de Caravaggio y Jasper Johns, se crean nuevas combinaciones de ambos con diálogos que son a la par opacos y transparentes. La expresividad comienza como un deseo que pronto se corrompe en una tragedia de la futilidad, dejando sólo un sentido del nihilismo y la perspectiva de un orden armónico ─y al ver la cara que yo ponía ya no pudo reprimir la risa abierta que inmediatamente yo seguí.
     Elisa nos miraba y hacía un movimiento de cabeza que supimos interpretar perfectamente. Le pregunté a Gustavo qué se traía entre manos y me contó que le habían pedido dar una charla sobre la llamada Pittura metafísica y sobre Giorgio de Chirico (1888-1973) y que estaba preparando material. Me dijo que ahora vendría Lina con algunas láminas interesantes. Y así fue, al cabo de unos pocos minutos llegó Lina con una enorme carpeta de la que empezó a extraer preciosas y grandes láminas de cuadros de Chirico.

     Comenté que este pintor me atraía muchísimo y Lina dijo:
     ─Sabrás que se le da el nombre de «pintura metafísica» al movimiento artístico italiano, que fue impulsado y creado por Giorgio de Chirico y Carlo Carrà. Sus obras evocan sueños de plazas típicas de ciudades italianas imaginadas, mezcladas con  objetos que suelen aparecer sueltos o aislados, y representan un mundo misterioso que casi inmediatamente se relaciona con la mente inconsciente, más allá de la realidad física, de ahí el nombre de «pintura metafísica» ─y añadió después de una leve pausa─: eso es lo que me ha explicado Gustavo.
     Éste nos ilustró sobre un curioso aspecto del pintor. Según un estudio bastante reciente parece ser que durante gran parte de su vida sufrió repetitivos síntomas abdominales, migrañas y una variedad de disfunciones cerebrales paroxísticas de aparición brusca parecidas a la epilepsia y que de alguna manera fueron como una fuente de inspiración para su estilo original de pintura. 
     También se acercó Elisa a la amplia mesa y dijo algo que me pareció muy interesante citando al propio artista:
     ─Siempre me impresionó la frase del pintor que decía: «Para llegar a ser verdaderamente inmortal, una obra de arte ha de escapar de todos los límites humanos: la lógica y el sentido común sólo interferirán en ella». Creo que fue hacia 1913, cuando formuló sus ideas sobre la «pintura metafísica».
     Gustavo intervino para precisar:
     ─Y en 1914 pintó uno de sus cuadros más apreciados: "El misterio y la melancolía de una calle", obra evocadora, inquietante, y sin embargo los elementos que la componen son corrientes y familiares. Realmente considero que es una obra extraordinaria.

     Nos quedamos muy callados durante unos momentos mirando la lámina tan precursora del surrealismo, con esos elementos arquitectónicos, sus abundantes sombras y su ambiente angustioso.
     No sé qué me sucedió y hubo unos instantes en los que no lograba escuchar bien lo que ahora decía Gustavo, creo que era algo sobre las influencias en los surrealistas como Dalí, Max Ernst y Magritte. De repente me sentí mal, aturdido. Ese espacio singular, atemporal y misterioso se parecía demasiado a la extraña calle que me había llevado tantas veces a mis encuentros con los poetas.
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia

martes, 13 de octubre de 2020

«Desde 1850»: Berthe Morisot


     Por la mañana me llamó Lina para preguntarme si podía venir por la tarde acompañada de una amiga. Me incomodó un poco pues yo tenía la intención de dedicar la tarde a ver unas antiguas diapositivas de algunas de las creaciones de Berthe Morisot. Esta artista ─que es considerada como la primera pintora impresionista─ fue excluida y considerada, con un gran tufillo despectivo, como del grupo de "artistas femeninas" sólo porque sus temas eran los de la vida cotidiana: escenas domésticas, mujeres y niños. Morisot seguía las preceptivas impresionistas con gran fidelidad y pintaba lo que veía en su vida normal, lo inmediato y vivo. En realidad, creo, que significó un punto critico y revolucionario, pues Morisot marcó una senda y demostró la posibilidades de las mujeres en las artes a fines del siglo XIX.  Ella decidió dedicarse al arte a pesar de los inconvenientes por ser mujer de la alta burguesía, de ciudad, e interesada por la moda y de activa vida social. Berthe Morisot no se dedicó a la pintura de forma diletante, lo hizo tomando una postura radical que la vincularía al grupo de artistas impresionistas, a la vanguardia del momento.
     Elisa, mi mujer, enseguida ─y como buena anfitriona─ pensó en preparar algo para merendar y conversar con una buena taza de café en la mano, eso le encantaba. Además ella era una auténtica y fiel seguidora de la pintora de Bourges, en el centro de Francia. Tan buena conocedora que me informó de que en la actualidad sus cuadros se cotizan por encima de los tres millones de euros.

     Cuando llegaron Lina y Ana empezamos a hablar de cosas genéricas sobre arte y Ana comentó que tenía un pariente que había expuesto en Nueva York, y que le había ido bastante mal pues le costó un dineral y no le sirvió de mucho. Entonces le dije:
     ─¿Expuso en alguna Vanity Gallery?
     Me miraron de un modo extraño y les expliqué más:
     ─Las llamadas Vanity Galleries, y no sólo las hay en Nueva York, son unas pseudo galerías que tienen un personal muy especializado en encontrar a esos artistas que están dislocados por exponer en la gran ciudad, y de inmediato les ofrecen un contrato para exponer sus obras de manera individual. Normalmente el artista, sorprendido, eufórico y entusiasmado, firma un contrato que consiste en el alquiler de un espacio por una cantidad de dinero muy apreciable. O sea, un timo. Este engaño afecta anualmente a muchísimos candorosos artistas de los cinco continentes
     ─Pues eso es lo que le ha pasado a mi pariente, que ha venido sin vender nada y endeudado; sólo con una simple línea más en el curriculum ─añadió Ana.
     Después las invité a compartir conmigo la sesión de diapositivas y estuvieron encantadas. Les conté que Morisot era cuñada de Édouard Manet, y que a los veinte años conoció al gran Camille Corot, quizás el más importante paisajista de la denominada  Escuela de Barbizon. Corot la admitió como alumna y fue el que la introdujo en los círculos artísticos. 
     ─Pero Manet, curiosamente, nunca se consideró como impresionista ─dijo Elisa─. Es interesante saber que ella fue la que convenció a Édouard Manet de pintar al aire libre e intento atraerlo al grupo de pintores que serían posteriormente los impresionistas.
     Añadí algo que me pareció interesante:
     ─Berthe fue la modelo de Manet en muchos e importantes retratos y también en otras obras de gran formato.

     Lina y Ana estaban realmente admiradas y les producía gran sorpresa saber que el impresionismo estaba lejos de ser ─a pesar de la época─ un movimiento artístico exclusivo de hombres. Lina preguntó:
     ─Gustavo, ¿qué otras artistas femeninas había en esa primera etapa del impresionismo?
     Elisa con su proverbial buena memoria respondió con presteza:
     ─Quizás las más significativas de aquellos primeros tiempos fueron Marie Bracquemond, Mary Cassatt y Eva Gonzalès, todas grandes pintoras pero estaban relegadas a esa insólita condición de  "artistas femeninas".

     Pasamos un rato verdaderamente agradable viendo muchas obras y comentando cosas. Les dije que la vida de Berthe Morisot se ensombreció con la muerte de Édouard Manet en 1883, después la de su esposo, Eugène Manet, en 1892, y la de su hermana Edma que fue quien más la animó para que se dedicara al arte. Ella educó sola a su hija, Julie. Al morir confió su hija a sus amigos, Edgar Degas y Stéphane Mallarmé.
     Ana estaba muy impresionada y había vivido con intensidad la sesión rogándonos mucho que la invitásemos cuando tuviéramos otra. Terminó comentando:
     ─Me gusta el arte sin controversia.
     Me quedé un poco pensativo y añadí:
     ─De ese asunto hablaremos otro día.
    Ignacio Pérez Blanquer
Académico de BB.AA. Santa Cecilia