jueves, 15 de octubre de 2020

«Desde 1850»: Giorgio de Chirico

 

     A veces me complico bastante con las notas que me dio Gustavo para que las fuera publicando. Ya les comenté que sus escritos eran un poco dispersos y algunos también algo confusos y decidí ─hace unos días─ pedirle permiso para escribirlos de otra manera y hacerlos un poco más cómodos para mí, por supuesto respetando el contenido en su totalidad. A Gustavo le pareció muy bien y no puso el más mínimo inconveniente, me dijo que podía hacer lo que me viniera en gana. Se lo agradecí infinitamente pues eso me permitía más flexibilidad descriptiva y podía ─quizás─ expresar de modo más certero sus ideas y sus criterios. Así que ahora me convertiré en el narrador de sus historias. Ruego que perdonen esta intromisión pero trataré de no defraudarles.
     A Gustavo le encanta exasperar a su esposa hablándole en bullshity eso lo hace a menudo cuando él está concentrado en algo y Elisa le interrumpe con alguna materia doméstica. Cuando me mencionó esto enseguida hube de preguntarle qué era eso del bullshit y me respondió:
     ─Todo el que está en el mundo del arte debe aprender este lenguaje, que de eso se trata, y que es ampliamente utilizado con la función de ocupar un espacio verbal, o textual, de una sección en la que no hay contenido ninguno. El bullshit es de lo más eficaz ─me decía con una semisonrisa─ cuando se trata de distraer al público cuando en una exposición, en una obra artística o en un artista no hay ni contenidos ni sustancia.
     Después añadió que antes era una cosa mal vista, pero que de un tiempo a esta parte la consideración sobre el bullshit ha cambiado y es una de las cosas que deben ser aprendidas con rigor por todos los que transitan por el ámbito del arte. No pude sustraerme a la curiosidad de que me dijese algo en ese, que se me antojaba muy peculiar, lenguaje. Parece que me leyó el pensamiento y sonriendo dijo:
     ─Se observan influencias tan diversas como de Caravaggio y Jasper Johns, se crean nuevas combinaciones de ambos con diálogos que son a la par opacos y transparentes. La expresividad comienza como un deseo que pronto se corrompe en una tragedia de la futilidad, dejando sólo un sentido del nihilismo y la perspectiva de un orden armónico ─y al ver la cara que yo ponía ya no pudo reprimir la risa abierta que inmediatamente yo seguí.
     Elisa nos miraba y hacía un movimiento de cabeza que supimos interpretar perfectamente. Le pregunté a Gustavo qué se traía entre manos y me contó que le habían pedido dar una charla sobre la llamada Pittura metafísica y sobre Giorgio de Chirico (1888-1973) y que estaba preparando material. Me dijo que ahora vendría Lina con algunas láminas interesantes. Y así fue, al cabo de unos pocos minutos llegó Lina con una enorme carpeta de la que empezó a extraer preciosas y grandes láminas de cuadros de Chirico.

     Comenté que este pintor me atraía muchísimo y Lina dijo:
     ─Sabrás que se le da el nombre de «pintura metafísica» al movimiento artístico italiano, que fue impulsado y creado por Giorgio de Chirico y Carlo Carrà. Sus obras evocan sueños de plazas típicas de ciudades italianas imaginadas, mezcladas con  objetos que suelen aparecer sueltos o aislados, y representan un mundo misterioso que casi inmediatamente se relaciona con la mente inconsciente, más allá de la realidad física, de ahí el nombre de «pintura metafísica» ─y añadió después de una leve pausa─: eso es lo que me ha explicado Gustavo.
     Éste nos ilustró sobre un curioso aspecto del pintor. Según un estudio bastante reciente parece ser que durante gran parte de su vida sufrió repetitivos síntomas abdominales, migrañas y una variedad de disfunciones cerebrales paroxísticas de aparición brusca parecidas a la epilepsia y que de alguna manera fueron como una fuente de inspiración para su estilo original de pintura. 
     También se acercó Elisa a la amplia mesa y dijo algo que me pareció muy interesante citando al propio artista:
     ─Siempre me impresionó la frase del pintor que decía: «Para llegar a ser verdaderamente inmortal, una obra de arte ha de escapar de todos los límites humanos: la lógica y el sentido común sólo interferirán en ella». Creo que fue hacia 1913, cuando formuló sus ideas sobre la «pintura metafísica».
     Gustavo intervino para precisar:
     ─Y en 1914 pintó uno de sus cuadros más apreciados: "El misterio y la melancolía de una calle", obra evocadora, inquietante, y sin embargo los elementos que la componen son corrientes y familiares. Realmente considero que es una obra extraordinaria.

     Nos quedamos muy callados durante unos momentos mirando la lámina tan precursora del surrealismo, con esos elementos arquitectónicos, sus abundantes sombras y su ambiente angustioso.
     No sé qué me sucedió y hubo unos instantes en los que no lograba escuchar bien lo que ahora decía Gustavo, creo que era algo sobre las influencias en los surrealistas como Dalí, Max Ernst y Magritte. De repente me sentí mal, aturdido. Ese espacio singular, atemporal y misterioso se parecía demasiado a la extraña calle que me había llevado tantas veces a mis encuentros con los poetas.
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia

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