Habíamos quedado citados ─Lina y yo─ en casa de Gustavo para hablar un rato sobre los pintores rebeldes, sobre aquellos que se independizaban de las tendencias imperantes de su época y adoptaban el estilo que más les complacía. Cuando llegamos tuvimos la agradable sorpresa de encontrar allí a Nena, una amiga que iba a pasar con ellos unos días.
Gustavo, haciendo honor a su habitual mala memoria, dijo no acordarse de que íbamos a ir y que no había preparado nada sobre el tema, pero nos comentó que eso no era nada extraño y que en todas las épocas había habido buenos y malos pintores reaccionarios a las movimientos dominantes. Él lo achacaba ─entre otras cosas─ al cambiante concepto de belleza y añadió que, al menos, eso sucedía porque la belleza era un valor menos absoluto y que su cotización en el arte actual había bajado muchos enteros.
Inmediatamente, Nena, Lina y yo pusimos cara rara, y pedí que nos aclarara eso un poco. Expuso su opinión diciendo que la palabra "belleza" se había convertido en una palabra tabú, en un término vetado en el mundo del arte contemporáneo e incluso con connotaciones peyorativas. Dijo que hablar de que una obra es bella está como mal visto y se considera al que lo dice como alguien carente de criterio artístico.
Nena partió el silencio y con una sonrisa teñida de sarcasmo dijo:
─¿Qué pasa? ¿Hablar de belleza es un sacrilegio? ¿Ves? Esas son las cosas del arte moderno que yo no entiendo ni entenderé jamás.
Gustavo, también sonriendo, añadió:
─Bueno, incluso hay quienes la utilizan para provocar un gran impacto haciendo alusiones metafóricas con la belleza cuando ven una obra enteramente abominable. Sí ─afirmó─ son cosas del arte actual.
Lina intervino para pedirle que nos citara a algún pintor que fuese contra la corriente dominante en alguna época del arte contemporáneo. Y Gustavo contestó:
─Ahora recuerdo a John Singer Sargent (1856-1925), un pintor que en los tiempos en los que en el arte dominaban los estilos como el Impresionismo, el Fauvismo y el Cubismo, Singer Sargent practicaba el Realismo, tomando de referencia a pintores clásicos tales como Velázquez y Anton Van Dyck.
Elisa se acercó a la gran estantería del salón y mientras decía:
─Nació en Florencia, Italia, pero era hijo de norteamericanos de clase acomodada, se educó artísticamente en Europa: Roma, Florencia, París. También estuvo en España, y aquí, en el Museo del Prado estudió y copió obras de Velázquez, uno de los pintores que más influyó en él. Ese influjo se percibe con claridad en su cuadro "Las hijas de la familia Boit"
Gustavo señaló que el pintor había tratado de plasmar sobre el lienzo ese ambiente tan singular de los cuadros de Velázquez, el de las grandes estancias interiores de las casas.
Mirábamos las atractivas láminas que nos mostraba Elisa y Nena se sorprendió mucho al ver la palidez de una mujer retratada en un cuadro y exclamó:
─¡Qué blancura! ¡Qué mujer tan blanca!
─Se trata del célebre cuadro de Madame X o de Madame Gautreau. Polémico cuadro ─respondió Elisa.
─¡Ah! Creo que sé algo de esa extraña mujer ─intervino Lina─. Leí algo sobre ella hace poco. Dicen que un día en una playa de Cannes escuchó a alguien decir que ya era una belleza en declive y de repente se fue al hotel en un coche cerrado, de allí a París al día siguiente, escondida, y se retiró de la vida social para el resto de su vida, quitando todos los espejos de sus casas. Por lo que sé, únicamente salía en el verano, a medianoche, a pasear por una playa cercana a su residencia estival, ¿no es así? ─preguntó mirando a Gustavo.
─Sí, esa es la leyenda que aún circula de Madame Gautreau ─aseveró Gustavo─. Lo cierto es que cuando ese cuadro se presentó en París, en 1884, fue un verdadero escándalo, tanto que Singer Sargent se trasladó a vivir a Londres con el cuadro, al que le tenía un gran aprecio.
─¿Y por qué se armó tanto jaleo? ─preguntó Nena enarcando mucho las cejas.
─Cosas de la época ─añadió Elisa─. No se sabe muy bien, creo que el gran escote, la blancura de su maquillaje, la pose altiva... bueno, todo eso era demasiado sensual y provocador para aquellos tiempos, y más tratándose de una dama de la alta sociedad.
Lina quiso saber:
─¿Dónde se halla ahora ese retrato?
─Quizás lo vimos ─intervino Gustavo mirando a Elisa─ en el Museo Metropolitano de Nueva York aunque ahora no estoy seguro. Por lo visto llegó a tener una impresionante demanda de retratos. Creo que retrató a dos presidentes de los EE.UU.
Elisa nos contó que se le conocen más de novecientos retratos, más de dos mil acuarelas y una enorme cantidad de dibujos al carbón.
─¿Cómo se le aprecia ahora? ─preguntó Nena.
─Ahora muy bien, está muy cotizado. En 2004, en una subasta en un casino de Las Vegas, un famoso cuadro suyo se vendió por casi nueve millones de dólares. Hacia 1906 empezó a pintar paisajes y cambió el óleo por la acuarela.
Quizás harto ya de los retratos... y de sus personajes.
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia
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