martes, 24 de mayo de 2022

Hablé ayer de la “neblina mental”

      Sí, ¿lo recordáis? Ayer hablé de la “neblina mental” como una de las secuelas del Covid que se está presentando con mayor frecuencia, con la misma que la tos bronca y algo de destemplanza que, en general, queda algunas décimas por debajo de los 38º. Creo que esta mañana me levanté obsesionado por esa peculiar niebla, ayer leí varios artículos sobre ella y me interesó como problema de la neurociencia. Realmente se trata de una leve disfunción cognitiva que genera algunos problemas de memoria, acompañados de una sensación de embotamiento y pesadez; algo así como una resaca de después de un movido día de feria.

      Casi seguro que a todos nos ha sucedido alguna vez, nos invade una sensación de impotencia mental, intentamos concentrarnos en alguna tarea concreta pero no lo conseguimos por más que lo intentemos. Ocurre también que estamos conversando con otra persona sobre una película y no logramos acordarnos del título o del intérprete principal de la misma, e incluso puede ocurrirnos algo mucho peor; que estemos hablando por teléfono y no nos acordemos del nombre de la otra persona, ¿no os ha pasado alguna vez?

      Quizás, menos a menudo, también sucede que cambiamos algunas palabras y en vez de decir, por ejemplo, “fui al campo de Pepe”, decimos “fui al sitio aquel de Pepe” porque la palabra “campo” se nos atranca y no sale.

      Pero no preocuparos demasiado, esos no tienen porque ser síntomas precoces de la enfermedad de Alzheimer, ni de problemas en la región frontotemporal, ni de fallos vasculares en el cerebro. Tranquilos. Eso corresponde a los que los neurocientíficos denominan «brain fog» o “niebla mental” que concierne a una disfunción cognitiva muy propia de nuestro tiempo y que está íntimamente vinculada al estrés. También puede proceder de cambios hormonales ─como en la juventud o en la menopausia─ de dificultades continuas para dormir, de carencias sistemáticas de vitaminas del tipo B, de anemia, de deshidratación, dietas inadecuadas y, ahora también, como secuela corriente del Covid.

      ¿Qué voy a hacer hoy al respecto?

      Pues mirad; sé que la meditación “mindfulness”, o de cualquier otro tipo, puede contribuir de modo decisivo a disminuir el estrés ─y por lo tanto la “neblina mental”─ transportándonos a nuestro “aquí” y a nuestro “ahora”, al momento presente. La meditación puede permitirnos percibir las fluctuaciones de la mente sin involucrarse emocionalmente en ellas, lo que puede ayudar a dar lugar a un retroceso de las emociones negativas tan poderosas como la ansiedad y el estrés. También enseña a observar el mundo “tal como es”, lo que permite tener un espacio cerebral más sereno y menos reactivo, a la vez que menos "nublado".

      ¡Ah! También me voy a tomar un “té matcha” japonés, eso es mano de santo.

lunes, 23 de mayo de 2022

Afecciones posteriores al Covid: las secuelas

      He tenido el Covid, ya ustedes lo saben. Me he ido salvando durante dos años; al final me pilló el maldito virus.

      Pero de lo que quería hablar era de las secuelas y esas son bastante preocupantes. El viernes de la semana pasada di negativo, y ayer probé con otro test; también salió negativo. Me lo hice porque estaba cansado, con pesadez de cabeza, tos bronca y con una temperatura que rondaba los 37º. Unas décimas, pero todos sabemos que a veces unas décimas son más perturbadoras que una fiebre declarada.

      Se ha estudiado que personas con afecciones posteriores al Covid pueden tener múltiples síntomas que pueden durar más de cuatro semanas o incluso meses después de la infección. E incluso a veces, los síntomas pueden desaparecer y reaparecer de nuevo en cualquier momento (¡Ay Dios mío!).

      Es lógico pensar que estos efectos posteriores al Covid no nos afecten a todos de la idéntica manera. Las personas con afecciones posteriores a este coronavirus pueden tener problemas de salud con diferentes tipos y combinaciones de síntomas durante diferentes periodos. Parece ser que los síntomas de la mayoría de los pacientes van mejorando poco a poco con el tiempo (¡Espero que sea así!). Se han contabilizado los síntomas pos-Covid más generales: cansancio o fatiga que nos fastidia el funcionamiento en nuestra vida cotidiana; síntomas que se agravan al realizar un esfuerzo físico o mental (también conocidos como "malestar general pos-esfuerzo"), fiebre o destemplanza persistente. También están los síntomas respiratorios: tos, dificultades respiratorias...

      No debemos olvidar que suele ser muy corriente que también se presenten síntomas de carácter neurológico: dificultades para pensar o concentrarse (algunos lo llaman "neblina mental"), alteraciones del olfato y del gusto, dolor de cabeza, inquietud, desasosiego, mareo, insomnio y otros.

      En todo el mundo se están investigando cuáles pueden ser las causas por las que determinadas personas o grupos de personas tienen más probabilidades de tener afecciones posteriores al virus y cuál es el motivo. En algunos estudios se ha demostrado que las afecciones posteriores pueden afectar más a ciertos conjuntos de personas, dos de ellos son los de aquellas personas que enfermaron gravemente al contraer el Covid, especialmente las que se hospitalizaron o recibieron cuidados intensivos. También están las personas que tenían afecciones subyacentes antes de ser asaltados por el virus; en fin...

      Por lo menos hoy he dormido suficientemente bien, la temperatura ha sido normal y no he tenido la molestísima tos seca. Apostemos a que esto vaya a menos.

      Seguiré contando, si la “neblina mental” me deja...

viernes, 20 de mayo de 2022

Un caso excepcional: Phineas Gage


      Así lo prueba el famoso caso de Phineas Gage, un capataz del ferrocarril al que, en 1848, una pieza de hierro de dos pies le atravesó los lóbulos frontales cuando estalló la carga explosiva que estaba colocando. Pese a que Gage conservó su inteligencia tanto como su capacidad para moverse, hablar y ver, experimentó otros cambios profundos. Se hizo imprudente y falto de previsión, impulsivo, irreverente; ya no podía hacer planes o pensar en el futuro; y para aquellos que lo habían conocido antes, «ya no era Gage». Se había perdido a sí mismo, la parte más central de su ser, y (como sucede con todos los pacientes con daños severos en los lóbulos frontales) él no lo sabía.

      El caso de Phineas Gage lo estudian todos los neurocientíficos del mundo, y debido al mismo conocemos cuáles son las funciones de la corteza prefrontal del cerebro.

      Hasta es momento ─y hasta bastante tiempo después─ la corteza frontal del cerebro se consideraba una estructura sin ninguna función; de hecho, se denominaba “corteza” porque se pensaba que su función se limitaba a eso, a proteger otras estructuras del cerebro profundo, y que no servía para nada más… ¡Era un craso error!

      Este caso está considerado como una de las primeras pruebas científicas que sugerían que una lesión del lóbulo frontal podía alterar aspectos de la personalidad, la emoción y la interacción social. 

martes, 17 de mayo de 2022

Inventando una ceremonia del té para mí

  

      Ayer estuve charlando un buen rato con mi amigo japonés Kimura. Me llamó para ver la marcha del asunto del Covid y cómo lo estaba llevando. Él le tiene un pánico atroz y se hartó de hacerme preguntas. Es raro, pero no hemos comentado nada de política ni de cómo percibimos el mundo desde lugares tan lejanos como nuestros dos países; otro día lo haremos.

      Me repitió un par de veces que ya no viajaría más en la vida fuera del Japón, y que una de las cosas que iba a sentir bastante era la de no venir al Puerto y pasar unos días aquí, como solía hacer antes, al menos, una vez al año. Le hablé de mis trabajos y quehaceres diarios y de mis ratos de musarañas (a él le encanta esa palabra, dice que es de las más bonitas del idioma español).

      Después ─y no sé muy bien a qué fue debido─ comenzó a hablarme de la ceremonia del té, que tanta relevancia tiene en el Japón, de su origen histórico chino y que tiene relación, también, con el budismo zen. Habló de los muchos detalles que hacen que el aprendizaje de todos los elementos del ritual puede ocupar la mayor parte de la vida de una persona.

      Yo escuchaba arrobado. Después me preguntó:

      ─¿Por qué no te fabricas para ti una ceremonia del té exclusiva? Te gustaría, vendría muy bien para ti, para el control de tus emociones y para tu espíritu. No es necesario que sea la genuina japonesa, es mejor que sea una tuya, particular y única.

      ─¿Y eso cómo se hace? ─respondí un tanto despavorido.

      ─Tienes que pensar que la ceremonia del té no es otra cosa que una sencilla sugerencia, es la creación de un ambiente propicio para olvidar todos los objetos materiales y mundanos, debe inducir a purificar el alma y así alcanzar un estado de armonía espiritual con el universo. Realmente se trata de un ritual de reflexión y conocimiento de uno mismo. A partir de esa situación mental... ¡todo consiste en prepararte una infusión, un té!

      Eso ya me hizo exclamar riendo:

      ─¡Qué complicados sois los orientales para todo!

      En realidad entendí que se trataría de simular un “chakai” (eso me pareció que dijo) una especie de sencilla ceremonia de hospitalidad. Seguidamente pronunció más palabras en japonés, palabras que soy absolutamente incapaz de reproducir. Comentó que tendría que establecer una rutina con unos utensilios, que no hace falta que fuesen especiales, ni japoneses. Insistió en que, en un rato que tuviese, me preparase un “kit” de todo lo conveniente y que lo metiera en una caja todo, para utilizarlo a diario. Su recomendación iba en la línea de que me recrease en mi propio ritual y que en unos días lo podría memorizar y hacerlo siempre de la misma forma; exacto, idéntico.

      Lo he pensado, me ha gustado la idea. Esta tarde voy a recolectar todas las cosas que me puedan hacer falta, compraré el té “matcha” japonés ─imprescindible─ y mañana comenzaré.

      Ya os contaré.

lunes, 16 de mayo de 2022

Lo vi venir

      No creí que tuviese que escribir estas líneas sobre el Covid, mi Covid. Esto es como ese accidente que pensamos que a nosotros nunca nos puede suceder. Pero lo agarré (o me agarró él, esa duda la tendré siempre).

      Era un miércoles por la noche, en la barra de un bar cercano a casa con una cerveza por delante, una conversación intrascendente con un contertulio. Alguien dijo algo gracioso y mi amigo sentado a la izquierda comenzó a reír a carcajadas fuertes, le miré ─un poco asombrado─ y tuve una extraña visión. La risa era compulsiva y me pareció que dentro de la cabeza tenía un “alien” o una bola viva que pugnaba por salir por alguna parte y le provocaba abultamientos repugnantes que se desplazaban de un lugar a otro, miré la boca deforme y de dientes rotos, podridos, negros y marrones. En un último instante lo rodeó una envoltura de colores lóbregos y todo volvió a ser real.

      Por la noche, en la cama, me interrogué sobre esta extraña alucinación casi instantánea sin saber darle ninguna explicación; terminé achacándola a que había leído esa mañana, con mucha atención, un artículo de neurociencia sobre las relaciones del Covid con el Sistema Nervioso Central (SNC) en algunos procesos. Es curioso que los primeros meses de 2020 ya se publicaron en el mundo más de cuatro mil artículos científicos sobre el coronavirus, y en únicamente quince de ellos se hablaba de los posibles efectos neurológicos. Esto nos podría causar alguna extrañeza debido a que los siete tipos de coronavirus conocidos por su efecto en el ser humano, algunos presentan cierto tropismo, o tendencia a atacar al SNC. Más en detalle: cefaleas, mareos, mialgias, anosmia o dificultades en el olfato, ictus, epilepsia y encefalopatías varias.

      Sin embargo sabemos que en los primeros días se realizó un estudio con 214 afectados por coronavirus en Wuhan y se comprobó que un alto porcentaje de ellos había sufrido cefaleas, mareos y fatigas. Entonces se dieron las siguientes cifras: el 36,4% presentó algún tipo de complicación neurológica en el SNC; el 24,8% en el sistema nervioso periférico, y cerca del 11% a nivel musculoesquelético. El estudio también señalaba acerca de los casos de encefalopatía o disfunción cerebral transitoria, diciendo que se diagnosticaron alteraciones del nivel de conciencia en un 15% de los casos, acompañados de deterioro cognitivo y edema cerebral en la mayoría de ellos.

      Estaba convencido de que aquella noche no iba a dormir bien. Me pregunté con gran inquietud si ya tenía encima el coronavirus.

      Al día siguiente, el jueves, casi no me acordaba de nada de todo esto... Hasta por la noche.

miércoles, 11 de mayo de 2022

La neurociencia de los idiomas (II)

      Aprender un idioma es un proceso, sin duda, complicado, que debe llevarnos a construir oraciones, comprender significados, saber movernos dentro de nuevos contextos, leer, escribir, conocer una gramática (al menos lo imprescindible), y por supuesto, saber asimilar los sonidos. El cerebro tiene que organizar y coordinar todos estos procesos para cuando los necesite en una conversación o en otra actividad en la que se ponga en uso el idioma.

      Todos aquellos que han estudiado un idioma alguna vez saben que eso es como abrirse paso en una jungla: nuevas palabras, sonidos desconocidos, reglas gramaticales,... Aprender un nuevo idioma exige al cerebro el desarrollo de un intenso trabajo y para ello necesita crear neuronas y redes neuronales adicionales para así sumergirse en la lengua ajena de que se trate.

      En el encéfalo hay lugares, como la llamada área de Broca, que se dedican al lenguaje. En concreto, esta denominada área de Broca, se ocupa en que las estructuras oracionales tengan sentido en la comunicación y también se encarga del habla. También es conocida el área de Wernicke, muy importante en todo lo referido al significado de las palabra. Además juega un importante papel, el llamado giro angular que nos auxilia a la hora de entender los conceptos que subyacen detrás de cada vocablo que utilizamos. Las zonas citadas están distribuidas por la parte central del cerebro y actúan con muchas otras para facultarnos hablar libremente y poder expresar nuestros pensamientos.

      Ha sido demostrado que algunas zonas del cerebro de personas que hablan otro idioma son diferentes y están modificadas. En el lóbulo frontal existen franjas como la corteza prefrontal (abreviada CPF) y la corteza cingulada anterior (abreviada CCA) y una zona denominada giro supramarginal que juegan un papel muy relevante en el lenguaje, ya que relacionan cada término con su significado y su contexto. Los núcleos del lenguaje se conectan con las zonas de la memoria para escoger los posibles vocablos, pero es el lóbulo frontal el que hace las comprobaciones, verificando que se ajustan con la idea que se desea expresar.

      Es dable imaginar que la CPF y la CCA desarrollan una enorme tarea cuando se habla una segunda lengua porque controlan, instante a instante, lo que se dice y ayudan a elegir las palabras adecuadas en el momento oportuno y en el idioma de preferencia. Eso explica que los escáneres del cerebro indiquen que estas áreas están ampliadas ─y con más conexiones con las zonas de alrededor─ en las personas que hablan otro idioma. También las resonancias magnéticas muestran que los cerebros de los bilíngües tienen más materia gris y blanca (al fin y al cabo eso es una forma de decir que tienen más neuronas). Todo esto significa que los cerebros de las personas que hablan dos idiomas son algo distintos, y también se nota cuando se les pide que realicen tareas cognitivas. Aquellos que poseen una segunda lengua suelen tener mejores resultados en funciones cognitivas complejas, como el cambio de tareas (o lo que se suele llamar “multitarea”), y parece que esto también se relaciona con la posesión de más habilidades sociales y empatía.

domingo, 8 de mayo de 2022

Cuestiones terminológicas (I)

 

      Cuando intentamos hacer unas primeras inmersiones en alguna disciplina que aún no conocemos, lo primero que encontramos es una dificultad terminológica. Al abordarla, de inmediato nos enfrentamos a un cúmulo de vocablos de los que desconocemos su significado, y esto sucede con casi todas las materias: medicina, informática, matemáticas, química, física... Y, claro, también con la neurociencia, ya que se trata de un campo muy amplio e híbrido. Es necesario prestar una atención prioritaria al conocimiento, al menos, de un vocabulario básico, y no es un asunto baladí.

      Aquí, cada tres o cuatro escritos, dedicaremos uno a estas cuestiones; los sábados y domingos pueden ser buenos días para tratar términos de la neurociencia. No hace falta entrar a saco en estos conceptos e intentar comprenderlos en su totalidad, lo importante es una familiarización con ellos, una aproximación a su entendimiento; es importante ir poco a poco.

      Veamos hoy tres términos:

AXÓN

      El axón es una fibra larga y fina que sale del soma (cuerpo) de una neurona y que conduce impulsos eléctricos y permite la comunicación con otras neuronas. Cada neurona suele tener un axón. Normalmente, los axones se ramifican en distintas ramas que se conectan a las dendritas de otras neuronas formándose así una red neuronal.

CÉLULAS DE PURKINJE

      Son un tipo especial de neuronas que se encuentra únicamente en el cerebelo y son algunas de las más grandes en el cerebro humano que se ramifican para constituir complejas estructuras dendríticas. Las células de Purkinje envían señales inhibidoras de control hacia el núcleo profundo del cerebelo, lo que permite una coordinación motora muy fina y, también, la corrección de errores.

CORTEZA CEREBRAL

      Está constituida por las capas exteriores con muchas circunvoluciones del cerebro que constituyen alrededor de los dos tercios de su volumen total y que están divididas en los hemisferios derecho e izquierdo. Contiene la mayor parte de la «materia gris» (llamada así por la ausencia de mielinización, que es la causa de que las otras partes del cerebro aparezcan blancas). La corteza cerebral está dividida en lóbulos que tienen funciones diferentes, entre las que se encuentran la percepción, el pensamiento, el lenguaje, la acción y otros procesos cognitivos «de mayor nivel», como la toma de decisiones.


Para consultas avanzadas: Glosario de neurociencias

sábado, 7 de mayo de 2022

La neurociencia de los idiomas (I)


      El aprendizaje de idiomas es una cuestión que tiene mucho que ver con la neurociencia. Es probable que aún estemos muy lejos del dominio de técnicas que nos permitan “inocular” un lenguaje en el cerebro y que ─en cuestión de minutos u horas─ podamos dominar una nueva lengua. Pero es indudable que los conocimientos neurocientíficos se están incrementando de tal manera que podemos prever que en pocos años se aprenderán idiomas con mucha más eficacia y rapidez que hasta ahora.

      Meditaba sobre esta cuestión porque un amigo me había propuesto que le tradujese del portugués el siguiente párrafo:

Um viajante muito esquisito lê um romance numa camioneta. Apenas compra coisas de baixo preço, mas não gosta das baratas que andam nas lojas. É verdade que tem cerca de quarenta anos: são exactamente quarenta e três anos que ele tem. A camioneta é velha e ao meio-dia, antes de pegar nos talheres para comer, vão levá-la à oficina.

      Él sostenía, y creo que con razón, que el parecido de ambos idiomas es una ventaja para un aprendizaje rápido, pero también es un obstáculo porque existen palabras muy similares con un significado totalmente diferente; son los conocidos “falsos amigos”. En el texto anterior, viajante se debe traducir por viajero, esquisito se debe entender por raro o extraño, baratas son cucarachas, romance es una novela, camioneta se refiere a un autobús de línea, talheres son los cubiertos para comer y oficina es el sustantivo que designa a un taller de reparación de automóviles.

      Después derivamos la conversación hacia los idiomas y la edad. De siempre se ha creído que aprender una lengua a edad adulta era un asunto casi imposible, y en general se ha aceptado ─como algo incontrovertible─ que la única forma de aprenderlo era en la infancia o sus alrededores, cuando el cerebro está todavía en desarrollo. Afortunadamente la neurociencia ha descubierto que eso es una falsedad y que una persona puede ser un fantástico estudiante de idiomas ─o de cualquier otra cosa─ a cualquier edad.

      Es muy posible que de niño se posea la ventaja de tener un ambiente de inmersión idiomática y una familia que te empuje a aprender cada día. Pero lo cierto ─y constatado científicamente─ es que nuestro cerebro puede seguir aprendiendo incluso cuando ya es un cerebro adulto completamente desarrollado.

      Existen muchas evidencias que demuestran la conveniencia de aprender un idioma en la edad adulta, y no únicamente por las experiencias que pueda aportar, sino por su capacidad para retrasar el envejecimiento del cerebro y frenar deterioros como en el caso del Alzheimer. Cuando este tipo de neurodegeneración tiene lugar en personas bilingües, las neuronas se ven afectadas y pierden funcionalidad como en cualquier otro cerebro, pero los síntomas ─asuntos como el olvido─ son mucho menos graves. Se han realizado cálculos muy fiables que reflejan que el aprendizaje de idiomas puede retrasar algunos de los síntomas neurodegenerativos en, al menos, cinco años.

      Incluso, los idiomas pueden también contribuir a que las personas que han sufrido ictus se recuperen mucho mejor, particularmente en todo lo referido a la atención y la memoria. Parece ser debido a que el cerebro tiene más tejido neuronal (y conexiones) en las regiones de la memoria del lóbulo temporal, y así el cerebro puede preservar más de su funcionalidad cuando se produce una disfunción o un daño.

      Mi amigo dice que debemos hablar bastante más de todo esto.

Lectura recomendada: Efectos saludables de aprender idiomas

viernes, 6 de mayo de 2022

Se me fue la "neuropinza"

 

      El objeto de la “neurociencia” es el estudio y conocimiento del sistema nervioso. El sistema nervioso es el conjunto formado por el cerebro, la médula espinal y las redes de células nerviosas sensitivas o motoras ─las neuronas─ que se hallan en todo el cuerpo. El objetivo de esta moderna disciplina ─la “neurociencia”─ es comprender cómo funciona el sistema nervioso para producir y regular emociones, pensamientos, conductas y funciones corporales básicas, incluidas la respiración y mantener el latido del corazón. Resumiendo podemos decir que el objetivo es el cerebro. La amplitud de la “neurociencia”, como ya se puede suponer, es enorme y hay subdividirla en partes para poder entrar bien en su comprensión; quizás la primera subdivisión puede ir paralela a la de los diferentes enfoques de sistema nervioso.

      El sistema nervioso lo podemos estudiar de cuatro maneras: La primera será por la Estructura (en la que se ven sus partes y componentes). La segunda estará dedicada a analizar sus Funciones (cognición, emociones, motivaciones, memoria,...). Una tercera es la relativa a sus Bases moleculares (neuroquímica, hormonas,...). Y la última ─y no menos importante─ sería la de las Patologías (Parkinson, Alzheimer, demencias, etc.). A partir de estos cuatro cuadrantes las subdivisiones y especialidades se disparan y vemos que son una enormidad de ellas y podemos hablar de neurobiología y dentro de ella de la neurociencia molecular y celular, la neurofisiología, la clínica, la neurofarmacología, la cognitiva, la computacional y varias más.

      Centramos más nuestro interés en dos ramas, una de ellas es la neurociencia cognitiva que es la que se dedica a estudiar los mecanismos cerebrales que acompañan a las funciones cognitivas, es decir, la atención, la memoria, el lenguaje, la percepción espacial, y más allá, la planificación, el autocontrol o la toma de decisiones como funciones ejecutivas. Estas funciones son la bases de lo que definimos como inteligencia. Otro capítulo importante sería el de las emociones y sentimientos, en realidad la cognición y la emoción van siempre de la mano.

      La otra especialidad apasionante es la neurociencia computacional. La neurociencia computacional (a la que algunos llaman también "neurociencia teórica"). Es una materia interdisciplinar que vincula campos como la biofísica, la neurociencia, la ciencia cognitiva, la electrónica, las ciencias de la computación y las matemáticas. La neurociencia computacional se basa en que cualquier computación o proceso cognitivo (función) que tiene lugar en nuestro cerebro tiene un determinado circuito físico o “cableado” que lo procesa (estructura).

      Bueno, se me ha ido la pinza (como dicen mis nietos). Hoy quería hablar de las dos operaciones de conexión cerebro-ordenador, una creo que aún está lejos de conseguirse, la de descargar en un ordenador todo el contenido de nuestra mente; creo que no es realista en la actualidad. La otra es la operación inversa, que sería la de conectarnos a una máquina para recibir información en nuestra cabeza.

      Lo dejaré para otro día.



Lectura recomendable: Neurociencia computacional.

miércoles, 4 de mayo de 2022

El "corpus doctrinae" neuronal

      Le neurociencia tiene un "Corpus doctrinae", existe ─hasta ahora mismo─ un cuerpo doctrinal de la neurona. La doctrina de la neurona es la idea fundamental hoy en día, según la cual las neuronas son la formación básica y funcional del sistema nervioso. La teoría fue desarrollada por don Santiago Ramón y Cajal a finales del Siglo XIX.

      La historia de la medicina debe mucho a España. Logros fundamentales, tanto para la disciplina médica como para la humanidad, son hallazgos de espléndidos científicos españoles. 

      El reconocimiento a la labor de estos sabios llegó con la concesión de dos Premios Nobel de Medicina, el primero, a Santiago Ramón y Cajal, en 1906, y, medio siglo después, a Severo Ochoa. Pero la aportación española a esta disciplina es un continuo. La lista de descubrimientos realizados por españoles y que han resultado relevantes para la medicina es muy larga.

      Ramón y Cajal, médico especializado en histología y anatomía patológica, obtuvo el Nobel por su trabajo sobre la estructura del sistema nervioso, en el que detalló que está compuesto de neuronas interconectadas pero individuales. Además de médico fue humanista y encabeza lo que Laín Entralgo llamó «Generación de Sabios», una generación de científicos de la década de 1880. 

(Pulsar la figura para ver el "Corpus de la Neurona")