martes, 24 de mayo de 2022

Hablé ayer de la “neblina mental”

      Sí, ¿lo recordáis? Ayer hablé de la “neblina mental” como una de las secuelas del Covid que se está presentando con mayor frecuencia, con la misma que la tos bronca y algo de destemplanza que, en general, queda algunas décimas por debajo de los 38º. Creo que esta mañana me levanté obsesionado por esa peculiar niebla, ayer leí varios artículos sobre ella y me interesó como problema de la neurociencia. Realmente se trata de una leve disfunción cognitiva que genera algunos problemas de memoria, acompañados de una sensación de embotamiento y pesadez; algo así como una resaca de después de un movido día de feria.

      Casi seguro que a todos nos ha sucedido alguna vez, nos invade una sensación de impotencia mental, intentamos concentrarnos en alguna tarea concreta pero no lo conseguimos por más que lo intentemos. Ocurre también que estamos conversando con otra persona sobre una película y no logramos acordarnos del título o del intérprete principal de la misma, e incluso puede ocurrirnos algo mucho peor; que estemos hablando por teléfono y no nos acordemos del nombre de la otra persona, ¿no os ha pasado alguna vez?

      Quizás, menos a menudo, también sucede que cambiamos algunas palabras y en vez de decir, por ejemplo, “fui al campo de Pepe”, decimos “fui al sitio aquel de Pepe” porque la palabra “campo” se nos atranca y no sale.

      Pero no preocuparos demasiado, esos no tienen porque ser síntomas precoces de la enfermedad de Alzheimer, ni de problemas en la región frontotemporal, ni de fallos vasculares en el cerebro. Tranquilos. Eso corresponde a los que los neurocientíficos denominan «brain fog» o “niebla mental” que concierne a una disfunción cognitiva muy propia de nuestro tiempo y que está íntimamente vinculada al estrés. También puede proceder de cambios hormonales ─como en la juventud o en la menopausia─ de dificultades continuas para dormir, de carencias sistemáticas de vitaminas del tipo B, de anemia, de deshidratación, dietas inadecuadas y, ahora también, como secuela corriente del Covid.

      ¿Qué voy a hacer hoy al respecto?

      Pues mirad; sé que la meditación “mindfulness”, o de cualquier otro tipo, puede contribuir de modo decisivo a disminuir el estrés ─y por lo tanto la “neblina mental”─ transportándonos a nuestro “aquí” y a nuestro “ahora”, al momento presente. La meditación puede permitirnos percibir las fluctuaciones de la mente sin involucrarse emocionalmente en ellas, lo que puede ayudar a dar lugar a un retroceso de las emociones negativas tan poderosas como la ansiedad y el estrés. También enseña a observar el mundo “tal como es”, lo que permite tener un espacio cerebral más sereno y menos reactivo, a la vez que menos "nublado".

      ¡Ah! También me voy a tomar un “té matcha” japonés, eso es mano de santo.

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