miércoles, 11 de mayo de 2022

La neurociencia de los idiomas (II)

      Aprender un idioma es un proceso, sin duda, complicado, que debe llevarnos a construir oraciones, comprender significados, saber movernos dentro de nuevos contextos, leer, escribir, conocer una gramática (al menos lo imprescindible), y por supuesto, saber asimilar los sonidos. El cerebro tiene que organizar y coordinar todos estos procesos para cuando los necesite en una conversación o en otra actividad en la que se ponga en uso el idioma.

      Todos aquellos que han estudiado un idioma alguna vez saben que eso es como abrirse paso en una jungla: nuevas palabras, sonidos desconocidos, reglas gramaticales,... Aprender un nuevo idioma exige al cerebro el desarrollo de un intenso trabajo y para ello necesita crear neuronas y redes neuronales adicionales para así sumergirse en la lengua ajena de que se trate.

      En el encéfalo hay lugares, como la llamada área de Broca, que se dedican al lenguaje. En concreto, esta denominada área de Broca, se ocupa en que las estructuras oracionales tengan sentido en la comunicación y también se encarga del habla. También es conocida el área de Wernicke, muy importante en todo lo referido al significado de las palabra. Además juega un importante papel, el llamado giro angular que nos auxilia a la hora de entender los conceptos que subyacen detrás de cada vocablo que utilizamos. Las zonas citadas están distribuidas por la parte central del cerebro y actúan con muchas otras para facultarnos hablar libremente y poder expresar nuestros pensamientos.

      Ha sido demostrado que algunas zonas del cerebro de personas que hablan otro idioma son diferentes y están modificadas. En el lóbulo frontal existen franjas como la corteza prefrontal (abreviada CPF) y la corteza cingulada anterior (abreviada CCA) y una zona denominada giro supramarginal que juegan un papel muy relevante en el lenguaje, ya que relacionan cada término con su significado y su contexto. Los núcleos del lenguaje se conectan con las zonas de la memoria para escoger los posibles vocablos, pero es el lóbulo frontal el que hace las comprobaciones, verificando que se ajustan con la idea que se desea expresar.

      Es dable imaginar que la CPF y la CCA desarrollan una enorme tarea cuando se habla una segunda lengua porque controlan, instante a instante, lo que se dice y ayudan a elegir las palabras adecuadas en el momento oportuno y en el idioma de preferencia. Eso explica que los escáneres del cerebro indiquen que estas áreas están ampliadas ─y con más conexiones con las zonas de alrededor─ en las personas que hablan otro idioma. También las resonancias magnéticas muestran que los cerebros de los bilíngües tienen más materia gris y blanca (al fin y al cabo eso es una forma de decir que tienen más neuronas). Todo esto significa que los cerebros de las personas que hablan dos idiomas son algo distintos, y también se nota cuando se les pide que realicen tareas cognitivas. Aquellos que poseen una segunda lengua suelen tener mejores resultados en funciones cognitivas complejas, como el cambio de tareas (o lo que se suele llamar “multitarea”), y parece que esto también se relaciona con la posesión de más habilidades sociales y empatía.

1 comentario:

  1. Esse artigo é muito interessante e esclarecedor , eu sabia que o cérebro de um bilíngue era diferente mas nunca havia imaginado ser tão complexo , agora vejo que é benéfico para pessoas de todas as idades e principalmente os da melhor idade, vou continuar aprendendo idiomas porque isso me ajudará a ser mais sociável e comunicativa, além de manter em dia a saúde mental.
    Obrigada por mais esse artigo maravilhoso!

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