El aprendizaje de idiomas es una cuestión que tiene mucho que ver con la neurociencia. Es probable que aún estemos muy lejos del dominio de técnicas que nos permitan “inocular” un lenguaje en el cerebro y que ─en cuestión de minutos u horas─ podamos dominar una nueva lengua. Pero es indudable que los conocimientos neurocientíficos se están incrementando de tal manera que podemos prever que en pocos años se aprenderán idiomas con mucha más eficacia y rapidez que hasta ahora.
Meditaba sobre esta cuestión porque un amigo me había propuesto que le tradujese del portugués el siguiente párrafo:
Um viajante muito esquisito lê um romance numa camioneta. Apenas compra coisas de baixo preço, mas não gosta das baratas que andam nas lojas. É verdade que tem cerca de quarenta anos: são exactamente quarenta e três anos que ele tem. A camioneta é velha e ao meio-dia, antes de pegar nos talheres para comer, vão levá-la à oficina.
Él sostenía, y creo que con razón, que el parecido de ambos idiomas es una ventaja para un aprendizaje rápido, pero también es un obstáculo porque existen palabras muy similares con un significado totalmente diferente; son los conocidos “falsos amigos”. En el texto anterior, viajante se debe traducir por viajero, esquisito se debe entender por raro o extraño, baratas son cucarachas, romance es una novela, camioneta se refiere a un autobús de línea, talheres son los cubiertos para comer y oficina es el sustantivo que designa a un taller de reparación de automóviles.
Después derivamos la conversación hacia los idiomas y la edad. De siempre se ha creído que aprender una lengua a edad adulta era un asunto casi imposible, y en general se ha aceptado ─como algo incontrovertible─ que la única forma de aprenderlo era en la infancia o sus alrededores, cuando el cerebro está todavía en desarrollo. Afortunadamente la neurociencia ha descubierto que eso es una falsedad y que una persona puede ser un fantástico estudiante de idiomas ─o de cualquier otra cosa─ a cualquier edad.
Es muy posible que de niño se posea la ventaja de tener un ambiente de inmersión idiomática y una familia que te empuje a aprender cada día. Pero lo cierto ─y constatado científicamente─ es que nuestro cerebro puede seguir aprendiendo incluso cuando ya es un cerebro adulto completamente desarrollado.
Existen muchas evidencias que demuestran la conveniencia de aprender un idioma en la edad adulta, y no únicamente por las experiencias que pueda aportar, sino por su capacidad para retrasar el envejecimiento del cerebro y frenar deterioros como en el caso del Alzheimer. Cuando este tipo de neurodegeneración tiene lugar en personas bilingües, las neuronas se ven afectadas y pierden funcionalidad como en cualquier otro cerebro, pero los síntomas ─asuntos como el olvido─ son mucho menos graves. Se han realizado cálculos muy fiables que reflejan que el aprendizaje de idiomas puede retrasar algunos de los síntomas neurodegenerativos en, al menos, cinco años.
Incluso, los idiomas pueden también contribuir a que las personas que han sufrido ictus se recuperen mucho mejor, particularmente en todo lo referido a la atención y la memoria. Parece ser debido a que el cerebro tiene más tejido neuronal (y conexiones) en las regiones de la memoria del lóbulo temporal, y así el cerebro puede preservar más de su funcionalidad cuando se produce una disfunción o un daño.
Mi amigo dice que debemos hablar bastante más de todo esto.
Lectura recomendada: Efectos saludables de aprender idiomas
¡Decididamente! Quedo 'enganchado' a las neurociencias, es el tema del futuro, me encanta.
ResponderEliminarGracias un fuerte abrazo.
Que buenas noticias y que interesante lo que comentas!! La verdad es que podemos constatar por nuestra propia experiencia que aprender cosas nuevas no es exclusivo de los más jóvenes, pero aprender "por qué" es de lo más fascinante.
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