Fueron muchas horas de espera antes de
entrar en quirófano; quería reflexionar de manera ordenada sobre algunas cosas
antes de que me llevasen allí. Pero, era imposible sistematizar algo en mi
cabeza, bastaba que pensase en algo unas décimas de segundo e inmediatamente
otro pensamiento acudía y suplantaba al anterior. Creo que Confucio se
equivocaba cuando decía que la vida es muy simple, pero que los humanos
insistimos en hacerla complicada; desde luego, antes de entrar en una sala de
operaciones la vida no parece algo simple, nada simple.
En uno de los momentos de dominio de mí y
de serenidad me acordé de Shakespeare y sonreí al repetir musitando: «Un hombre
que no se alimenta de sus sueños envejece pronto».
Los sueños, los sueños...
Varias veces alumbró en mi cabeza la idea de
que ya, inexorablemente, me encontraba en la octavo y último escalón de la
Teoría del Desarrollo Psicosocial de Erickson. En 1950 el psicoanalista Erick
Erickson propuso la teoría de las ocho fases existenciales del hombre, Erickson
teorizó que con los años el individuo se desarrollaba por medio de la
interacción social. Proponía que desde el nacimiento hasta la vejez transitamos
por ocho estados de crisis, y que pasamos de uno a otro influidos por la
sociedad y que, por tanto, el desarrollo del yo dura toda la vida. La última
─la mía─ es la llamada «Integridad del yo frente a la Desesperación». Según el
profesor Erickson este estadio se da desde, aproximadamente, los 60 años hasta
el final de la vida y la figura más relevante de esta fase es el ser humano como tal. Se
trata del periodo en el que uno deja de ser productivo o al menos ha disminuido
en mucho su productividad. Es ese pasaje (o paisaje) en el que la vida cambia
totalmente. Hay amigos y familiares que desaparecen y uno tiene que afrontar
los duelos que provoca la adultez tardía (o sea, la vejez) tanto en el propio
cuerpo como en el de los demás.
Me sentí molesto con Erickson, intenté
meter en mi cerebro algo más optimista. Se me ocurrió pensar que nuestra vida
siempre se configura en torno al resultado de nuestros pensamientos más
dominantes y frecuentes, y me dije: vamos a modificar esos pensamientos. Creo
que eso lo decía el filósofo danés Søren Kierkegaard, pero no estoy nada
seguro. A él le gustaba relacionar el modo de vida de cada uno con los
principios e ideas más relevantes de nuestro modo de pensar.
Mi esposa y mis hijos habían ido a tomar
un café. Llegó una enfermera sonriente y toda de verde diciéndome que me
llevaba al quirófano.
Me vino una última frase a los labios:
«Aquellos que quieren cantar siempre encuentran una canción...»
Ignacio Pérez Blanquer
Con que sencillez y naturalidad has descrito la experiencia vivida hace menos de un mes. Me encanta la entereza conque llevas estos momentos de dureza, aunque afortunadamente con muy buen pronostico. Te mando un fuerte abrazo
ResponderEliminarGracias Mavi, he tratado de recoger en una breve síntesis lo que fue aquel día.
EliminarUn gran abrazo.
Buen articulo, pero vislumbro matices pesimistas. Muchas habrán sido tus emociones, reflexiones, meditaciones,...las que habrás tenido en este último mes.
ResponderEliminarEl verano pasado leí De Senectute de Cicerón y por supuesto, Carta sin respuesta a Cicerón de Pedro Olalla. Te
las recomiendo en tu aventura lectora. A mí me encantaron. Aun hay que dar mucho...
Muchas gracias por tu recomendación, en cuanto esté un poco más recuperado y me sea más fácil concentrarme en la lectura le meteré el diente. No obstante ya lo he descargado en una edición latín-español:
EliminarSobre la vejez
Sencillamente GENIAL... Tenemos Ignacio para rato... !Valiente! ... !!!BRAVO!!!. Felicidades.
ResponderEliminarAcabo de leer tu reflexión, sincera reflexión, y es un auténtico autorretrato; eres tú en estado natural. Dejas que aflore lo que te decía ayer: ese miedo que nos agarrota y dispara nuestra mente porque el cuerpo no puede salir corriendo y dejar lejos el hospital.
ResponderEliminarPero no le des más cancha a los pensamientos trágicos. ¡Adelante, que has tenido mucha suerte!
No olvides a Carta sin respuesta a Cicerón... Te va a ancantar...
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