Mi amigo Kimura me insiste en todas las
ventajas y beneficios que tiene el hacer Taichí y él es un buen ejemplo de ello, su
cuerpo se ve flexible y sus movimientos son ágiles, casi no bebe, nunca ha
fumado, come al 80% de lo que podría y duerme a pierna suelta. Es de ejercicio
diario. Yo suelo burlarme un poco de él diciéndole que estoy en una edad en la
que las palabras y expresiones más habituales son: Próstata, Diazepan, ¿Qué?, ¡Ay!,
Vitamina E, Análisis, Colesterol, Estrés, Médico, Dieta, Gafas, Depresión y
algunas otras de parecido talante. Hasta que se da cuenta de mi broma, él
intenta ─con toda la seriedad del mundo─ convencerme de que el vigor físico y
el ejercicio son muy importantes. Me suele comentar que el óxido nunca para y nos
ataca de continuo. Repite incansable que cuando llegamos a la madurez (cuando
sea que sea), tomamos conciencia de que existen unas malas y negativas fuerzas que
se encuentran siempre en acción, sin tomarse ningún descanso ni siquiera de
cinco minutos en toda la vida que son como la gravedad y la entropía (ya sabéis,
esa horrible ley termodinámica de la degradación de la energía).
Le conté que había una película de Elizabeth
Taylor y Carol Burnett (creo que se titulaba “Entre mujeres”) en la que ellas
representaban a dos mujeres de mediana edad, con muy poco en común y que se han
conocido por casualidad. Desarrollan una curiosa amistad mientras continúan lidiando
con sus respectivas vidas. En un momento del film una le dice a la otra:
"A esta edad, cuando empiezo a componerme la cabeza entonces se me
desploma el culo".
Daba gusto verlo reír a carcajadas, pero eso
no le impidió que, unos instantes después, siguiese insistiéndome en la
necesidad de hacer Taichí como imprescindible ejercicio físico ─y mental─ diario.
El ejercicio físico siempre es bueno, se tenga la edad que se tenga. Cada cual en sus posibilidades. Tu amigo es muy listo.
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