Hace bastante tiempo que vengo advirtiendo de
nuestro inevitable primer paso para convertirnos en un “ciborg”. La mayoría de
ustedes saben que un “cíborg”
(o “cyborg”) es una especie de criatura formada por elementos orgánicos y
dispositivos informáticos ─o si ustedes quieren, para una mayor generalidad,
les podemos denominar cibernéticos─ generalmente con el propósito de mejorar
las capacidades de toda la parte orgánica por medio de la
utilización de la tecnología.
Y esto venía a cuento porque cada día salen
más noticias relacionadas con la implantación de “chips” en animales, plantas y
en seres humanos. Desde luego, si se trata de alguna cuestión de salud, no le
haría ascos a dejarme introducir ─entre los dedos indice y pulgar o en
cualquier otro lugar─ un dispositivo de estos del tamaño de un grano de arroz o
más grandes. Pero lo alarmante no es esto, los asuntos de salud son caso aparte.
Lo expuesto es que, por ejemplo, las entidades bancarias obliguen a portar un “chip”
para conceder una hipoteca o cualquier otro tipo de préstamo. O que las
empresas ─cosa que ya está sucediendo en algunos lugares─ fuercen a sus
empleados a tener estos pequeños artefactos insertados bajo la piel.
Me atrevo a vaticinar que los gobiernos poco
escrupulosos con las libertades, estarán ya husmeando en estos avances
tecnológicos para ver la manera más conveniente de convertir a la masa votante
en sometidos “ciborgs”.