viernes, 31 de enero de 2020

"Neutrinos" con descafeinado


     Estaba dando los últimos sorbos al primer descafeinado de la mañana en el bar; ya doblaba el periódico con cuidado para que sus páginas no estuviesen demasiado descuadradas cuando una voz femenina y familiar sonó a mi espalda:     
     ─¡Hombre! ¡A ti tenía yo ganas de verte!     
     Se puso a mi lado derecho, y me giré hacia ella pasándome la servilleta por las comisuras. La miré con cara interrogativa y me espetó: 
     ─¿Qué hay de eso de los "neutrinos"? ¿Es verdad que corren más que la luz?  No tuve más remedio que sonreír, era lo que menos me esperaba a esa hora de la mañana. Le dije: 
     ─¿Los "neutrinos? ¿Te ha dado ahora por la física de las partículas? ¿Has dormido bien esta noche? 
     ─Están los periódicos hablando de eso, también la televisión, he leído algo, y claro, ni papa. Cuéntame algo de eso, anda. 
     Sabía que le tendría que hablar de los "neutrinos", no tenía posibilidad de escape. Tomé aire y pedí al camarero dos descafeinados. Mirando hacia las botellas del anaquel de enfrente empecé a decirle: 
     ─En el siglo XIX los físicos aún estaban convencidos de que la materia y la energía eran dos cosas muy distintas y que casi no tenían nada que ver una con la otra. Para ellos la materia era lo que ocupaba un lugar en el espacio y tenía masa. Al tener masa le afectaba el campo gravitatorio, y tenía inercia. Sin embargo la energía, era algo sin masa, no ocupaba lugar en el espacio pero era capaz de generar trabajo. ¿Comprendes? 
     Asintió con un movimiento de cabeza y añadió: 
     ─Pensaban además que la materia era un conjunto de partículas o sea átomos y que la energía eran ondas, ¿no? 
     ─Exacto ─le contesté─, además creían que tanto la materia como la energía, cada una por su parte, no podía ser creada ni destruida. La cantidad de materia y la cantidad de energía en el universo era constante. Regían de manera absoluta las leyes de conservación de la materia y de la energía. Sabrás que en 1905, Einstein demostró que la masa es como energía concentrada y que la masa podía convertirse en energía, y al revés. 
     Paré un poco mi discurso, la miré y vi que seguía muy interesada, proseguí diciéndole: 
     ─Sobre los años veinte del pasado siglo ya se vio que no era posible hablar de materia y energía como si fuesen cosas diferentes. Los físicos descubrieron que las partículas con masa a veces se comportaban como si fuesen ondas, y que las ondas se comportaban en ocasiones como si tuvieran masa.
     Se le iluminó la cara con una sonrisa y exclamó: 
     ─¡Ah! ¡Claro! Por eso se habla de "ondas del electrón" o de "partículas de luz" o "fotones", ¿no es así? ¿Ves? Yo también sé un poco de esto. 
     ─Ya veo, ya veo. Pero  viniendo de ti no me sorprende ya nada. No obstante debes tener en cuenta que hay todavía una palpable diferencia ─hice una pausa para tomar un largo sorbo del muy caliente vaso─. Las partículas de materia pueden hallarse en reposo respecto a un observador y aún en reposo tienen masa. Los "fotones", sin embargo, en reposo tienen masa nula. Bueno, pero eso es pura teoría pues las partículas que tienen en reposo una "masa nula" nunca pueden estar en reposo con respecto a ningún observador. 



     Mi amiga puso mirada inquisidora y dijo: 
     ─Y esas partículas se mueven siempre a la velocidad de la luz. ¿No? 
     ─¡Sí señora! Esas cosas se mueven siempre a la velocidad de 299.793 Km/s en el vacío. Tan pronto como nacen o aparecen se empiezan a mover a esa velocidad.     
     Ella, de natural impaciente, me volvió a preguntar:      
     ─¿Y los "neutrinos"?      
     ─Ahí voy, ahí voy. Los "neutrinos" se forman en determinadas reacciones nucleares y hasta el momento no se les ha podido medir su masa; lo probable es que los "neutrinos", al igual que los fotones tenga en reposo "masa nula". Pero los "neutrinos" son bastante distintos a los fotones. Por ejemplo, los fotones interaccionan fácilmente con las partículas de materia, son absorbidos por ella o retardados. Sin embargo los "neutrinos" pueden atravesar enormes, inmensas, masas de materia, sin verse afectados por ella. ¡Ah! De las propiedades electromagnéticas de los "neutrinos" creo que no se conoce prácticamente nada. 
     Mi amiga puso un poco gesto de decepción, quizás pensaba que los "neutrinos" era algo más concreto y conocido. Preguntó ahora:
     ─¿Y qué hay de su velocidad? 
     Bebí el último sorbo y le dije: 
     ─Parece que lo que está claro hasta ahora, es que si los "neutrinos" tienen una masa en reposo nula entonces no son materia. Por otra parte, se necesita energía para formarlos y también cuando se desplazan se llevan parte de esa energía consigo, luego podríamos decir que son una forma de energía, que se supone tenía que moverse a la velocidad de la luz. Si de verdad se mueven a mayor velocidad entonces aparece un misterio grande. De todos modos te diré que en 1967 Gerarld Feinberg, estudió los "taquiones" que eran unas partículas hipotéticas que viajaban a velocidades mayores que las de luz, curiosamente este físico de la Universidad Columbia predijo la existencia de uno de los tres tipos que hay de "neutrinos". 
     ─¿Y qué pasará si realmente los neutrinos van más rápidos que la luz? ─y seguidamente añadió─ Tendremos que seguir hablando de esto.
     ─Pues nada, querida, nada. Un genio aparecerá, creará una nueva Física que lo explique todo y quizás dentro de un puñado de años se verá alguna consecuencia de todo esto. Se terminó su café y exclamó: 
     ─¡Pues vaya con los "neutrinos"!
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia




jueves, 30 de enero de 2020

Hoy me levanté físico


     ¿Sabéis una cosa?... Hay días en los que me levanto “físico”. No he indagado si en otras profesiones sucede igual, no sé si un ingeniero hay días que se levanta “ingeniero” o un carpintero se levanta por la mañana con la sensación de ser “carpintero” con sierras, martillos, gramiles, escofinas, cepillos y garlopas pululando alrededor de su mente. Quizás ─no lo sé─ sea más fácil pensar que un historiador se despierte alguna mañana en plena Edad Media.
     Me ocurre, sí. Hay días en los que me levanto de la cama “físico” y entonces es como si estuviese moviéndome en la realidad de una manera diferente. Muchas veces el fenómeno comienza con una ecuación, esa ecuación me asalta y ya no me la puedo sacar de la cabeza. Otros días me invade, por ejemplo, la entropía y pienso en la “entropía de las civilizaciones” o cómo anda España de entropía.
     Hace unos pocos días me sucedió con la conocida “Ecuación de Dirac” que dicen que es la más bella de la Física y también se conoce como la “Ecuación del Amor". ¿No os parece hermoso que exista una ecuación del amor? Pues esa es la ecuación de Paul Dirac que, aunque tiene unas cuantas representaciones distintas, una de las más conocidas es la siguiente:

     ¿Y qué nos dice esta ecuación?
     Pues nos dice algo así: «Si dos sistemas (e intentemos entender sistema de una forma amplia) interactúan entre ambos durante un cierto tiempo y después se separan, será posible describirlos como dos sistemas diferentes, distintos, pero de una forma sutil y misteriosa siguen siendo un sistema único en “espíritu”, y todo lo que le sucede a uno de ellos le sigue ─también─ afectando al otro; incluso aunque se hallen a distancia de kilómetros o de años-luz».
     ¿No os suena a algo así como el AMOR?
     Pero esto puso de cabeza abajo a los físicos (a los de entonces y a los de ahora). ¿Cómo era posible transmitir una señal instantáneamente a un sistema que puede estar al otro extremo del universo?
     Einstein se mostraba incómodo con esta idea, le era difícil imaginar un infinito número de conexiones cuánticas en un universo con otro infinito número de partículas que “hablan” con sus parejas distantes.
     Pero es lo que es. El universo es un colosal sistema cuántico que aún estamos muy lejos de comprender.



miércoles, 29 de enero de 2020

La inspiración nuestra de cada día...


     La inspiración sigue una sinusoide. No, no... seguro que será otra curva más irregular. No lo sé, pero parece más que evidente que depende de muchas cosas, tanto internas como externas, de ahí esa irregularidad.
     Hay días en los que se nota un extraño picor en las interioridades del cerebro y ya sabe uno que de ese escozor pueden salir cosas interesantes. Hay otros días secos, acartonados, en los que nuestra mente se asemeja a un páramo yermo, incapaz de decir e imposibilitada de crear algo.
     Quizás es hoy uno de esos días; hay nubes que tapan la claridad del día y le dan colores grises. Tampoco tengo muchas ganas de leer y tengo varias lecturas pendientes muy interesantes ─e incluso inspiradoras─ pero no sé ni qué libro coger ni dónde ponerme cómodo a leer.
     ¿Hace una infusión de buen té verde?, ¿un café negro y apretado?
     Es posible que acurrucándome un poco en mi sillón y entrecerrando los ojos surja algo... No sé.
     Pasaré un rato mirando figuras así,... algo sucederá...

lunes, 27 de enero de 2020

Mi nieto y el coronavirus de Buján


     Noté que tenía prisa al llegar a mi lado, le hice esperar unos instantes hasta acabar algo que estaba haciendo en el ordenador. Con cierta dosis de excitación me comentó:
     ─Abuelo, ya hay tres casos en Singapur y en Malasia y uno en Canadá.
     No supe a qué se refería y ante mi momento de silencio exclamó:
     ─¡El virus de Buján, abuelo!
     ─¡Ah! ¡El coronavirus de Wuhan! ¡Ya!
     ─¡Y en Francia! ¡Lo tenemos en la frontera!
     ─Bueno, tranquilo, tranquilo, que no nos va a entrar por las puertas ahora. Sí, hace un rato he leído algo de eso pero no me suelen preocupar mucho estas noticias tan exaltadas y, normalmente, sobredimensionadas.
     Creo que no entendió mis palabras muy bien y dijo:
     ─Voy a lavarme las manos.
     Se fue de mi lado y quedé pensativo. La genética es la genética, a mi nieto le pasa igual que a su abuelo, cuando enfocamos la lupa mental en algo que acapara nuestro interés nos volcamos con pasión sobre ello, así hasta que encontramos un nuevo asunto en el que arrojar nuestros entusiasmos. Como todos los niños él tiene sus intereses cotidianos, el fútbol, sus juguetes, su colección de monedas... Pero, de vez en cuando, le asalta un tema que acomete con inusitado ardor. Parece que el coronavirus de Buján (como él dice) es de esos.
     Regresó del lavabo diciendo:
     ─Abuelo, creo que ya hay más de 80 muertos y más de 2.500 personas enfermas, pero no se sabe muy bien, ¿sabes cómo se llama el virus?... Yo lo sé.
     ─He prestado poca atención, pero creo que le llaman “neumonía de Wuhan”, ¿no?
     ─Estas equivocado... Bueno, no. También se llama así, pero es el 2019-nCoV.
     ─Ese será el nombre que le ponen a las etiquetas de los tarritos con muestras del virus ─le dije con un matiz de burla en los ojos.
     No me hizo mucho caso y me explicó muy bien que el foco parecía ser el mercado de pescado y marisco de la ciudad de Wuhan, que es muy grande. También me añadió que el virus se trasmite por contacto con animales y con personas.
     ─¿Por eso te lavas las manos? ─le pregunté.
     ─Sí. Hay que lavarse las manos por lo menos siete veces al día, lo he escuchado en la tele ─respondió rápido.
     Me estaba resultando muy curiosa e interesante la conversación con él, no sé si su fuente de información era únicamente la televisión o también había indagado en Google. Ahora le pregunté de nuevo:
     ─¿Sabes cuáles son los síntomas de ese 2019 “yo no sé qué”?
     ─Abuelo, 2019-nCoV. Síntomas son: mucho cansancio, la gente no se puede ni mover, fiebre y una tos que no es como cuando uno está resfriado, es otra tos, ¿comprendes abuelo?
     Asentí moviendo la cabeza, no quería interrumpirle. Él siguió su perorar:
     ─Y también hay otro síntoma, pero que toda la gente no lo tiene, es como si se ahogan y no pueden respirar bien. No sé cómo se llama eso, una palabra rara.
     ─Pregúntale a mamá, yo no la recuerdo ahora.
     ─Ahora voy, y de paso me lavo las manos.
     Tardó unos minutos en regresar y me repitió:
     ─Abuelo, se llama disnea, me lo ha dicho mamá. ¡Disnea! Eso es que cuesta mucho trabajo respirar y uno se ahoga y los pulmones se aprietan.
     ─¿Y esas máscaras que se ponen los chinos en la boca?
     ─¡Ah! Eso también lo sé. Abuelo, se llaman mascarillas. Mamá tiene ahí, voy a pedirle una y te la enseño. Cuando llegó a la puerta le dije:
     ─¡No hace falta que te laves las manos de nuevo!
     Regresó en un minuto escaso con una mascarilla.
     ─Abuelo, hay que ponerse estas mascarillas o si no tiene uno mascarilla hay que ponerse un pañuelo para tapar la boca y la nariz cuando tose y también cuando se estornuda y se echan virus por la boca. También está prohibido tocar animales y no ir a sitios en donde haya mucha gente.
     ─¿Y lavarse las manos?
     ─Sí. Lavarse las manos siete veces...
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia


viernes, 24 de enero de 2020

La mentira en el pedestal


     La mentira y la política siempre han ido de la mano, hay testimonios de ello de hace muchos años. Sin necesidad de irnos más atrás, Nicolás Maquiavelo postulaba hace quinientos años que: “La política no tiene relación con la moral”. En la actualidad, en la política, la verdad ha sido sepultada y la mentira y la falsedad han subido a lo alto del pódium.
     Lo realmente preocupante es que estamos viviendo unos momentos en los que se enaltecen la mentira y el engaño a todos los niveles, creándose así un ambiente putrefacto de corrupción con poca vuelta atrás porque indefectiblemente nos lleva a un quebranto social en todos sectores.
     De este maridaje política-mentira se ha escrito mucho, ¿recuerdan a Jonathan Swiff, el autor de “Los Viajes de Gulliver”? Él nos dejó un librito muy interesante titulado: “El arte de la mentira política”, pero entonces la mentira política no tenía las dimensiones que hoy posee. El célebre filósofo francés Jacques Derrida define nuestro mundo como el de la "entronización de la mentira absoluta y definitiva". No va a ser nada fácil (en caso de que sea posible), darle la vuelta a este estado de cosas por medios democráticos. Estamos metidos dentro de un movimiento de retroceso en lo social, en lo económico, en lo político y, por supuesto, en lo ético. El tan cacareado “progreso” no es más que el que se refiere a lo tecnológico, a la información y a la comunicación social, que, tarde o temprano, tendrá “efectos secundarios” nada agradables.
     Sería necesario llevar las actuaciones políticas a un nivel más alto y persistente de veracidad y credibilidad y eso debería obligar a erradicar la mentira, pero...
     ¿Quién le pone el cascabel al gato?


miércoles, 22 de enero de 2020

Envueltos en humo


     Hoy día, abrir un periódico o ver un noticiario de televisión es exponerse a una lluvia implacable de bombas de humo. Una cortina de humo es una de las maneras que tienen los gobiernos de distraernos y despistarnos para encubrir sus acciones. Así, de ese modo esconden la verdad de forma intencionada. Está muy claro, lo sabemos todos, que las cortinas de humo están provocadas para embaucar, enredar o abobar al ciudadano. Realmente todo aquello que sea utilizable para impedir que la gente sepa o vea lo relevante, es una “cortina de humo” (Y si no es "cortina de humo" es propaganda, como decía en una entrada anterior).
     Hay una película muy buena del siglo pasado (aún me suena raro eso de decir “siglo pasado”) titulada “La cortina de humo”, en ella se narra la historia de un presidente de los EE.UU. del que se descubre su participación en un suceso muy escandaloso, cosa que ocurre unos días antes de su posible reelección. Entonces, él y sus asesores más directos, traman la creación de un conflicto muy gordo para desviar la atención de la prensa y de los ciudadanos y generarles otro foco de atención. Y no se les ocurre otra cosa que “fabricar”, en plan Hollywood, una guerra con Albania. Creo que era algo así, ya no lo recuerdo del todo.
     No piensen que la utilización de estos métodos son una exclusiva de los gobiernos de aproximación totalitaria, también son muy proclives a su uso los medios de información y, sin duda, las grandes empresas. Lo cierto es, que si queremos tener nuestro sentido crítico abierto y en buena navegación, tenemos que estar continuamente disipando el humo con el que nos envuelven reiteradamente.
     ¡Ah! La película obtuvo un buen puñado de galardones y estaba interpretada, entre otros, por Robert de Niro y Dustin Hoffman.


martes, 21 de enero de 2020

De sabios a necios

     Muchas veces he dicho que nuestra civilización ─la que ahora se tambalea un poco─ se asienta sobre tres libros: la Biblia, la Iliada y la Odisea; ahí están las bases (algunos dicen, y también es razonable, que los fundamentos están en: el derecho romano, la filosofía griega y la cultura cristiana). Por eso son libros que suelo tener cerca y con frecuencia leo alguna página. Hoy abrí la Biblia por un sitio al azar y me encontré con Romanos 1:22.
     Pensé después que la Biblia profetizó, con cientos de años de anticipación, el “aumento del conocimiento” en ese siglo, pero esos nuevos descubrimientos científicos y avances tecnológicos ─y muchos somos los que tenemos esa impresión─ sólo le han servido a la humanidad para hacerla más arrogante y engreída.
     Así está... tan dislocada. ¿No?



lunes, 20 de enero de 2020

Propaganda saturante

      
     Basta ver la mayoría de las televisiones, leer algunos periódicos y nos vemos envueltos en mil argumentos contradictorios, en las fake news, en las falaces opiniones con las que nos aporrean los tertulianos farisaicos de toda índole. Será difícil que veamos algún noticiero que no lleve una carga de profundidad de propaganda política, dirigida, fundamentalmente, a la manipulación de nuestras emociones.
     Recuerdo ahora que Joseph Goebbels, Ministro del Reich para la Ilustración Pública y Propaganda, sabía bien cómo manejar las emociones, era un auténtico maestro en eso. Observen, por ejemplo, como pequeña muestra de ello, el siguiente párrafo:
«Nuestras mujeres saben por qué luchan sus hijos y nuestras esposas saben por qué luchan sus maridos. Cada trabajador y cada agricultor están más seguros que nunca de por qué está balanceando su martillo o parado detrás de su arado. Millones de niños nos miran. El enemigo ve nuestro futuro en ellos y quiere destruirlos. ¡Así que manos a la obra! El enemigo nos ha dicho lo que está en juego.»
     La propaganda política de algunos partidos de hoy está basada en un intento coordinado de domesticar a la opinión pública por medio de la utilización publicitaria de los medios de comunicación puestos a su servicio o convenientemente "comprados". La propaganda ha sido empleada con profusión por los gobiernos totalitarios o con tendencias acentuadas para llegar a serlo. Conocemos bastante bien la maestría de los nazis en su empleo y también sabemos ─lo vemos a diario─ que la propaganda política hostiga a los ciudadanos de muchos países desde entonces y sin piedad. Todo gobierno tiene claro que la utilización masiva y sistemática de la propaganda es el medio más seguro para proporcionarles el poder y, además, es un instrumento crucial para mantener ese poder durante mucho tiempo. Y, claro, es algo imprescindible para la implementación de ciertas políticas.
     Y ahí estamos...

viernes, 17 de enero de 2020

¡Cómo está el patio!


     Mirando a nuestro alrededor en estos días de grandes divergencias políticas (y ya llevamos así bastantes días) nos tenemos que hacer algunas preguntas, eso sí, retóricas en su mayoría. La primera podría ser: ¿Por qué es tan difícil que podamos entendernos?
     Las divisiones sociales se van convirtiendo en piedras graníticas, el debate público es una especie de gallinero en el que todos gritamos, nadie escucha a nadie y cada uno piensa que únicamente él está en posesión de la verdad.
     Seamos ─y da igual─ de derechas o de izquierdas, siempre tenemos la convicción profunda de que nuestro oponente político no sólo se enfrenta a nosotros si no que, además, no comprende nada de nuestros argumentos y ni siquiera intenta entenderlos.
     Se me ocurre pensar que los habitantes de estas sociedades modernas estamos divididos por tener diferentes puntos de vista morales de la realidad y eso nos lleva a situarnos en torno a clanes políticos muy enfrentados. Y esto se traduce en una incapacidad de entender que tanto los progresistas como los conservadores o los liberales, o los creyentes y los ateos, tienen su parte de razón; pero ese conflicto moral al que hemos aludido impide verlo.
     ¿Habrá algún tipo de prescripción ─o receta racional─ para tratar de superar los antagonismos y aprender a resolver los conflictos?


jueves, 16 de enero de 2020

Asuntos del tiempo meteorológico

     Dicen que los ingleses son los que más hablan del tiempo y de cuestiones meteorológicas, desde luego se trata de una buena excusa para conversar, casi un obligado preludio. Creo que también los españoles hablamos mucho de cómo están las condiciones climáticas... y los alemanes... y todos.
     Basándome en esto escribí unos cuantos artículos en 2018 que ahora iré reproduciendo aquí.
      


HABLAR DEL TIEMPO
     Llevamos una temporada en la que hablar del tiempo es una constante; no pasa un día sin que hayamos echado alguna parrafada con alguien respecto a cómo está el tiempo. Todos quisiéramos conocerlo anticipadamente, también culpamos al viento (el de Levante se lleva la palma) del dolor cabeza o en los inviernos más crudos nos quejamos del coste de la calefacción; el estado del tiempo es algo que se enmarca entre los supuestos principales de nuestra vida. El hombre ocupa una delgada capa de atmósfera y, no cabe duda, que nuestros estados físicos y psicológicos ─la vida─ están muy relacionados con el medio atmosférico que nos envuelve.
      Un amigo me comentó hace días:
      ─¿Por qué no escribes algo sobre el tiempo? Ahí siempre hay tema. Tú eres físico, algo debes de saber de todo eso.
      ─Sí claro. Lo que sé es lo mucho que ignoro sobre tantas, y tantas, cosas, y la meteorología no es de mis puntos fuertes ─le respondí con sinceridad.
      ─Pero todos hablamos del tiempo a diario, hacemos nuestras predicciones, nuestros comentarios. A veces, incluso, discrepamos de nuestros interlocutores y discutimos sobre el asunto ─insistió él.
      ─Pero ¿qué puedo decir? Todo el mundo sabe que la atmósfera rige la vida de muy diversas formas y proporciona los elementos que intervienen en los procesos biológicos. Y sabe, además, que es como una especie de defensa, un escudo, para muchos tipos de radiaciones, e incluso, de partículas que proceden del espacio exterior. De lo poco que estoy seguro es que los fenómenos del tiempo son entidades físicas que obedecen a leyes físicas y poco más. Te añadiré que me asombra mucho la adaptación de los humanos, y sus tareas, a su ámbito atmosférico de manera que únicamente puede soportar cambios muy pequeños sin sufrir trastornos.
      Creí que mi querido amigo ya no insistiría después de esta parrafada, pero me equivoqué, él volvió a preguntarme:
      ─¿Tú crees que el clima se puede cambiar?


      Me quedé un poco parado al escuchar el interrogante, quizás un tanto sorprendido. Realmente en los primeros instantes no supe que responder. Después de una corta pausa, pero muy meditativa, le dije:
      ─Probablemente sí podría hacerse, aunque pienso que aún nadie lo ha conseguido, ni tan siquiera cambiar el tiempo. Y desde luego no me gustaría que nadie pudiese hacerlo, ni que lo intentase; las consecuencias podrían ser devastadoras, ¿no te parece?
      Hizo caso omiso a mi pregunta y volvió al ataque:
      ─Has utilizado tres términos que me confunden un poco: tiempo, clima y meteorología ¿me los podrías aclarar, y diferenciar, un poco?
      Aquí encontré la puerta de escape y le contesté:
      ─Mira, lo tendré en cuenta, pronto escribiré algo sobre estas cosas que nos preocupan a todos y que son de nuestro día a día. Vale, tú ganas.
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia

miércoles, 15 de enero de 2020

Invierno y resfriados

     Desde hace unos días hay una cuadrilla de virus acosándome, no han logrado ─todavía─ abatirme y estoy resistiendo como un jabato, pero no sé hasta cuándo podré aguantar. Este asedio vírico me ha traído a la memoria unas palabras que escribí en 2011 ante un asedio semejante.

UNA PANDILLA DE VIRUS
     Tengo aposentada, desde hace días, en mis pulmones una maléfica horda de virus. Ha venido acompañada de una amplia coreografía de fiebres y otras mil molestias. Llegar a una tecla del ordenador era una aventura, y buscar algo en una 'carpeta', ¡ay! ¡Buscar algo en una 'carpeta'! Eso era como intentar caminar sobre un fino alambre en las alturas. Las ideas se me esfumaron desde entonces, mi cabeza parecía un cuadro de Wassyly Kandinsky. Aunque sin esa musicalidad que subyace en ellos. 




     Imaginaba que los virus eran como esas deidades -autenticas joyas del arte tibetano- llamadas Chakrasamvara, que me pinchaban con sus múltiples brazos. 


     En algunos momentos, de esos que los modernos llaman de hipertermia, creo que estuve al borde de lanzar algún grito aterrador al estilo del cuadro del pintor noruego Edvard Munch: 


     A veces, mi alrededor estaba poblado de imágenes de desvaríos y pinturas extrañas con las que un patán -de cuyo nombre no quiero acordarme- había alterado mi vista y mi cerebro alguna vez. 


     Además, para colmo, se me ha estropeado un bonito viaje de varios días que tenía previsto a Extremadura. Aún no estoy para tirar cohetes pero, ¿qué le vamos a hacer?... ¡Paciencia y cuidados!

     Saludos

lunes, 13 de enero de 2020

La primera acuarela

     Siempre hay recuerdos persistentes, son como burbujas que nos rodean perennes, que no se van, ni estallan, continuamente nos acompañan. El que sigue es uno de ellos.
     A principios de 2011 ─cuando confeccioné el blog para la Academia de Bellas Artes Santa Cecilia─ no sabía qué poner al principio, había estado enredando con las cuestiones técnicas y no había pensado en un artículo en plan exordio para iniciar aquello. No sé para qué me levanté de la silla delante del ordenador y al caminar unos pocos pasos vi el cuadro de cuando era niño. ¡Saltó la chispa...!
     Escribí lo que viene a continuación:

EMPEZAMOS
    Estaba confeccionando este ‘blog’ de la Academia de Bellas Artes, e inevitablemente un batiburrillo de recuerdos me venían a la cabeza. Nosotros, de niños, siempre hacíamos supresión de la solemne palabra Academia y decíamos sólo Bellas Artes.
     Yo comencé bastante pequeño, primero dos cursos de dibujo a lápiz y carboncillo y después, en 1957, el anhelado curso de pintura a la acuarela. ¡Los pinceles y el color! ¡Qué maravilla!
     La vieja casona de la calle Santo Domingo, mi carpeta muy grande, o al menos así me lo parecía, los pinceles, el gordo, el finito y el intermedio, los tubitos de acuarelas comprados en Pérez Pastor en la calle Larga. Un trozo de cristal con los bordes lijados que servía de paleta. ¡Más de medio siglo ha pasado!
     Sonidos… los sonidos, aquel repetitivo do-re-mi-fa-sol que se oía desde la calle, la música imponente del piano, que llenaba el caserón o el chirrido de un violín maltratado. 
     El tiempo no me ha hecho olvidar a ninguno de aquellos queridos y respetados profesores, tampoco olvido la Secretaría, llena de amigos de mi padre que siempre sabían reír.
     En un discreto lugar de mi casa, pero siempre a la vista, tengo mi primera acuarela, una simple pintura de niño, pero la miro con frecuencia y placer. Quizás ella también ─misteriosamente─ me mire a mí y nos digamos algo, algo que sólo nosotros entendemos...

(Mi primera acuarela, mayo de 1957)

domingo, 12 de enero de 2020

Charlando de Iberismo

     El Diccionario de la lengua española define el Iberismo como la «doctrina que propugna la unión política o el mayor acercamiento de España y Portugal». En el siguiente artículo ─que recupero aquí─ de ENCUENTROS EN LA ACADEMÍA (375) también continué con este interesante tema.

   El tema salió por casualidad, alguien comentó algo de mi artículo “Mirando hacia el Oeste” e iniciamos una conversación en torno al asunto del “iberismo”. Uno de los contertulios muy versado en historia nos habló ─un poco para situarnos─ del célebre «Tratado de Tordesillas» que data de 1494, en éste Castilla y Portugal firman un tratado que dividía el océano Atlántico en dos partes por medio de una raya trazada de polo a polo, a algunas millas al oeste de las islas de Cabo Verde, quedando el hemisferio oriental para la Corona de Portugal y el hemisferio occidental para la Corona de Castilla. De esta forma los Reyes Católicos y el rey Juan II de Portugal acuerdan los límites de las conquistas futuras que podrán realizar los dos estados en el mundo recién descubierto. Este tratado presentaba algo novedoso, se trata de que por primera vez se creaba una frontera que partía tanto el mar como la tierra, y además generaba una nueva concepción de partición territorial que determinó la actual configuración de la América del Sur. Nos comentó que este famoso tratado ─a su juicio─ era el punto de partida de partida del iberismo. A lo que otro de los amigos respondió rápido:
     ─O fue el punto de partida del “no-iberismo”, ¿no os parece?
     Otro amigo, que suele tener planteamientos más radicales, dijo:
     ─¿Qué queréis que os diga? De verdad que creo que el iberismo como concepto está muy bien, y que una idea buena, pero estás ideas, repito, en principio buenas, suelen ser manejadas por individuos, o grupos, que tienen otras intenciones y otros proyectos, que nada tienen que ver con el iberismo, y cuya pretensión es la de imponer una forma muy concreta de organizar la sociedad y forzar a la gente contra sus intereses, todo ello desde puntos de vista bastante totalitarios. A mí, este tema, me pone en posición de “verlas venir”.

     A Jorge le suelen llamar el “Sr. Depende”, porque es corriente que empiece cualquier intervención con esa palabra; él explicó:
     ─Opino que todo depende mucho del tipo de fusión o unión, ¿se trataría de una simple anexión? Eso me huele que no podría ser, ni tendría mucho sentido. Por otra parte España es una monarquía constitucional y Portugal es una república, ¿quién tendría que dejar de ser lo que es? ¿Portugal se tendría que hacer monárquica? ¿España convertirse en república? Eso plantea problemas que, según mi punto de vista, son bastante amplios. Eso sin contar a los catalanes y a los vascos. De todos modos creo que la unión Portugal-España podría abarcar otros aspectos menos traumáticos o complejos. Ya digo… todo depende de cómo se vaya a realizar esa unificación. Sin duda que habría muchos aportes beneficiosos. Por ejemplo, la importancia, económica, social y política, de esa nueva “Iberia” aumentaría bastante tanto a nivel europeo como mundial. Habría un efecto sinérgico que haría “Iberia” fuese mucho más influyente que España y Portugal yendo por separado. Creo que el peso de Iberia en la Comunidad Europea sería, al menos, el mismo que ahora tienen Italia o Francia.
     María había escuchado muy atenta las palabras de Jorge y añadió:
     ─Pienso que lo que dice Jorge es muy sensato, pero mi pensamiento es más pragmático… creo que mucho más práctico. Por ejemplo, España y Portugal son de los productores más importantes del mundo, no sé la clasificación exacta, de vino, de aceite de oliva y de corcho. ¿No se podrían poner de acuerdo en todo lo relativo a estos tres productos agrícolas? También está el tema del turismo. La Iberia podría ser la más puntera del mundo como destino turístico, ¿no sería maravilloso unir esas dos potencialidades de cada país en una sola? O imaginaros que se unen las industrias marítimas? ¿No sería la mayor del mundo?, poco le faltaría, ¿no?
     Julio suele introducir siempre alguna nota de humor entre las intervenciones de cada tertuliano y acertó en decir:
     ─La dificultad para hacer esas fusiones parciales o sectoriales, que dice María, imagino que sería algo complicado y difícil. Habría que hacer, por lo menos, cincuenta tesis doctorales sobre el asunto.
     Después de unas sonrisas, Julio continuó hablando:
     ─Desde luego, entre los dos, tendríamos varios miles de kilómetros de costa para la pesca y para todo lo vinculado a ella, sería algo verdaderamente grandioso. Hemos de tener en cuenta que el poderío histórico de ambos países siempre ha estado ligado al mar.
     Emilio nos sorprendió a todos exclamando:
     ─¡Yo tengo una receta mágica para empezar a construir la Iberia!
     Todos nos quedamos mirándolo con cara interrogativa.
     ─¡Sí! ─afirmó rotundo─. ¡Yo tengo la solución! Pero os la diré en la próxima tertulia que hagamos, ahora me tengo que ir.
     Con inusitado brío y muchas carcajadas se levantó de la silla y se despidió diciendo:
     ─¡Pagadme el café!
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia

Artículos anteriores sobre "Iberismo": 
Y al Oeste... Portugal