Basta ver la mayoría
de las televisiones, leer algunos periódicos y nos vemos envueltos en mil
argumentos contradictorios, en las “fake news”, en las falaces opiniones con
las que nos aporrean los tertulianos farisaicos de toda índole. Será difícil
que veamos algún noticiero que no lleve una carga de profundidad de propaganda
política, dirigida, fundamentalmente, a la manipulación de nuestras emociones.
Recuerdo ahora que Joseph Goebbels, Ministro del Reich para la Ilustración Pública y Propaganda, sabía
bien cómo manejar las emociones, era un auténtico maestro en eso. Observen, por
ejemplo, como pequeña muestra de ello, el siguiente párrafo:
«Nuestras mujeres saben por qué luchan sus hijos y
nuestras esposas saben por qué luchan sus maridos. Cada trabajador y cada
agricultor están más seguros que nunca de por qué está balanceando su martillo
o parado detrás de su arado. Millones de niños nos miran. El enemigo ve nuestro
futuro en ellos y quiere destruirlos. ¡Así que manos a la obra! El enemigo nos
ha dicho lo que está en juego.»
La propaganda
política de algunos partidos de hoy está basada en un intento coordinado de
domesticar a la opinión pública por medio de la utilización publicitaria de los
medios de comunicación puestos a su servicio o convenientemente
"comprados". La propaganda ha sido empleada con profusión por los
gobiernos totalitarios o con tendencias acentuadas para llegar a serlo.
Conocemos bastante bien la maestría de los nazis en su empleo y también sabemos
─lo vemos a diario─ que la propaganda política hostiga a los ciudadanos de
muchos países desde entonces y sin piedad. Todo gobierno tiene claro que la utilización
masiva y sistemática de la propaganda es el medio más seguro para
proporcionarles el poder y, además, es un instrumento crucial para mantener ese
poder durante mucho tiempo. Y, claro, es algo imprescindible para la
implementación de ciertas políticas.
Y ahí estamos...
En efecto. La manipulación de las masas creo que se basa por un lado con la propaganda y por otro saber como controlar la incultura y el analfabetismo.
ResponderEliminarLa policía del pensamiento de Orwell.
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