El Diccionario de la
lengua española define el Iberismo como la «doctrina que propugna la unión
política o el mayor acercamiento de España y Portugal». En el siguiente
artículo ─que recupero aquí─ de ENCUENTROS EN LA ACADEMÍA (375) también continué con este
interesante tema.
El
tema salió por casualidad, alguien comentó algo de mi artículo “Mirando hacia el Oeste” e iniciamos una
conversación en torno al asunto del “iberismo”. Uno de los contertulios muy
versado en historia nos habló ─un poco para situarnos─ del célebre «Tratado de Tordesillas» que data de
1494, en éste Castilla y Portugal firman un tratado que dividía el océano
Atlántico en dos partes por medio de una raya trazada de polo a polo, a algunas
millas al oeste de las islas de Cabo Verde, quedando el hemisferio oriental
para la Corona de Portugal y el hemisferio occidental para la Corona de
Castilla. De esta forma los Reyes Católicos y el rey Juan II de Portugal acuerdan
los límites de las conquistas futuras que podrán realizar los dos estados en el
mundo recién descubierto. Este tratado presentaba algo novedoso, se trata de
que por primera vez se creaba una frontera que partía tanto el mar como la
tierra, y además generaba una nueva concepción de partición territorial que
determinó la actual configuración de la América del Sur. Nos comentó que este
famoso tratado ─a su juicio─ era el punto de partida de partida del iberismo. A
lo que otro de los amigos respondió rápido:
─O fue el punto de partida del “no-iberismo”,
¿no os parece?
Otro amigo, que suele tener planteamientos
más radicales, dijo:
─¿Qué queréis que os diga? De verdad que creo
que el iberismo como concepto está muy bien, y que una idea buena, pero estás
ideas, repito, en principio buenas, suelen ser manejadas por individuos, o
grupos, que tienen otras intenciones y otros proyectos, que nada tienen que ver
con el iberismo, y cuya pretensión es la de imponer una forma muy concreta de
organizar la sociedad y forzar a la gente contra sus intereses, todo ello desde
puntos de vista bastante totalitarios. A mí, este tema, me pone en posición de
“verlas venir”.
A Jorge le suelen llamar el “Sr. Depende”, porque
es corriente que empiece cualquier intervención con esa palabra; él explicó:
─Opino que todo depende mucho del tipo de
fusión o unión, ¿se trataría de una simple anexión? Eso me huele que no podría
ser, ni tendría mucho sentido. Por otra parte España es una monarquía
constitucional y Portugal es una república, ¿quién tendría que dejar de ser lo
que es? ¿Portugal se tendría que hacer monárquica? ¿España convertirse en
república? Eso plantea problemas que, según mi punto de vista, son bastante amplios.
Eso sin contar a los catalanes y a los vascos. De todos modos creo que la unión
Portugal-España podría abarcar otros aspectos menos traumáticos o complejos. Ya
digo… todo depende de cómo se vaya a realizar esa unificación. Sin duda que
habría muchos aportes beneficiosos. Por ejemplo, la importancia, económica, social
y política, de esa nueva “Iberia” aumentaría bastante tanto a nivel europeo como
mundial. Habría un efecto sinérgico que haría “Iberia” fuese mucho más
influyente que España y Portugal yendo por separado. Creo que el peso de Iberia
en la Comunidad Europea sería, al menos, el mismo que ahora tienen Italia o
Francia.
María había escuchado muy atenta las
palabras de Jorge y añadió:
─Pienso que lo que dice Jorge es muy sensato,
pero mi pensamiento es más pragmático… creo que mucho más práctico. Por
ejemplo, España y Portugal son de los productores más importantes del mundo, no
sé la clasificación exacta, de vino, de aceite de oliva y de corcho. ¿No se
podrían poner de acuerdo en todo lo relativo a estos tres productos agrícolas? También
está el tema del turismo. La Iberia podría ser la más puntera del mundo como
destino turístico, ¿no sería maravilloso unir esas dos potencialidades de cada
país en una sola? O imaginaros que se unen las industrias marítimas? ¿No sería
la mayor del mundo?, poco le faltaría, ¿no?
Julio
suele introducir siempre alguna nota de humor entre las intervenciones de cada
tertuliano y acertó en decir:
─La dificultad para hacer esas fusiones
parciales o sectoriales, que dice María, imagino que sería algo complicado y
difícil. Habría que hacer, por lo menos, cincuenta tesis doctorales sobre el
asunto.
Después de unas sonrisas, Julio continuó
hablando:
─Desde luego, entre los dos, tendríamos varios miles de kilómetros de costa para la pesca y para todo lo vinculado a ella,
sería algo verdaderamente grandioso. Hemos de tener en cuenta que el poderío
histórico de ambos países siempre ha estado ligado al mar.
Emilio nos sorprendió a todos exclamando:
─¡Yo tengo una receta mágica para empezar a
construir la Iberia!
Todos nos quedamos mirándolo con cara
interrogativa.
─¡Sí! ─afirmó rotundo─. ¡Yo tengo la
solución! Pero os la diré en la próxima tertulia que hagamos, ahora me tengo
que ir.
Con inusitado brío y muchas carcajadas se
levantó de la silla y se despidió diciendo:
─¡Pagadme el café!
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia
Artículos anteriores sobre "Iberismo":
Y al Oeste... Portugal
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