Kimura es imprevisible, nunca sabemos cuándo
se marcha ni cuándo viene otra vez. Hace un poco más de tres semanas, se
levantó muy temprano con su pequeño equipaje ya hecho y dijo que regresaba a
Japón, quería dar un vistazo a su tierra y ver cómo iban por allí las cosas, ver
“in situ” cómo iba la cuestión del “coronavirus”. También quería visitar a
alguien de su familia. Lo cierto es que está aquí de nuevo; para él, ir a
cualquier parte del mundo es un juego de niños. Es un tipo excelente al que le
tenemos muchísimo aprecio y no nos importa el tiempo que se quede con nosotros,
no da ninguna lata y lo pasamos muy bien con él, realmente ─incluso─ es de una
gran ayuda en muchas cosas. A nosotros nos recuerda siempre ─y a veces lo
comentamos con él─ al personaje de la novela cumbre de Giovanni Papini, a «Gog»,
pero en bueno. Papini retrata a Gog como a un multimillonario hawaiano cansado
de los negocios y que decide gastar su
dinero ─y su tiempo─ entrevistándose con grandes hombres de su época. Pero,
repito, Gog es un sujeto bastante indeseable, un cínico, un hipócrita al que la
humanidad le importa un bledo. Sin embargo, Kimura es, todo lo contrario, tremendamente
humano, muy preocupado por todo lo que afecta al hombre de cualquier lugar del
mundo; eso sí, viaja continuamente y tiene amigos por todos sitios.
En casa no nos sorprendió su regreso, es
algo a lo que estamos acostumbrados. Viene y va como una pelusa de tamo. Primero contó algunas cosas de sus pocos familiares y del “coronavirus” en Japón. Dijo que allí aumentarían las restricciones para contener la propagación y
también que el Gobierno japonés ha anunciado que pondrá en cuarentena a los
viajeros que procedan de China y Corea del Sur antes de autorizar su entrada.
Después comentó con suavidad oriental:
─¿No crees que en España abusáis un poco de
la palabra “democracia”?
─¿Por qué lo preguntas? ─le respondí
preguntando.
─Porque veo que la empleáis para todo. Es
como un apéndice que colocáis después de cualquier palabra, una especie de
epíteto para reforzar un significado.
─¿Pones algún ejemplo? ─le inquirí para
aclararme.
─Sí, hay muchos. Habláis de “normalidad
democrática”, de “enfrentamiento democrático”, de “juego democrático”, de “carácter
democrático”... Le ponéis la palabra a todo, lo hacéis como forma de validar o
reforzar cualquier argumento. En realidad se trata de una manipulación del
lenguaje, ¿no?
Quedé un poco pensativo y después le
dije:
─Creo que tienes razón, aunque es un
asunto de cierta complejidad. Cierto que es un abuso de la palabra, y del
concepto, que conduce muchas veces a frases incongruentes, pero es una estratagema
que usan los políticos y que aprenden en esos escondidos y secretos cursos de
oratoria que les imparten en sus partidos.
Miró con un asomo de perplejidad y
preguntó:
─¡¿Cómo?!
─En realidad se trata de un truco simple.
Si alguien desliza la palabra “democracia” al lado de algo, aunque no pegue ni
con cola, ya se sitúa en una posición de privilegio en la partida dialéctica. Y,
así, el adversario corre el peligro de quedar en una posición “anti-democrática”,
¿comprendes?
─Sí, creo que sí. Parece que quieres
decir que si tú añades la palabra “democrático”, o “democrática”, a un
concepto, ya pones a tu interlocutor en una postura inestable, pues podría
ser tachado de antidemocrático, ¿no?
─Exactamente, eso es. Se trata de un ardid
para desestabilizar los argumentos del contrario. O sea, si yo me adjudico un “talante
democrático” en una discusión y tú estás en contra de mis razones, sutilmente
te estoy llevando a un terreno en el que podrías ser calificado de antidemocrático.
¿Lo ves?
Kimura, dijo:
─Entonces se trata de una cuestión de
farsantes, ¿no?
No tenía ya muchas ganas de hablar de esto
y le respondí escuetamente:
─Cierto, sí,... de farsantes...
Desde luego que si, en estos tiempos que estamos viviendo, y con la gente que nos está gobernando, la palabra democracia ha perdido su valor, que era mucho, por lo que nos costó conseguirla.
ResponderEliminarAhora se usa, como muy bien dices, como arma arrojadiza pero no tiene valor, porque está en boca de farsantes.