lunes, 23 de marzo de 2020

El microcuento de León Tolstoi


     Con cierta periodicidad me viene a la memoria este pequeño relato del maestro Tolstoi que me leía mi madre muy a menudo, cuando era pequeño, se trata del «EL PERRO MUERTO». Un cuento de connotaciones evangélicas en el que el escritor nos hace ver que, cualquiera que sean las circunstancias, por duras que sean, en ellas siempre habrá algo de positivo. Es algo similar a lo que quiere expresar nuestro viejo refrán: «No hay mal que por bien no venga». Pensemos en esto.
     Ahora ─en esta situación de crisis y de desolación─ es necesario que nos esforcemos en encontrar todos los aspectos positivos que pueda haber: es imprescindible que busquemos los dientes blancos del perro.

EL PERRO MUERTO (León Tolstoi)
     Jesús llegó una tarde a las puertas de una ciudad e hizo adelantarse a sus discípulos para preparar la cena. Él, impelido al bien y a la caridad, internose por las calles hasta la plaza del mercado.
     Allí vio en un rincón algunas personas agrupadas que contemplaban un objeto en el suelo, y acercose para ver qué cosa podía llamarles la atención.
     Era un perro muerto, atado al cuello por la cuerda que había servido para arrastrarle por el lodo. Jamás cosa más vil, más repugnante, más impura se había ofrecido a los ojos de los hombres.
     Y todos los que estaban en el grupo miraban hacia el suelo con desagrado.
     ─Esto emponzoña el aire ─dijo uno de los presentes.
     ─Este animal putrefacto estorbará la vía por mucho tiempo ─dijo otro.
     ─Mirad su piel ─dijo un tercero─; no hay un solo fragmento que pudiera aprovecharse para cortar unas sandalias.
     ─Y sus orejas ─exclamó un cuarto─ son asquerosas y están llenas de sangre.
     ─Habrá sido ahorcado por ladrón ─añadió otro.
     Jesús les escuchó, y dirigiendo una mirada de compasión al animal inmundo:
     ─¡Sus dientes son más blancos y hermosos que las perlas! ─dijo.
     Entonces el pueblo, admirado, volviose hacia Él, exclamando:
     ─¿Quién es éste? ¿Será Jesús de Nazaret? ¡Sólo Él podría encontrar de qué condolerse y hasta algo que alabar en un perro muerto…!
     Y todos, avergonzados, siguieron su camino, postrándose ante el Hijo de Dios.


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