Tuve
un sueño. Soñé que estaba cansado, muy cansado, hastiado de todo lo de mi
alrededor. Sentía una intensa desgracia, pero sabía que estaba dormido y
soñaba. Veía unas figuras inmensas, eran como tablones gruesos de madera de
formas geométricas diferentes: triángulos de mil tipos, cuadrados, círculos,
rombos...
Las figuras se amontonaban de forma
irregular unas contra otras y proyectaban sombras, unas picudas y otras curvas,
que se movían suaves y lentas. No se oía ningún ruido, ningún triste sonido.
La escasa luz tampoco sé de dónde venía,
pero estaba siempre a mi espalda y, siempre, seguía viendo mi sombra. Lo lejano
era negro y espeso. Aquellos tableros enormes eran amenazantes y, aunque era
absurdo, pensé que sonreían sarcásticamente, ¿cómo iban a sonreír unos pedazos
grandes de madera?
Percibía en mí una tristeza suave y una
amargura desesperada, ¿es eso posible? Podía moverme, pero con gran dificultad,
¿quizás era yo como un elefante?
Los tableros y las sombras iban y venían y
seguían sonriendo. Decidí tenderme de espaldas al suelo y extender mis brazos
en cruz. Creo que tardé más de una hora en alcanzar esa posición, o mucho más.
Miré hacía arriba con atención, al
horizonte negro. Intenté acordarme ─tan sólo un instante─ de alguno de mis días
bonitos, riendo, bailando, jugando... no lo sé...
Algo en mi interior decía que no podía
olvidar los días que fueron maravillosos. Traté de buscar en mis recuerdos,
cuando todo iba bien, sin nubes ni truenos, cuando tenía entusiasmo e ilusión,
cuando estaba lejos de mentiras y engaños. Cuando la vida me amparaba.
Probablemente me dormí dentro del sueño. ¿Es
posible tener un sueño dentro de otro sueño?
¿Cómo discurre el tiempo en los sueños?
Desde detrás de los duros maderos pude
escuchar un susurro y ver una leve claridad, creo que decía que recordase ─con
toda la intensidad posible─ mis días más espléndidos.
Trata de apoderarte de ti mismo, me dije.
Inspira fuerte, hasta llenarte; llena tu corazón y tu espíritu, repetí varias
veces. No olvides aquellos días hermosos, tenlos muy presentes.
Ahora voy a sonreír, todo irá bien... todo
irá bien... todo irá bien...
Me encanta tu escrito, yo que soy muy soñadora, he sentido muchas veces esa sensación de angustia, como de sentir que algo va a ir mal, no dormida, despierta, y me he sentido abatida, triste, desolada, solo he vencido eso, soñando con los recuerdos más felices de mi vida. Si la vida no está llena de sueños, siempre será una vida triste, muy triste. Yo me digo muchas veces, no dejes de soñar nunca, es la mejor manera de sentir que estás viva. Gracias Ignacio, por recordarme lo importante que es soñar.
ResponderEliminarGracias por leerme.
EliminarLorge Luis Borges dijo: «Sí, el acto de vivir con el de soñar, también. Creo que esa frase "la vida es sueño" es estrictamente real. Ahora, lo que cabe preguntar es si hay un soñador, o si simplemente se trata de un soñarse. Es decir, si hay un sueño que se sueña a sí mismo».
Soñar es dejar correr tu imaginación, los sueños también son proyectos, ilusiones, los sueños son los que llenan las vidas de las personas. Hasta una caricia soñada, es mejor que la realidad.
EliminarPues si es posible soñar que estas soñando! Y despertarse dos veces! Me recuerda esta cuarentena que parece una vida dentro de otra. Como uno de esos sueños raros donde estás y crees que, por estar soñado, se acabará.
ResponderEliminarDéjame decirte que lo que más me gustó de TU sueño es esa imagen de formas picudas y curvas, todas amontonadas y enriquecidas con contraluces sobre un fondo negro y espeso: El paraíso de un artista escultor!
¡Se nota que eres un artista!¡Un gran artista!
EliminarMe ha encantado tu breve comentario y especialmente tu manera de percibir el ámbito escultórico. Seguro que Alexander Calder, cuya obra tú conoces tan perfectamente, también habría sacado producto de esas especulaciones narrativas sobre las esculturas geométricas movientes de madera.
Un abrazo.