martes, 21 de abril de 2020

Los tonos de Emma


     Siempre he oído que las cosas que se dicen tienen un propio peso, pero que la máxima intensidad expresiva se alcanza con el «cómo» dices algo. El cómo decimos algo complementa y redondea siempre aquello que queremos expresar.
     Todos sabemos que convertir los pensamientos en palabras no es algo sencillo, que lanzar palabras a un interlocutor y que él entienda perfectamente no es una meta que se alcanza siempre. Ya lo decía ─con un poco de sorna, imagino─ el escritor Saint-Exupéry: «El lenguaje es una fuente de mal entendimiento».
     Lo anterior viene a colación porque tengo una nieta, de siete años recién cumplidos, de la que suelo escribir poco, por el simple hecho de que es muy complejo escribir sobre ella. Habla con claridad asombrosa y con un envidiable vocabulario ─impropio de su corta edad─ y su expresividad la completa con ademanes, gestos y posturas que facilitan el que se le entienda a la perfección.  Me resulta curioso que algo que los adultos conocemos por la experiencia ella lo sepa de modo innato; como que nuestra boca puede expeler unas palabras con un significado y, sin embargo, la mirada, la actitud y el tono pueden ser contrarios al contenido de las palabras. Ya sabéis, eso que conocemos como el arte de la comunicación.
     Pero cada día me asombra más, ¿cómo sabe ella que al pronunciar una  simple palabra podemos desatar emociones, sentimientos y percepciones? ¿Cómo es tan consciente de que en la comunicación siempre tenemos en cuenta las reacciones que provocamos en aquel que nos escucha?
     ¡Y el tono! ¡Lo del tono me fascina! Puede decir la palabra «abuelo» con mil tonos y mil significados perfectamente inteligibles e identificables. Ella conoce el secreto, sabe que no hablamos sólo para una transmisión de una información, sino que siempre tratamos de influir de alguna manera en nuestros interlocutores, ¡lo sabe y lo utiliza!
     Esa pequeña tiene muy asumido ─y claro─ que los vínculos fuertes están repletos de entidades que sirven a la comunicación y que tanto las palabras como las pausas silenciosas, los visajes y los ojos contienen un cargamento enorme de significados.
     Estoy seguro que si leyese estas palabras diría con alguno de sus irreproducibles tonos: ¡Abuelooooo!



Me dicen sus padres que lo ha leído con
mucha atención, aunque no lo habrá entendido,
claro, pero me ha enviado una ristra de 
corazones en un "WhatsApp"

4 comentarios:

  1. Tu escrito me ha hecho sonreir y hasta reir porque me he sentido identificada con tus palabras
    Es curioso como los niños nos sorprenden constantemente.
    Yo que tengo nueve nietos lo he "sufrido" en mis propias carnes.
    Son increíblemente maravillosos
    Los adoro

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  2. Pilar Nacarino Moreno21 de abril de 2020, 18:29

    Bueno, primero decir que eres un pedazo de abuelo, de esos que no se cansan nunca de sus nietos, no como yo, que los quiero y los adoro, pero más, cuando están lejos y con sus padres (es broma). El mérito de tu escrito de hoy es de Emma, porque Emma, es mucha Emma, si yo fuera sus padres, desde ya, la apuntaría a una academia de arte dramático, creo que triunfaría en el mundo artístico. Lo que no se es de donde le viene esa vena.menuda artista tienes de nieta, abuelito.
    Besitos. �� ��

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  3. Victoria González21 de abril de 2020, 18:51

    Es fabuloso tu escrito. La conoces tan bien como yo.

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  4. Fernando de Tovar P.21 de abril de 2020, 18:57

    Esa niña preciosa, ¡la marquesita!

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