sábado, 4 de abril de 2020

Prospectiva y capacidad de supervivencia


     Llevo varios días haciendo mis cábalas prospectivas. Ya he hablado alguna vez de la "Prospectiva", quizás vosotros sepáis que la prospectiva es la ciencia (?) que intentar anticipar los potenciales escenarios en los que se desarrollará el porvenir.  No obstante, un estudio prospectivo necesita muchos datos y exige tiempo y calma, un estudio prospectivo precipitado es erróneo casi por definición.
     Pero, aún contando con los riesgos inherentes a toda predicción, me atrevo decir que el paisaje que se va a presentar en muy poco tiempo ante nosotros es pesimista. Y digo pesimista haciendo muchas concesiones, pues realmente pienso que va a ser aterrador. Hay aspectos que nos pasarán una factura de muy elevado valor, el primero es que en España se ha reaccionado con lentitud e ineficacia y, además, con poca rotundidad; nada más hay que recordar que la OMS ─e incluso la propia China─ pedían que se adoptaran, con rapidez, medidas contundentes.
     Probablemente ─y es algo bueno─ estamos subiendo en la escala de conciencia ciudadana (aunque de esto habría mucho que hablar, pero mucho) y que este incremento de nivel de conciencia propicie que la velocidad de los contagios disminuya (¿Un 5%, un 10%?), pero hay que dar tiempo al tiempo para tener datos reales y conocer sus efectos. Ahora ─a destiempo, por el número de muertos─ se están moviendo más recursos pero, por contra, los profesionales de todos los sectores, que son nuestras grandes piezas en este juego mortal, están disminuyendo por los contagios.
     Creo que lo que está por llegar ─lo que viene─ en los próximos días es bastante horrible. Habrá mucha gente que perderá a amigos y parientes; y que otros muchos ─casi la mayoría─ cogerán el 'coronavirus' con mayor o menor intensidad, esto nos llevará a vivir en un estado de angustia interna (y a veces externa) de enormes dimensiones.
     ¿Qué se me puede ocurrir deciros? Lo único que sé es que debemos, a toda costa, mantener la serenidad, la calma. Creo que es el único antídoto que tenemos por ahora a nuestro alcance, es nuestra mejor opción. Aunque no sepamos dar una receta precisa de cómo hacer para mantener la calma.
     Así lo veo, de ésta se saldrá utilizando todo el aplomo y la entereza que seamos capaces de poner sobre el tapete. Intentemos ayudar, como sea y como podamos, a los demás. Y sin entonar ─de ninguna manera─ el "sálvese quien pueda", pongamos también sobre ese tapete nuestra indiscutible y connatural capacidad de supervivencia.

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