Hoy ha sido un día
raro, ha habido nubes y algo de lluvia, ratos de sol tenue y otros de sol intenso
y brillante. Quizás lo podría definir mejor diciendo que ha sido un día de
muchos colores, de tantos tonos distintos como veces me he levantado a mirar por
la ventana. Ahora, ya de noche, solo se palpa soledad,... densa, pesada,
impenetrable...
Creo que he contado los segundos,
los minutos y las horas, algo que no debiera haber hecho; contar y contar...
Sentado decidí escribir
algo, aunque no sabía qué. Miré de soslayo algunas de las notas que tenía
desperdigadas por la mesa y también derramadas por el sofá; me paré en una que tenía una sentencia de
Plinio “El Viejo”, que creo que pertenecía a su “Historia Natural”, aunque ese
libro no lo tengo. La frase decía: «La verdadera gloria consiste en hacer cosas
que merezcan ser escritas y en escribir aquello que merece la pena leerse». Lo
tomé como una oportuna advertencia y renuncié a la intención de escribir. Hice
una bolita con el papel de la frase y la tiré sin molestarme en saber dónde
caía. Me fui de nuevo a la ventana, en el trayecto de unos escasos pasos hasta
la ventana no sucede nada que merezca ser plasmado en el papel y, menos todavía,
que valga para ser leído.
Contar, contar,...
segundos, minutos, horas... Así pasan las horas, y los días, del “covid_19”. Pensé
de pronto que la bola de papel estrujado había descrito una extraña parábola en
el aire, fijé mi atención en esa estupidez durante unos momentos y la vi allí, encima
del sofá y sobre otro de mis papeles. Los puse a mi lado, a la bolita y a la
nota; nota que no podía leer porque estaba al revés. Sin darme cuenta comencé
un juego bobo y repetitivo, levantaba la bola de papel a la mitad de un palmo y
la dejaba caer en vertical para ver si quedaba en contacto con la nota o alejada
sobre el cristal de la mesa. Lo repetí muchas veces, ¿cien, doscientas? Se me
ocurrió que era algo así como realizar un “mandala” hindú o budista, ¿o quizás
era una especie extraña de rezo? Luego pensé que estaba, inconscientemente,
aplicando el Método de Montecarlo para calcular el número "pi". Pasaron muchos minutos,
no sé.
Muy interesante tu reflexion de hoy Ignacio. Es curioso cuanto se dice cuando no se dice nada. Es como en pintura cuando la ausencia de dibujo nos permite apreciar mejor el color y la composición. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarMuchas gracias Jesús, me encanta tu frase:«Es curioso cuanto se dice cuando no se dice nada». Verdaderamente es eso, "un decir sin decir" y que cada uno interprete para sí mismo.
EliminarUn cordial abrazo.
Siempre he pensado que no merece la pena añadir días a tu vida, sino vida a tus años. Y la vida puede estar en las cosas más simples, en tener pensamientos, en expresarlos, como tu sabes hacerlo. Me ha encantado.
ResponderEliminarComo siempre, los clásicos nos traen reflexiones atemporales que no caducan. Y tú las trasladas muy bien a éstos días en un precioso relato.
ResponderEliminarGracias por compartir.