Estoy por pensar que no se puede uno fiar de la razón o, por lo menos, no totalmente.
Sí, lo sé, la razón ha sido, durante siglos, la herramienta predilecta del ser humano para entender y transformar el mundo. Sin embargo, como toda herramienta, creo que no está exenta de limitaciones ni exime de cuestionamientos sobre su validez absoluta. Hoy me ha dado por analizar un poco las fortalezas, las limitaciones y el papel de la razón en nuestra búsqueda de conocimiento y sentido de todo.
Sigo diciendo lo mismo: lo sé. La razón constituye el cimiento sobre el cual se construyen disciplinas como la ciencia, la lógica y las matemáticas. Su capacidad para estructurar pensamientos y descubrir verdades objetivas ha demostrado ser invaluable, permitiéndonos predecir fenómenos y resolver problemas muy complejos. Pero, sin embargo, no me parece que sea perfecta, pues las capacidades racionales de nosotros, los humanos, están influidas por factores tales como prejuicios, emociones y ámbitos culturales, eso plantea la posibilidad de que algo razonable en un contexto determinado pueda resultar resulte incoherente en otro, ¿no es así?
Queramos, o no queramos, la razón está condicionada por la naturaleza humana y, por tanto, está lejos de ser un sistema universal puro y limpio. Algunos filósofos, como David Hume, señalaron que "la razón es esclava de las pasiones", sugiriendo que nuestras emociones y deseos a menudo conducen nuestras conclusiones racionales. Y, por si fuera poco, el cerebro humano está sujeto a sesgos cognitivos que pueden distorsionar nuestra percepción y procesamiento de la información. Ya sabemos que debate filosófico, el racionalismo y el empirismo han ofrecido interpretaciones contrastantes sobre el papel de la razón. Los empiristas, representado por filósofos como Locke y Hume, argumentaban que la experiencia y la percepción sensorial son fuentes más fiables, ya que las ideas racionales pueden desconectarse de la realidad concreta. Y, los racionalistas ─como R. Descartes─ sostenían que la razón es la base última del conocimiento, capaz de alcanzar verdades universales mediante el uso de la lógica.
Pero, a pesar de mi inevitable cartesianismo ─personal y profesional─ veo claro que hay preguntas fundamentales que la razón parece incapaz de responder: ¿Cuál es el propósito de la existencia? ¿Cuál es la naturaleza de lo divino? ¿Cómo comenzó el universo? Es cierto, y lo comprendo perfectamente, que en estos casos, muchas personas recurren a otras formas de conocimiento, como la fe, la intuición o el arte, y que estás otras maneras de ver las cosas pueden complementar los vacíos de la lógica y la racionalidad.
¿Saben qué les digo? Pues que, aunque la razón es un poderoso instrumento, confiar ciegamente en la razón puede ser hasta peligroso. La crítica constante y la apertura a otros enfoques, como las emociones, la experiencia y el consenso social, pienso que son esenciales para enriquecer nuestro entendimiento.
Posiblemente la razón deba ser una brújula que guíe nuestra búsqueda de conocimiento, pero no un muro infranqueable que limite nuestra percepción del mundo.