jueves, 5 de diciembre de 2024

Quizás compraré manzanas


      No sé por qué estoy escribiendo esto, quizás porque llega la Navidad, no lo sé, pero siento que necesito organizar mis pensamientos. Nadie lo leerá, nadie lo verá. Solo soy yo, escribiéndome a mí mismo, como si este pedazo de papel pudiera ser un espejo, o una confesión sin penitencia.

      Hoy la vi otra vez. No hablaba con ella desde hace cinco o seis años, desde aquella discusión estúpida. Casi seguro que el problema no fue lo que dijimos; fue lo que no nos dijimos. Sabía perfectamente lo que ella quería escuchar, pero las palabras se quedaron atrapadas en algún rincón oscuro de mi orgullo. Y ella, con su mirada de reproche, dejó caer un silencio más fuerte que cualquier grito.

      Desde entonces, nuestras vidas han seguido trayectos diferentes, como ríos que se bifurcan incomprensiblemente en una llanura. A veces, me pregunto si esos ríos podrían volver a cruzarse.

      La vi en el supermercado, entre los estantes de frutas. Estaba buscando manzanas, como solía hacer. Pero esta vez, la escena tenía un aire diferente. Las luces navideñas colgaban del techo, reflejándose en las superficies metálicas y llenando el espacio con un brillo cálido. En algún lugar cercano, sonaba un villancico que hablaba de paz y amor. Ella se inclinaba hacia los estantes, con su gran escote perfectamente ajustado y las pulidas mejillas tenuemente enrojecidas por el frío de diciembre.

      Era su ritual, elegir las manzanas más rojas, las más limpias y brillantes, las más perfectas. Me quedé observándola unos segundos, sin saber si acercarme. Recordé las navidades últimas, cuando preparábamos juntos tartas de manzana en su pequeña cocina. Yo pelaba las manzanas mientras ella mezclaba la masa, y el aroma a canela y clavo llenaba la habitación. Su risa, siempre vibrante, resonaba incluso cuando la tarta salía del horno ligeramente quemada por culpa de alguna de mis torpezas.

      Quizás hace años habría corrido hacia ella, habría intentado decir algo simpático o torpe, pero sincero. Este yo ─el que escribe ahora─ no supo qué hacer. Estuve quieto, fingiendo interés por una bolsa de mandarinas mientras el eco de un "Noche de paz" se colaba por unos altavoces del techo. Cuando finalmente me armé de valor, ella ya había desaparecido.

      He pasado el resto del día preguntándome qué habría pasado si la hubiera abordado. ¿Habríamos hablado como viejos amigos? ¿Habría habido reproches, silencios incómodos? ¿O acaso, por un milagro inexplicable, habríamos retomado esa conexión que parecía tan fuerte en su momento?

      Fue mi mejor amiga, mi confidente, mi todo, y la perdí por una suma de pequeñas decisiones equivocadas. A veces, pienso que la vida es eso: un mosaico de elecciones diminutas, algunas sin importancia aparente, que juntas forman un cuadro que apenas reconocemos como nuestro.

      La Navidad no ha sido mi época favorita, pero en los últimos años aún lo ha sido menos, no he tenido ni el más mínimo entusiasmo. Sin embargo, hoy, por primera vez en mucho tiempo, sentí algo distinto. Recordé lo que leí una vez en una tarjeta navideña, más o menos era algo así: La Navidad es un tiempo de reconciliación, donde el espíritu de amor y esperanza nos invita a sanar heridas, renovar lazos y celebrar juntos el poder transformador del perdón.

      No sé por qué estoy escribiendo esto. Es posible que sea para recordarme que todavía sigo respirando. Que, aunque pasen los años y las palabras se queden paralizadas en mi garganta, sigo siendo un humano.

      Mañana volveré al supermercado. Tal vez compraré manzanas. Quizás las envuelva en papel brillante con una nota que diga "Feliz Navidad".

      Nadie leerá esto. Es mejor así.

      Mañana volveré al 'super'...

      Tal vez compraré manzanas.

4 comentarios:

  1. Yo lo he leído con mucho detenimiento y gran interés

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  2. ¡Anda, me encantan los relatos con sabor navideño! A ver si escribes unos cuantos más.
    Gracias.

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  3. Lindo demais seu relato, parabéns!...o pouco que pude entender, gracias por compartir.
    ...estou sem tradutor...

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  4. Me encanta, Ignacio me parece precioso, porque tiene el sentido de la Navidad, la Navidad hace que se despierten los sentimientos más hermosos que habitan en cada uno de nosotros.

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