
¿Cuál es vuestro primer recuerdo? Esta es una pregunta que, con frecuencia, surge en cualquier conversación cotidiana. Resulta curioso cómo, al intentar responderla, nunca sabemos con total certeza cuál es realmente nuestro primer recuerdo. La memoria es caprichosa y, muchas veces, tendemos a elegir un episodio concreto que nos gusta, uno que consideramos significativo o que funciona como un símbolo del momento en que, de alguna manera, comenzamos a tomar conciencia de la vida.
Desde hace ya mucho tiempo, tengo uno favorito, uno que me viene siempre a la mente cuando pienso en ese instante inicial. Mi primer recuerdo está relacionado, curiosamente, con una palabra que ni siquiera está admitida formalmente en el idioma: “daleao”. Por cierto, ahora que lo menciono, me he dado cuenta de que no conozco ninguna palabra en español que termine en “-eao”. Bueno, quizás una excepción la encontraríamos en el español cubano. Allí existe una palabra peculiar que se refiere a un animal volador, al que en algunas zonas de aquella isla llaman “guareao”. Sin embargo, este tampoco es un buen ejemplo porque, en realidad, la forma más común de nombrar a esa ave es “gauriao”.
Pero volvamos al tema. En Andalucía, por alguna razón, tenemos una tendencia muy marcada a transformar las terminaciones en “-eado” y pronunciarlas como “-eao” suprimiendo la "d". Es algo tan habitual y tan natural para nosotros que apenas lo notamos. Así, palabras como floreado, alineado, saneado, bronceado, escaneado, empleado y corneado se convierten, por arte de birlibirloque, en “floreao”, “alineao”, “saneao”, “bronceao”, “escaneao”, “empleao” y “corneao”. Y la lista podría continuar, porque este fenómeno es una auténtica marca de identidad en nuestro modo de hablar.
Ahora bien, ¿por qué estoy hablando de todo esto? Pues porque este asunto tiene una relación directa con ─quizás─ mi primer recuerdo. Yo tenía una niñera llamada Juana. Aún puedo recordar su cara amable y su uniforme negro, siempre impecable, con aquel delantal blanco limpísimo que resaltaba su pulcritud. Por las tardes, ella solía llevarme de paseo. Me llevaba al parque o a la plaza de Peral en un carrito de bebé porque todavía no caminaba. Sin embargo, había algo que ocurría con frecuencia: al parecer, me inclinaba un poco en el carrito. Juana me miraba con dulzura y, muy a menudo, decía: «Ignacito, ponte bien, que siempre vas "daleao"».
Aquella palabra, “daleao”, me perturbaba enormemente. La repetía en mi mente sin entenderla del todo, como si me sonara mal pero no supiese por qué. Tanto me inquietó que un día, sin pensarlo demasiado, lancé la que creo que fue mi primera frase completa en este mundo: «¡Se dice ladeado!».
Y ahí está, intacto en mi memoria...
.jpeg)
¡Qué bonito tierno y gracioso!, voy a pensar en el mío. .
ResponderEliminarTu tens uma memória privilegiada...e muita capacidade.
ResponderEliminar..é muito bom, Deus te abençõe sempre....👏🙏
Jopetas ignacio! Jajaja voy a pasar (intentar) pensando todo el día en cuál es mi primer recuerdo.... 🥹🤔
ResponderEliminarYo me acuerdo de que con menos de 3 años, mi padre movió un trastero de madera y había muchos arañas y otros bichos 😂😂😂
ResponderEliminar