viernes, 19 de junio de 2020

Cambios y circunstancias


     Cuando un sistema u organización sufre disfunciones o alteraciones frecuentes en sus procesos se acostumbra a hablar inmediatamente de cambio, y así se convierte "el cambio" en una especie de hábito o rutina. En realidad todo cambia ─lo sabemos─ y es posible que lo único que no varíe es el hecho mismo de que debemos transformar continuamente nuestra manera de entender, y de desarrollar, la actividad de las instituciones. Tan es así, que J. W. Goethe, con toda razón, establecía un paralelismo inequívoco entre vida y cambio«La vida pertenece a los vivos, y si alguien está vivo debe estar siempre presto para el cambio».
     El cambio ─los cambios─ son una realidad en todos los sistemas. Si intentamos ver la cuestión de forma aséptica lo que siempre se procura con un cambio es que nos conduzca desde una situación con inconvenientes a una situación más favorable. Aunque esto no se debe interpretar como que el punto de partida fuese erróneo, ni tampoco que la modificación que vayamos a realizar nos lleve a soluciones definitivas de los problemas. El comienzo de un cambio lo marca el punto donde algo que fue útil deja de serlo.
     Es cierto, y hay que subrayarlo, que esa meta ─a la que pretendemos dirigimos con la transformación─ también será algo provisional.
     ¿Escollos? Posiblemente la primera valla que hay que saltar a la hora de hablar de cambios es la impudicia de los que consideran inviable cualquier cambio y que suelen expresar su pensar con un sarcasmo parecido a: «Puede que las cosas cambien pero nunca para mejorar»En las organizaciones con muchos años de historia es posible advertir frenos, y constituyentes anticuados, pero es muy importante reconocer que ahí también reside una gran energía latente: la fuerza de los rasgos fundamentales de la identidad de la institución.
     Un proceso de cambio llega a la cima cuando se produce la transformación de comportamientos y actitudes personales. Aquellos proyectos ─por muy ambiciosos que estos sean─ que están enfocados únicamente a procesos, estructuras y sistemas pueden darse al traste si no son admitidos por quienes deben implementarlos.  La utilización de los más espléndidos recursos y de los medios más innovadores resultan del todo ineficaces cuando no se ponen en juego la capacidad y el talento para sacar el rendimiento debido a esos elementos.
     Actualmente utilizamos mucho el concepto físico de «entropía», como ley universal, para referirnos a la degradación de los sistemas: estos cumplen con su ciclo de vida e irremediablemente fenecen. Pero deseamos pensar ─que en los sistemas a los que nos referimos─ interviene la libertad humana y con ella la capacidad de desarrollar potencialidades para convertir las situaciones de declive en nuevas oportunidades.
     Y no olvidemos que ante los cambios siempre existen luces y sombras pero es más ventajoso ser sanamente optimistas... ¿No lo creen ustedes así?
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia

1 comentario:

  1. ¡Yo creo que sí! Es más, creo que nos adaptamos con facilidad.

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