viernes, 12 de junio de 2020

De huracanes


     Quería desayunar pronto y regresar a casa antes de que apretase el calor. Lo habían anunciado: no tomar el sol directamente, beber agua y esas recomendaciones que suelen repetir incansablemente y que nadie escucha. Dando el último sorbo al café llegó mi amigo; no sé si me dio los buenos días, pero con amplia sonrisa me espetó:
     ─Supongo que habrás escrito ya el segundo relato sobre el tiempo, ¿no? El primero fue demasiado breve, ¿no te parece? Y me dejaste alguna pregunta por responder ─añadió.
     Hice algunos dobleces en el papel aceitado de los pocos churros que me había tomado y le dije despacio:
     ─Sí, lo sé. El clima, el tiempo y la meteorología, ¿era eso?
     ─Sí, sí, pero me gustaría que hablaras algo de los huracanes, el otro día vi una película sobre unos tíos americanos que se llaman “cazadores de huracanes” que me dejó impresionado. Estos fulanos son, por lo visto, especialistas en seguir a los huracanes y hacer fotografías y películas del desastre que van dejando allá por donde pasan.
     ─Me parece que te refieres a los llamados “cazadores de tormentas” que van en busca de los tornados. Los tornados suelen ser muy espectaculares, aunque no están exentos, también, de peligro. Pero hay que tener en cuenta que los tornados y los huracanes son fenómenos atmosféricos diferentes. En otra ocasión hablaremos de ellos.
     ─Oye, ¿un huracán se puede controlar de algún modo?



     Enseñándole las palmas de mis dos manos gesticulé queriendo indicarle que me diera unos segundos de respiro, que parara un poco.
     ─¿Controlar artificialmente? No, eso no es posible; podemos prever su trayectoria, pero es imposible detenerlo, y tampoco desviarlo. Un huracán desarrolla energías de muchos megatones, como de varias bombas atómicas. Lo que sí se puede hacer, y se hace, es observarlo en cada instante y ver su evolución con barcos, aviones, satélites y así tener informada a la gente para que tome las oportunas precauciones. Cuando el huracán se desencadena ya hay poco que hacer; rezar, tal vez.
     Mi amigo puso cara de muy interesado, y dijo:
     ─Normalmente se producen en América, ¿no?
     ─Desde luego hay zonas más proclives a los huracanes fuertes y peligrosos como América, en el Mar Caribe y en el Golfo de México, en Australia, en el Golfo de Bengala y en otros lugares de aguas calientes. Aparecen cuando la superficie de las aguas tiene una temperatura de 27 grados o más. Conforme vamos subiendo en el mapa las aguas son más frías y es muy raro que se puedan dar. Se sabe que la mayoría de los huracanes, que se acercan a la costa este americana, giran en redondo antes de llegar a ellas y acaban al norte del Océano Atlántico convertidos en tormentas convencionales.
     ─Hay un poco de lío con los nombres, ¿no? Tifones, ciclones…
     Asentí con la cabeza, añadiendo:
     ─Es cierto, proliferan los nombres según los lugares. Tifón se utiliza al oeste del Pacífico, baguio en Filipinas. Pero, básicamente, es el mismo fenómeno, o sea un viento con enorme velocidad, que se origina en los mares tropicales, que gira como un remolino y transportando una gran cantidad de humedad; y que, por supuesto, si se abate sobre zonas pobladas destruyen casi todo lo que encuentran a su paso.
     Mi curioso amigo siguió preguntando impertérrito:
     ─¿Qué es eso que se llama el “ojo del huracán”?
     El ojo del huracán es una zona, más o menos central, del fenómeno en donde se dan las condiciones meteorológicas más suaves de los ciclones tropicales fuertes. Suele ser aproximadamente circular y tener un diámetro que está entre los 30 y 65 kilómetros. En el ojo es donde la presión atmosférica es más baja, puede ser incluso un 15% inferior a la presión fuera de la tormenta. Digamos que es una zona de relativa calma. Pero está rodeado por un anillo de tormentas, que se llaman “convectivas” y que son terribles.
     ─¿Cómo son esas tormentas convectivas?



     Me quedé mirándolo fijo y dije:
     ─¿No querías saber, solamente, que eran el clima y el tiempo?
     Barboteó un poco contestando:
     ─Bueno… pero…
     ─Mira… El clima, definiéndolo de una manera sencilla, es lo que podríamos denominar el estado medio de la atmósfera en una región determinada. La Meteorología es simplemente la ciencia del tiempo atmosférico y estudia las relaciones físicas en la atmósfera terrestre.
     ─¿Y “el tiempo”?
     ─Solemos llamar tiempo al estado de la atmósfera en un sitio determinado y en un momento dado. Lo describimos mediante los llamados factores de tiempo que son la presión, la temperatura, el viento la humedad, etc. ─le contesté.
     Terminé diciéndole:
     ─Otro día seguiremos, ¿te parece bien?
Ignacio Pérez Blanquer
Académico de Santa Cecilia


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