lunes, 15 de junio de 2020

Pulsiones atávicas


     Aún recuerdo ─y quizás ustedes también─ aquella primera película, de 1973, titulada "El Exorcista" a la que siguió toda una saga. Estaba basada en una novela de W. P. Blatty que narraba un exorcismo real que había tenido lugar en Washington en 1949. Regan se llamaba la niña de doce años que víctima de una posesión diabólica era capaz de manifestar una fuerza sobrehumana. No olvido la impresión que me causaron aquellas terribles convulsiones, el cuerpo retorcido y doblado en lo imposible. Aún me conturba aquella cara tortuosa con ojos tenebrosos y salientes.
     A veces pienso que algo parecido les pasa a esos políticos que, por un precipitado reciclaje, no han asimilado aún las ideas básicas de la democracia y les suena lejano y extraño que la esencia de la misma sea el control y la limitación del poder político y del gobierno. Los veo contorsionarse, excretar babas, arrugarse sobre sí mismos y lanzar rojos rayos por los ojos cuando perciben alguna disconformidad o crítica a su labor por parte de la ciudadanía.
     A menudo escuchamos a políticos que en diversos medios  expresan sus ideas en torno a limitar la libertad de expresión y volver a implantar algún tipo de censura periodística.  Y es también cierto, que muchos suelen desdecirse unas horas más tarde y niegan ─sin el menor rubor─ que en algún momento hayan preconizado la censura de los medios de comunicación. Para tratar de remediar la pulsión atávica autoritaria, intentan paliar el impacto de sus palabras diciendo que lo que habían querido decir con “poner límites” a los medios no era nada que tuviese que ver con restablecer la censura. Aquí, en España, hay otros imponen por decreto unas singulares interpretaciones de las leyes. Y tanto ─en un caso como en otro─ las explicaciones que dan sirven de poco.
     Decididamente hay políticos ─los vemos a diario; por acá, y por allá─ que dicen y pregonan defender las libertades, cosa que quizás hacen cuando el viento les sopla a favor, pero se revuelven y contorsionan, como la niña de «El Exorcista», cuando alguien tiene el atrevimiento de dudar de la eficacia de sus trabajos o ponerle "peros" a las pretendidas bondades de su acción política; enseguida les rebosan sus impulsos atávicos.
Ignacio Pérez Blanquer


1 comentario:

  1. Pilar Nacarino Moreno15 de junio de 2020, 12:14

    Exactamente Ignacio, además, casualmente, esto lo estamos viendo más con los partidos que en teoría siempre habían defendido la libertad de expresión, pero cuando ese derecho que tenemos, lo hemos intentado aplicar sobre sus gestiones, ya no les parece tan bueno lo de libremente poder opinar, y no sólo se revuelven como la niña del exorcista, si no que se ponen como la hidra del pantano y a golpe de decretos legisla como más les conviene.

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