A
nadie debe extrañar que un servidor sea un entusiasta de la
tecnología, de los nuevos inventos, de la electrónica, de la
informática, y un apasionado de los artilugios más insospechados.
Lo llevo en mi profesión y también ─creo─ que está atado a la genética. Sé que mi abuelo paterno ─al que desgraciadamente no
llegué a conocer─ era un adepto de la incipiente tecnología de
sus tiempos, que iba únicamente un poco más allá de la radio de
galena y de rudimentarios ingenios mecánicos.
Desde
hace unos días estoy enredando con «Alexa»; me chifla. Imagino que
a todos vosotros ya os han llegado noticias de la existencia de esta
maravilla de artefacto para casa.
Básicamente
«Alexa» es lo que se ha dado en llamar un “altavoz inteligente”,
pero esa definición es incompleta, induce a error. Mejor habría que
decir que se trata de un dispositivo electrónico, conectado a las
redes de comunicación, que se controla principalmente por medio de
la voz (aunque también se accede a sus potencialidades desde el
móvil, tablet u ordenador).
Le
podemos pedir que ponga música de cualquier tipo que se nos antoje:
noticias, cuentos, que nos narre algún suceso histórico, que
consulte Wikipedia, o que nos despierte por la mañana con alguna
rutina de acciones como unos sonidos para despertar seguidos de un
saludo personal, una frase de ánimo, un parte meteorológico y un
resumen de las noticias más destacadas habidas.
Pero
sus destrezas no paran ahí, «Alexa» puede controlar otros
aparatos: luces, enchufes, alarmas, termostatos, cámaras... Puede
llamar y comunicarse con otros usuarios que tengan este mismo cacharro.
También se conecta con “Skype” o con el robot que nos barre y
limpia el suelo de casa. Y mil cosas más que, sin duda, irán
apareciendo día a día.
Es
sencillo de configurar y usar y tiene capacidad de aprendizaje. Su
manejo no creo que suponga un gran problema para nadie. Aunque,
lógicamente, exprimir todas sus posibilidades exigirá algún nivel
de conocimiento tecnológico. No obstante, siempre se puede echar
mano del amigo entendido o de un joven vecino adicto a los aparatejos
de cualquier índole. Y debo añadir que para una época de
confinamiento, tipo “coronavirus”, es un acompañante que no
tiene precio.
Ahora,
sin más, voy a pedirle a «Alexa» que ponga unas “sevillanas”
para compensar la Feria perdida de este 2020…
A mí también me encantan todos los modernos artilugios, aunque los utilice sólo unas cuantas veces y después los abandone, comparto contigo esa afición a los cacharros electromáticos. Después de leer tu artículo estoy pensando en comprarme el 'Alexa', ya te diré.
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